Un demonio en mi casa. De Suprunaman
Por monelle elAbr 14, 2010 | EnSuprunaman, CONTEMOS CUENTOS 18
Iba con el coche escuchando un programa de humor que hacen por las mañanas. Pulsé el mando y levanté la persiana del garaje. Una mancha negra traspasó raudo hacia el recinto. Aparqué y cogí la escoba para espantar a aquella criatura. Era un gato negro, estaba escondido detrás de la fotocopiadora, “chuso, chuso” le dije, arrastré el aparato, había desaparecido. Arrastré más la fotocopiadora y vi una pata y un rabo, inmóviles, cabía la posibilidad de que le hubiera aplastado la cabeza. “Recemos un padre nuestro por él”, pensé. Se movía, tal vez sólo se hubiera lacerado una pata y le agarré del rabo para sacarlo. Pero él corrió todo lo que pudo escondiéndose en un recóndito lugar, al fondo de una estantería, casi pude ver su estela. “Maldito gato de mierda”, le grité. Entonces decidí llamar a mi abuela:
— Abuela, que ha entrado un gato negro en el garaje.
— ¿Y que quieres que haga yo?
— … No lo se.
Volví dentro con la escoba y le aticé un par de golpes a ver si se marchaba pero… “Ffffffff” me dijo enseñándome las uñas. “Si no es por las malas, a lo mejor por las buenas…” llamé de nuevo a mi abuela.
— ¿Abuela, porque no me bajas un trozo de pan con leche? Pondré unas cuantas migas en dirección a la calle, tal vez esta sea la forma.
Pasaron quince minutos y subí las escaleras a ver que hacía la abuela. Preparaba un potaje con madalenas y zumo, parecía barro.
— Abuela, que no quiero que se quede a vivir aquí.
Cogí el pan y la leche y volví a aquel lugar. “Fffffff” otra vez.
— Joder, no voy a conseguir echar al gato. Ya lo tengo, llamaré a la policía.
— Policía, ¿en que puedo ayudarle?
— Es que ha entrado un gato negro en mi cochera y… -colgó el teléfono.
Entonces sucedió un milagro, apareció por allí una amiga.
— Ten cuidado Ana, es un demonio.
Al acercarse al gato, este volvió a gruñir “ffffffffff”.
— Tienes razón, habrá que exorcizarlo. Abandona este cuerpo de gato demonio. Yo te lo mando. ¡Abandónaloooo…!
El gato estaba ubicuo en todo el lugar, se mordía la cola, se retorcía de dolor.
— ¡Ten agua bendita!
Y empezó a mojarle la cara. Por fin el gato salió disparado hacia la calle y pude descansar de tan agotadora tarea.
Suprunaman 17/10/06
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