¡Cómo ha cambiado el cuento! De Aquarella

¿Alguien dijo que la línea entre el bien y el mal era delgada? Pues se equivoca, es una línea muy gorda. En realidad se trata de 120 kilos de buitre carroñero en forma de voluminosa mujer con malas pulgas, como la bruja malísima del cuento: Fea, ajada, gruñona, vengativa y rencorosa. Su lema: “Calumnia, que algo queda”. Que se lo digan a los pobres trabajadores que sufren su hostilidad a diario... la oración que rezan de lunes a viernes y a primera hora de la mañana viene a ser
Virgencita, virgencita, que no me mire hoy la bruja —y puedo asegurarte que se reza con auténtica fe, los creyentes y los que no los son, porque el miedo está por encima de cualquier religión.

La presencia de la bruja suele ir flanqueada por un par de esbirros –lo que llamamos estómagos agradecidos–, que vienen a hacer las funciones de escoltas. Cada día, exhibe su poder durante el paseo matutino en el que elige una víctima al azar, es entonces cuando llega la hecatombe. Todo comienza con una pregunta aparentemente normal pero, sea cual sea la respuesta, se convertirá en una trampa mortal para la presa.

Los hados del destino han querido que hoy le tocara a la nueva. La misma escena de siempre, pero en esta ocasión con una sutil diferencia, en lugar de optar por el silencio le ha salido la vena guerrera, así que en pleno discursito del tipo ”di-lo-que-quieras-porque-te-pienso-joder-igual” se ha atrevido a interrumpir
—Perdona —después de mostrar la más angelical de las sonrisas ha continuado con una frase que ha dejado pálida a la bruja – ¿Algún gesto en mi cara te ha hecho pensar que me interesa lo que estás contando?

Silencio absoluto... diez segundos de tensión, seguidos de una carcajada general, han conseguido que su mirada se volviese iridiscente, pasando por todos los colores del arco iris para quedarse finalmente en un negro escarabajo enfurecido. La huída, echando chispas y con los dos esbirros colgados de sus muslos, ha sido increíble...
Cariño ¿Se puede saber por qué le dices esas cosas al niño? ¿No podrías contarle un cuento normal como hacen el resto de los padres?
Pero si le encantan, mírale como se ríe... además, así va aprendiendo
¿Qué le gustan? ¡Si solo tiene seis meses! Anda, deja que se duerma y ven a cenar... menudo pedagogo estás hecho.

Aquarella 24/10/06

El hígado iridiscente. De Mon

Acababa de sonar un fuerte pitido, Javier ya lo había oído hacía más de 50 años, durante la última gran alarma que, al final, resultó ser un error de trascripción. Pero era el mismo pitido, sin lugar a dudas, hecho indicativo de una posible hecatombe.
Vivía en un pueblo habitado por unos 50 habitantes al norte de Extremadura, Bélices era una pedanía que había quedado en el olvido tras la incomprensible decisión de apartar el trazado de la carretera 10 kilómetros al Este flanqueando la sierra. Este hecho sutil, políticamente hablando, dejó en la más absoluta ruina a la mayoría de familias que poblaban el lugar. Pero Javier nunca quiso marchar, le placía la soledad, le encantaba oír el canto de los pájaros sin el molesto murmullo de la actividad en la polis. Odiaba las calumnias que la gente que marchó profería sobre su persona, acusándole de apropiarse de terrenos que no eran suyos, él en cambio veló por la integridad de un conglomerado, de casas y tierras abandonadas, que no producían el más mínimo índice de riqueza.
Javier era un hombre con muchas ilusiones pero se encontraba cansado, ajado, marchito, solo quedaba su hígado iridiscente para tragar con el dolor de la incomprensión y la impotencia de ver, que aquella alarma esta vez si fue real y nunca recibiría la comprensión de quienes, víctimas de su propio orgullo, perecieron bajo las garras siniestras y hostiles de una prueba nuclear descontrolada.
Hoy quizá él no exista ni canten los pájaros en Bélices.

Mon 24/10/06

Mundologia. De Suprunaman

Un largo pasillo tétrico y oscuro era el camino a recorrer para llegar al baño. Había que flanquear la pequeña puerta de madera, arrugada y arqueada.
Aquel baño no era pequeño, pero lo parecía. Tenía unas baldosas amarillentas y la sutil luz proveniente del espejo acentuaba aquel amarillo que se volvía verdoso. El suelo estaba pavimentado con baldosas hidráulicas de color negro jaspeado. Al lado derecho del lavabo una cortina salmón escondía una bañera con un desagüe oxidado. Al otro lado había un retrete con una tapa de plástico. Justo al costado de éste, se hallaba una especie de balsa de dos metros cuadrados de donde brotaba un agua iridiscente. Se podía ver el sucio fondo de la balsa. Un pez rojo grande y gordo calumniaba a un vecino mientras nadaba acompañado de una bacaladilla fina pero también enorme, había una serpiente enrollada en un tronco lleno de musgo, a su alrededor se adivinaban unas monedas de plata que parecían antiguas.
Eric oyó un chapoteo y se acercó a la balsa con temor, intentaba tener una vista general de todo aquel lugar que se le antojaba hostil. Fue entonces que de las profundidades del agua surgió una mujer desnuda que lo atrapó de los hombros. Estaban frente a frente, la cabellera rubia, la piel blanca, los ojos azules y los dientes plateados de donde le resbalaba sangre. Eric trató de dar un paso hacia atrás, pero con una fuerza sobrehumana, ella lo arrastró hacia el agua. Nadó con el muchacho entre sus zarpas hasta el fondo de la balsa. Eric palideció, el camino estaba lleno de cadáveres humanos, una auténtica hecatombe. Al fin divisaron un castillo de coral luminiscente, bajaron a las mazmorras y la sirena encerró a Eric en una jaula bastante pequeña, el chico quedó allí comprimido a la espera de su muerte.

Suprunaman 23/10/06

Punto de mira. De Chajaira

A veces, sin saber bien el porqué, acechamos a alguien cotidiano de nuestro rededor y lo atacamos vilmente día tras día, sin tregua, sin compasión, con desgarro y toda la intencionalidad.
Yo trabajo en una compañía de seguros, soy Agente de Ventas concretamente, por la mañana antes de iniciar las visitas a mi cartera de clientes, cuando aún los rayos iridiscentes del amanecer caen sobre las calles húmedas de la madrugada, nos reunimos todos en la oficina. Somos doce compañeros en total y, es después del olor del primer café de máquina, cuando parece producirse una hecatombe, aunque en realidad sólo hay una única víctima y estoy seguro que ella así lo siente.
Luisa es una chica normal, administrativa, no dice nada, ni es guapa ni fea, pero no levanta la mirada lo suficiente, gesto que la condena a recibir todo tipo de hostilidades.
De manera sutil, intenta camuflarse entre sus compañeros, buscando alguna excusa para no sentirse ajada después de las constantes burlas; bien por su torpeza o por las calumnias transmitidas al Jefe de Personal para que recaigan sobre ella los errores de otros. Siempre intentando flanquear sus puntos débiles, pero sin éxito.
Lo peor de todos es que, sin mi pesar, somos realmente conscientes de que nuestra actitud es repulsiva e intolerante, no hacemos nada por mejorar lo que para Luisa es una tortura diaria. La utilizamos para vaciar en ella lo miserable que somos, pues realmente cuando salimos de allí, nuestras vulgares y monótonas vidas, no valen nada, mientras ella, sonríe ante la libertad de saber que fuera de allí, le espera un chico guapo de enormes y tiernos ojos con una niña aferrada a su mano para ir juntos hasta el hogar que comparten. Nos corroe el verla feliz. El lunes nos encargaremos de borrarle tan cruel gesto.

Chajaira 23/10/06

Palabras para el "contemos cuentos 19"

Para este juego se seleccionaron las siguientes palabras:

AJAR

CALUMNIA

FLANQUEAR

HECATOMBE

HOSTILIDAD

IRIDISCENTE

SUTIL

Para la segunda semana de juego, se propusieron los siguientes temas:

Acción
Amor/desamor
Erótico
Intriga/misterio
Infantil


Con cuatro votos ganó la opción INFANTIL.
En resumen se escribieron un total de 13 cuentos que podréis leer aquí.

Paternidad. De Ideliee

Hace tiempo que no bebo agua, ni digiero alimentos. La tierra húmeda se impregna en mi cuerpo y las ampollas empeñadas en lacerar me han doblegado.
Ella no me dio la posibilidad de huir. Aún siento sus manos ásperas cubriendo mi piel de barro. ¡Pensar que me hizo tanto bien! Su cintura se resbalaba hasta hacerse sólida. Era cuestión de concentrarse. Por eso nos fuimos lejos, a un sitio recóndito donde no pudieran molestarnos. Recogí los materiales, agua de manantial y otras herramientas, la puse sobre el platón y me desnudé para atraer la energía. Ella se asustó al verme dar brincos a su alrededor simulando un ritual, exteriorizando mi alegría, la consagración del arte en viva tendencia de la realidad. Se hizo un ovillo. El volumen de sus nalgas resaltaba a la luz de la antorcha.
No puedo negar lo excitante del momento. Pulí los últimos detalles y mi experiencia fue única. Ella se quedó tendida, inmóvil, esperando que yo terminara. Luego la abracé exhausta y medio inconciente para coaccionar su piel con mi temperatura.
Los rayos de sol husmearon en las ranuras de la cueva. Mis articulaciones estaban recias. Desperté y sus manos cubrían mi piel con pedazos de barros arrancados de la suya, humedecidos con agua. Ella en cambio se había vuelto flexible, radiante y algo humana, emitía chillidos faltos de desarrollos. Terminó de cubrirme. Me sentí tieso como una estatua. Cuando se percató que mis ojos estaban mirándola desató su mal humor lanzándome al suelo y me dio con sus pies fuertes golpes hasta dejarme tirado en el pantano.
Ahora yo no importo mucho. Debo alertarla de los peligros que le acecharan sino regresa a buscarme, de lo importante de la paternidad, de lo imprescindible que es mantener la inmovilidad para sobrevivir.
Puede que el dolor la haga regresar cuando sienta que se vuelve placer dentro de sus entrañas. El mundo es tan ubicuo que nos podemos encontrar en cualquier circunstancia, aun dentro del pan…ta...no…

Ideliee 24/10/06

Ubicua involuntaria. De Edurne

Situaciones en las que nos vemos envueltos sin quererlo, y en las que debemos introducir una buena dosis de humor para salir airosos de ellas.

Como la realidad con la que me encuentro yo cada año en mi bar.
Regento un garete de noche, un club musical muy ameno situado en un recóndito y estratégico lugar de la ciudad, al que acuden cada verano gentes de todos los rincones del mundo. Tengo mis clientes habituales, como cabe suponer, pero a altas horas de la madrugada también reciben mi cobijo aquellos que con su enturbiada mirada ebria, después de retozarse por el barro de la noche, necesitan una última copa y concluyen su deambular en mi local.
Cada año desde hace cinco, en mayo, me visita a diario una pareja con asiduidad. Los dos, Bruno y Georg, son más felices que unas pascuas, radiantes de alegría porque saben que en mi casa no hay miradas suspicaces hacia los que se atreven a salir del armario. Pasan las noches, una detrás de otra, bebiendo, riendo y disfrutando como locos … se aman con la libertad que les ofrece mi guarida y vuelven a su país con el recuerdo de unas vacaciones geniales.
Pero… En septiembre vuelve Bruno, con su mujer y su hija. La primera noche que llega me abraza y en mi mirada confirma que no existe la posibilidad de un desliz, me conoce y sabe que jamás voy a lacerar la integridad de su familia. Saludo a Jenny y a su hija, orgullosas de tener un marido y un padre tan genial, felices de ver que tienen buenos amigos en España. Sí, somos buenos amigos, los amigos están para eso, allá cada uno con su conciencia. Se siente a gusto y a salvo con mi complicidad, aunque jamás hemos hablado de ello.
Observo a Bruno, su actitud tan distinta en mayo y en septiembre. Con Georg se le ve a sus anchas, risueño y enamorado, compartiendo caricias y carcajadas. En sus gestos se advierte con claridad que no finge, está enamorado.
Con Jenny es la educación y la seriedad personificadas, controlando a cada momento sus reacciones y procurando no apartarse de los cánones preestablecidos.
Nos vemos en mayo, Bruno, ¿hasta cuándo durará esto? ¿Podrás controlar la situación? Te deseo lo mejor.

Edurne 22/10/06

¿La vida al revés? De Aquarella

Sigo sin comprender esa mirada, mitad amor mitad lástima, la que seguramente se le dedica a un ídolo de barro que os ha decepcionado, pero ¿en qué? Mi culpa, no ser como esperabais que fuera, mi castigo, esa mirada que me lacera el alma. Todo el mundo tiene cambios de humor, pero interpretáis los míos como parte de una enfermedad que me hace diferente, me aleja de lo que se considera normal... ¿Quién decide los valores de la normalidad?

En lo más recóndito de mi ser sigue latiendo la misma pregunta ¿Por qué yo no soy igual? No sé hablar como vosotros, pero me hago entender, aunque no sea con palabras. También comprendo lo que decís, por eso me duele que habléis delante de mí como si no estuviera, no pudiera oír o fuese incapaz de entender... en esos momentos me gustaría gritar ¡estoy aquí! Parece mentira que no os deis cuenta.

Me gusta la lluvia, me tranquiliza ver llover. A veces, cuando me quedo ensimismado mirando las gotas que brillan en la luz de la farola, os oigo decir

Mírale, tiene la mirada perdida... ya está en su mundo otra vez.

¿Mi mundo? A lo mejor resulta que tengo el don de ser ubicuo y puedo estar en varios mundos a la vez. ¡Menudo chollo! ¿Y si resulta que yo soy el normal y vosotros sois los raros? Existe esa posibilidad ¿verdad? Algún día tendréis que explicarme qué significa eso de que soy autista y veo la vida al revés.

Aquarella 22/10/06

Los elementales Capítulo diez. El Rey y el pecado

Me sentí abrumado ante la posibilidad de un cambio en el humor de Anna, al poderse sentir incómoda después de mis palabras, pero no fue así. No tardó en regresar.

Y ¿su esposo? ¿No viene con usted?

Rescaté de mi bolsillo el manuscrito con los conjuros y lo deposité a vista sobre la mesa.

Anna, la fuerza que me trajo hasta aquí nace de la Kábala. Cuentan que Adán fue rey y señor de los elementos. Por aquel entonces el hombre, dominado por la bondad y la inocencia, se relacionaba con los seres que habitaban cada uno de los elementos en ubicua armonía. Los silfos del aire, los gnomos de la tierra, las ondinas del agua, y las salamandras del fuego compartían con él todos los bienes. Pero al ver a su rey sucumbir a la tentación y al pecado, sintieron lacerada su confianza y ante la traición lo abandonaron. Desde ese día no se ha cesado en la búsqueda para recuperar el contacto perdido. Necesitamos de la unión con los elementos para subsistir en paz. Por si eso fuera poco, los seres elementales se han resistido a recuperar el contacto por miedo a verse contaminados. Debemos proteger el poder que nos acerca hasta ellos pues, en manos equivocadas, podría significar un desequilibrio de las fuerzas naturales.
Por separado, cada uno de los conjuros no tiene más que el valor de un contacto fugaz, como el barro que se desliza entre los dedos, pero juntos la cosa cambia. No pude corroborar que el manuscrito perteneciera realmente a su propietario, tenía un aspecto lamentable, como si durante años hubiese estado en un lugar recóndito; la humedad y los insectos habían alterado su integridad, por lo que determinados pasajes no quedaban del todo claros. Una pequeña reseña precedía aquellos poemas mágicos. Sin dudarlo me introduje de pleno en su análisis, no hubiera sido la primera vez que me engañaban, y posteriormente en su estudio. Pero a simple vista, los símbolos que acompañaban aquellas páginas no daban motivo de duda. Tenía, ante mí, un trabajo magnífico realizado con una delicadeza admirable. Me sentí tan fascinado que, en las noches siguientes, apenas si dormí. Conseguiría aquellos poderes fuera los que fuese. Esa fue mi determinación.

Monelle/CRSignes 19/10/06

Un demonio en mi casa. De Suprunaman

Iba con el coche escuchando un programa de humor que hacen por las mañanas. Pulsé el mando y levanté la persiana del garaje. Una mancha negra traspasó raudo hacia el recinto. Aparqué y cogí la escoba para espantar a aquella criatura. Era un gato negro, estaba escondido detrás de la fotocopiadora, “chuso, chuso” le dije, arrastré el aparato, había desaparecido. Arrastré más la fotocopiadora y vi una pata y un rabo, inmóviles, cabía la posibilidad de que le hubiera aplastado la cabeza. “Recemos un padre nuestro por él”, pensé. Se movía, tal vez sólo se hubiera lacerado una pata y le agarré del rabo para sacarlo. Pero él corrió todo lo que pudo escondiéndose en un recóndito lugar, al fondo de una estantería, casi pude ver su estela. “Maldito gato de mierda”, le grité. Entonces decidí llamar a mi abuela:
Abuela, que ha entrado un gato negro en el garaje.
¿Y que quieres que haga yo?
… No lo se.
Volví dentro con la escoba y le aticé un par de golpes a ver si se marchaba pero… “Ffffffff” me dijo enseñándome las uñas. “Si no es por las malas, a lo mejor por las buenas…” llamé de nuevo a mi abuela.
¿Abuela, porque no me bajas un trozo de pan con leche? Pondré unas cuantas migas en dirección a la calle, tal vez esta sea la forma.
Pasaron quince minutos y subí las escaleras a ver que hacía la abuela. Preparaba un potaje con madalenas y zumo, parecía barro.
Abuela, que no quiero que se quede a vivir aquí.
Cogí el pan y la leche y volví a aquel lugar. “Fffffff” otra vez.
Joder, no voy a conseguir echar al gato. Ya lo tengo, llamaré a la policía.
Policía, ¿en que puedo ayudarle?
Es que ha entrado un gato negro en mi cochera y… -colgó el teléfono.
Entonces sucedió un milagro, apareció por allí una amiga.
Ten cuidado Ana, es un demonio.
Al acercarse al gato, este volvió a gruñir “ffffffffff”.
Tienes razón, habrá que exorcizarlo. Abandona este cuerpo de gato demonio. Yo te lo mando. ¡Abandónaloooo…!
El gato estaba ubicuo en todo el lugar, se mordía la cola, se retorcía de dolor.
¡Ten agua bendita!
Y empezó a mojarle la cara. Por fin el gato salió disparado hacia la calle y pude descansar de tan agotadora tarea.

Suprunaman 17/10/06

El romero, el engaño y la muerte. De Monelle

Una corriente helada me sacó de la ensoñación y ahuyentó los efluvios de tu recuerdo, para hacerme retornar a la realidad que te alejaba lacerando mi ánimo. Largas horas de vigilia en las que soñábamos despiertos, única posibilidad que nos permitían para mantener el humor. Cualquier ruido encogía nuestros corazones, revolvía nuestra voluntad. En lo recóndito del pensamiento, en ese momento cuando éste nos evade de la verdad, el miedo desaparece convirtiendo a la muerte en la amante soñada. Quizás, no debimos abandonarnos tanto al ubicuo pasaje de los deseos, pero ¿qué más podíamos esperar cuando todo ya estaba decidido?
El muro se extendía envolviendo el campamento. Fuera de él la vida cobraba mayor valor. Setenta y dos horas de guardia. En ocasiones imaginábamos que el paso de las tropas enemigas era en retirada; entonces, nos sorprendía el siseo de una bala perdida, o el vuelo de un ave espantada.
El viento mecía las ramas y las hojas de los árboles. Mientras, el sol continuaba con su deambular transformando las sombras, ora en monstruosos, ora en los cálidos trazos de tu presencia. La lluvia, copioso encuentro del agua contra un suelo seco, tuvo mucho que ver en nuestro primer encuentro. El aire invadido por el olor de la tierra al fin humedecida, había pasado a suavizar su aroma mezclándolo con el del romero y otras hierbas aromáticas. No me sorprendió comprobar que tu cabello, repleto de diminutas flores lila, desprendía el mismo aroma hipnótico, excitante. Contrastando con el reflejo de tu negra cabellera, las nubes se trasladaban veloces, como un telón que anunciara el final de la función. Fue entonces que volvió a mi, empujado por el viento, tu perfume.
La lluvia persistente, que había convertido la tierra en barro, deshizo las matas de romero desperdigando en todas direcciones su olor. Me atrapó al instante velando mis sentidos con su fragancia. Penetró al tiempo que la bala se alojaba en mi. La muerte usó del engaño para evitar mi pelea. Su negro manto simulaba tu cabello, los ruiseñores falsearon tu voz, solamente el aroma del romero fue cierto. Desperdigada por el viento, aquella fragancia me transportó hasta sus brazos en la dulce entrega del último suspiro. Pero aunque cree haberme engañado, siempre seré tuyo.

Monelle/CRSignes 15/10/06

En la ventana. De Fledermaus

Se encendieron las farolas. Con aquel temblor tenue, de un pensamiento que tantea la posibilidad de no encenderse. El cielo plomizo pareció ensombrecerse entonces.
A través de la ventana, el suave tiritar de las hojas de los árboles desprendían las cosquillas de una película muda. Sabía del frío del exterior. Veía los charcos y el barro tatuado, por el pasar de los neumáticos.
El prado estaba empapado; la lluvia se había quedado durante todo el día. La habitación y toda ella estaban impregnadas de una voz que ya no existía…

¿Cuál era su humor? ¿Se había dejado vencer por él, o lo había provocado? Si le hubieran preguntado cómo se encontraba, no habría sabido qué responder. Era un alma ubicua de sentimientos. Y confabulaba con su paz mientras afilaba sus reproches; y sentía la piedad por el caracol que trepaba en el cristal, y se regodeaba en el desprecio de ver a su vecina lamentarse ante la colada, que debería ser lavada y puesta a secar de nuevo.

El cristal helaba las yemas de sus dedos. Caía la noche despacio, como una niebla espesa. En silencio y sin pausa, en una invasión sutil de una guerra ya perdida.

En el fondo de su alma deseaba encontrarse en París, en una recóndita plaza sin nombre, en otoño de un año recordado con nostalgia. En realidad no. E imaginaba el sueño que en el fondo de su ser, no deseaba.

Pronto ya no habría nada que ver por la ventana. Los latidos del corazón lacerado, eran imperceptibles a su consciencia, y sin embargo, vivía. Y era feliz. Sentía vergüenza ante aquella posibilidad y corría a envolverse en los males del mundo. Sufrimientos que no conocía. Enfermedades que no padecía. Horrores que no viviría. ¿A qué esa locura?

Una voz, tan siquiera eso ya. Como quedarse clavada en el muelle esperando un barco hundido. Esperando ¿qué al fin? Si la vida desgranada le caía despacio de los cabellos y de los vestidos.

Se apagó el mundo y pareció entonces que siempre había sido así de oscuro. Ya no había nada que ver.

Fledermaus 15/10/06

Los elementales: La otra realidad (Cap.8). De Monelle

Me entretuve observando los papeles. Desgraciadamente nunca alcanzaría a comprender lo que impulsó a mi hermano en su traición, ni el porqué me envió aquella advertencia.
Pasé la mañana encerrado, necesitaba lacerar mi culpa. Si hubiera entrado alguien, no me habría visto con el suficiente humor como para contestar a ninguna pregunta. Y aunque era una quimera creer en la posibilidad del reencuentro, deseé nuevamente un milagro.
En mis manos había tenido el poder. Por unos segundos el destino me perteneció. Con un solo gesto, pude hacer desaparecer todo resquicio de vida, reculando a los orígenes de nuestro mundo, de un salto y sin retorno. Pero me perdió el egoísmo, y creyendo poder conservar el don que se me había concedido, sólo pensé en mi.

La lluvia había embarrado el patio y aquella materia informe, que servía de improvisado juguete a los pequeños de regreso ya, me devolvió a ese recóndito pasaje de mis pensamientos del que tan sólo pude salir al sentir unas risas infantiles a mi lado.

Julien, disculpe a los niños, pero es hora de comer algo —Anna me miraba con ternura desde la puerta.
Gracias, ahora mismo voy.

Observé las huellas que el barro dibujo en el suelo al paso de los pequeños. Y como si de una senda abierta al pasado se tratara, comencé a urdir un plan. Durante la comida me mostré cortés pero distante, posiblemente pensaron que aún me sentía afectado por los descubrimientos, y en el fondo me convenía que así fuera. Tal vez por eso, aquel día, ya no volvieron a molestarme.
De camino al patio, evocaba el momento en el que realicé el salto, cuando me transformé en un todo con la natura, incluso se me concedió el don de la ubicuidad.

— Ojo con lo que haces muchacho —y allí me encontraba de nuevo, en el día de mi partida.
Perdón maese di Ajaccio, estoy nervioso.
Déjalo ahí y escucha. Esta madrugada, antes de que la luna salga, te espero aquí mismo.

Era como verme fuera del cuerpo. Nuestras miradas contenían la misma energía.

Al introducir mis manos en el charco, regresé. Pero cuál era el momento real. Sentí la suave amalgama, de agua y tierra, en contacto con mi piel. Comenzaba a dudar de mi cordura. Apreté fuertemente el puño, moldeando mi rabia al constatar el porqué me había tenido que enfrentar solo al conjuro.

Monelle/CRSignes 12/10/06

Viaje a Marte. De Suprunaman

Jonh se lo tomaba todo con humor, en la guerra es mejor así. Pero esta vez estaba jodido, habían buscado sin descanso las armas nucleares en una recóndita base en Corea. Recuerda cómo corría intentando huir de las ráfagas de las ametralladoras, al fin cayó al suelo. Todo el mundo se preocupaba por salvar su propio pellejo. Jonh se había lacerado una pierna, o las dos, no lo tenía demasiado claro. Había gritado y pedido ayuda a sus compañeros de armas, pero esto era una guerra.
Los militares coreanos se le acercaron de forma hostil, le insultaban y escupían, una lluvia de golpes y patadas le cayeron encima; malditos coreanos, parecía que tenían el don de la ubicuidad, estaban en todas partes. Se hallaba tirado en el barro, la posibilidad de llegar a su arma era nula. En los ojos de aquellos orientales pudo ver sus pocos escrúpulos. Un tiro no casual terminó con su vida en una recóndita base de Corea.
Varios días después despegaron desde Corea unos misiles nucleares en dirección a las grandes capitales del mundo; los imperios como Estados Unidos, Rusia, Francia y otros respondieron lanzando sus bombas. Los turcos creyeron que era una buena oportunidad para quedarse con el mundo así que también se fueron a la guerra.
Así fue como acabamos poblando Marte.

Suprunam 11/10/06

Palabras para el "contemos cuentos" 18

Un nuevo reto para crear historias con las siguientes palabras:

BARRO

HUMOR

LACERAR

POSIBILIDAD

RECÓNDITO

UBICUO

La propuesta para la siguiente semana, pasó por la encuesta entre las que se barajaba: erótico, acción, wenstern, fantasía/misterio, y vivencia personal.
Ganó con 4 votos VIVENCIA PERSONAL. Se esperaba para la segunda semana relatos narrados en primera persona, aunque éstos fueran fantasiosos.