¿Veraqué? De Aquarella
Por monelle elDic 18, 2009 | EnAquarella, CONTEMOS CUENTOS 14
Hace sol, no sopla viento y tenemos cuarenta grados; la trilogía confirma que ha llegado el tiempo de vacaciones. Esa maravillosa época del año en la que no es necesario madrugar, pero con una temperatura tan elevada que los sueños derretidos terminan convirtiéndose en aguas estancadas. ¡Mierda de verano!
Desde que al colectivo de comerciantes le dio por avisarnos con suficiente antelación de la llegada de las nuevas estaciones, en marzo empiezan con los anuncios de productos milagrosos para estilizar la silueta, imprescindibles para meterse en los diminutos trajes de baño que luego se llevarán, potingues diversos para lucir un estupendo moreno y viajes a los lugares más recónditos del mundo. Ahí precisamente empieza el problema, te pillan con la neurona atrofiada por la hipotermia sufrida durante el invierno y llegas a creértelo. “La felicidad llega con el verano” parece ser la consigna y decides hacer jirones tu presupuesto para lograrlo.
Después de un par de meses comiendo cereales con sabor a cartón y dándote cada día religiosamente cremas antitodo, te atreves a intentar la ardua tarea de meterte en eso que llaman bikini. ¡Por lo menos en invierno hay tela suficiente para esconder las miserias! Decidida a no dejarte vencer por el desánimo, haces un auténtico ejercicio de autoestima para sonreírle a las dificultades y tomártelo con buen humor… la duquesa de Alba está muchísimo peor y no tiene ningún problema en salir así en la tele.
¡Por fin llega el día! Inmersa en la famosa operación salida y, después de diez horas de insufrible atasco, llegas a una playa más abarrotada que la Gran Vía en hora punta (la playa que te permite tu paupérrima economía) y descubres con horror que te quedan por delante quince días de dura pelea por un trozo de arena para poner la toalla… y todo el tiempo del mundo para “disfrutar” de tu costilla (ese proyecto de príncipe azul convertido en malandrín por arte de magia). Pues aún así, lo peor es la vuelta: El agua de la zona debía tener mucha cal porque la ropa ha encogido, has descansado poco y regresas al trabajo con el síndrome postvacacional; lo que se traduce en unas ganas increíbles de convertirte en un fantasma de esos que se pasean por el zaguán de las casas antiguas arrastrando sus penas.
Advertencia, si veo un anuncio de turrones antes de diciembre empiezo a escribir epitafios.
Aquarella 22/08/06
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