Los elementales: La otra realidad (Cap.8). De Monelle
Por monelle elAbr 8, 2010 | EnMonelle, CONTEMOS CUENTOS 18
Me entretuve observando los papeles. Desgraciadamente nunca alcanzaría a comprender lo que impulsó a mi hermano en su traición, ni el porqué me envió aquella advertencia.
Pasé la mañana encerrado, necesitaba lacerar mi culpa. Si hubiera entrado alguien, no me habría visto con el suficiente humor como para contestar a ninguna pregunta. Y aunque era una quimera creer en la posibilidad del reencuentro, deseé nuevamente un milagro.
En mis manos había tenido el poder. Por unos segundos el destino me perteneció. Con un solo gesto, pude hacer desaparecer todo resquicio de vida, reculando a los orígenes de nuestro mundo, de un salto y sin retorno. Pero me perdió el egoísmo, y creyendo poder conservar el don que se me había concedido, sólo pensé en mi.
La lluvia había embarrado el patio y aquella materia informe, que servía de improvisado juguete a los pequeños de regreso ya, me devolvió a ese recóndito pasaje de mis pensamientos del que tan sólo pude salir al sentir unas risas infantiles a mi lado.
— Julien, disculpe a los niños, pero es hora de comer algo —Anna me miraba con ternura desde la puerta.
— Gracias, ahora mismo voy.
Observé las huellas que el barro dibujo en el suelo al paso de los pequeños. Y como si de una senda abierta al pasado se tratara, comencé a urdir un plan. Durante la comida me mostré cortés pero distante, posiblemente pensaron que aún me sentía afectado por los descubrimientos, y en el fondo me convenía que así fuera. Tal vez por eso, aquel día, ya no volvieron a molestarme.
De camino al patio, evocaba el momento en el que realicé el salto, cuando me transformé en un todo con la natura, incluso se me concedió el don de la ubicuidad.
— Ojo con lo que haces muchacho —y allí me encontraba de nuevo, en el día de mi partida.
— Perdón maese di Ajaccio, estoy nervioso.
— Déjalo ahí y escucha. Esta madrugada, antes de que la luna salga, te espero aquí mismo.
Era como verme fuera del cuerpo. Nuestras miradas contenían la misma energía.
Al introducir mis manos en el charco, regresé. Pero cuál era el momento real. Sentí la suave amalgama, de agua y tierra, en contacto con mi piel. Comenzaba a dudar de mi cordura. Apreté fuertemente el puño, moldeando mi rabia al constatar el porqué me había tenido que enfrentar solo al conjuro.
Monelle/CRSignes 12/10/06
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