Los elementales Capítulo diez. El Rey y el pecado
Por monelle elAbr 16, 2010 | EnMonelle, CONTEMOS CUENTOS 18
Me sentí abrumado ante la posibilidad de un cambio en el humor de Anna, al poderse sentir incómoda después de mis palabras, pero no fue así. No tardó en regresar.
— Y ¿su esposo? ¿No viene con usted?
Rescaté de mi bolsillo el manuscrito con los conjuros y lo deposité a vista sobre la mesa.
— Anna, la fuerza que me trajo hasta aquí nace de la Kábala. Cuentan que Adán fue rey y señor de los elementos. Por aquel entonces el hombre, dominado por la bondad y la inocencia, se relacionaba con los seres que habitaban cada uno de los elementos en ubicua armonía. Los silfos del aire, los gnomos de la tierra, las ondinas del agua, y las salamandras del fuego compartían con él todos los bienes. Pero al ver a su rey sucumbir a la tentación y al pecado, sintieron lacerada su confianza y ante la traición lo abandonaron. Desde ese día no se ha cesado en la búsqueda para recuperar el contacto perdido. Necesitamos de la unión con los elementos para subsistir en paz. Por si eso fuera poco, los seres elementales se han resistido a recuperar el contacto por miedo a verse contaminados. Debemos proteger el poder que nos acerca hasta ellos pues, en manos equivocadas, podría significar un desequilibrio de las fuerzas naturales.
Por separado, cada uno de los conjuros no tiene más que el valor de un contacto fugaz, como el barro que se desliza entre los dedos, pero juntos la cosa cambia. No pude corroborar que el manuscrito perteneciera realmente a su propietario, tenía un aspecto lamentable, como si durante años hubiese estado en un lugar recóndito; la humedad y los insectos habían alterado su integridad, por lo que determinados pasajes no quedaban del todo claros. Una pequeña reseña precedía aquellos poemas mágicos. Sin dudarlo me introduje de pleno en su análisis, no hubiera sido la primera vez que me engañaban, y posteriormente en su estudio. Pero a simple vista, los símbolos que acompañaban aquellas páginas no daban motivo de duda. Tenía, ante mí, un trabajo magnífico realizado con una delicadeza admirable. Me sentí tan fascinado que, en las noches siguientes, apenas si dormí. Conseguiría aquellos poderes fuera los que fuese. Esa fue mi determinación.
Monelle/CRSignes 19/10/06
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