¡Cómo ha cambiado el cuento! De Aquarella
Por monelle elMay 2, 2010 | EnAquarella, CONTEMOS CUENTOS 19
¿Alguien dijo que la línea entre el bien y el mal era delgada? Pues se equivoca, es una línea muy gorda. En realidad se trata de 120 kilos de buitre carroñero en forma de voluminosa mujer con malas pulgas, como la bruja malísima del cuento: Fea, ajada, gruñona, vengativa y rencorosa. Su lema: “Calumnia, que algo queda”. Que se lo digan a los pobres trabajadores que sufren su hostilidad a diario... la oración que rezan de lunes a viernes y a primera hora de la mañana viene a ser
—Virgencita, virgencita, que no me mire hoy la bruja —y puedo asegurarte que se reza con auténtica fe, los creyentes y los que no los son, porque el miedo está por encima de cualquier religión.
La presencia de la bruja suele ir flanqueada por un par de esbirros –lo que llamamos estómagos agradecidos–, que vienen a hacer las funciones de escoltas. Cada día, exhibe su poder durante el paseo matutino en el que elige una víctima al azar, es entonces cuando llega la hecatombe. Todo comienza con una pregunta aparentemente normal pero, sea cual sea la respuesta, se convertirá en una trampa mortal para la presa.
Los hados del destino han querido que hoy le tocara a la nueva. La misma escena de siempre, pero en esta ocasión con una sutil diferencia, en lugar de optar por el silencio le ha salido la vena guerrera, así que en pleno discursito del tipo ”di-lo-que-quieras-porque-te-pienso-joder-igual” se ha atrevido a interrumpir
—Perdona —después de mostrar la más angelical de las sonrisas ha continuado con una frase que ha dejado pálida a la bruja – ¿Algún gesto en mi cara te ha hecho pensar que me interesa lo que estás contando?
Silencio absoluto... diez segundos de tensión, seguidos de una carcajada general, han conseguido que su mirada se volviese iridiscente, pasando por todos los colores del arco iris para quedarse finalmente en un negro escarabajo enfurecido. La huída, echando chispas y con los dos esbirros colgados de sus muslos, ha sido increíble...
—Cariño ¿Se puede saber por qué le dices esas cosas al niño? ¿No podrías contarle un cuento normal como hacen el resto de los padres?
—Pero si le encantan, mírale como se ríe... además, así va aprendiendo
—¿Qué le gustan? ¡Si solo tiene seis meses! Anda, deja que se duerma y ven a cenar... menudo pedagogo estás hecho.
Aquarella 24/10/06
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