Los elementales. Capítulo dieciséis: Jugando con fuego. De Monelle

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—Enaltecí que mis ayudantes decidieran dedicar sus energías en la búsqueda de Edgar. Les eximí de sus obligaciones y les dije con un toque de cinismo: “No cejéis en vuestro empeño. Pobre muchacho. ¡Ojalá reaparezca pronto!” Mientras por otro lado intentaba ayudar con algunas monedas a su familia. Estaba impaciente, había oído hablar de la existencia de seres ígneos que recorrían el mundo provocando incendios. Las Salamandras eran las menos conocidas de todos los elementales, incluso la tradición popular las había desterrado de sus mitos y leyendas debido a sus travesuras malintencionadas. Un juego de pequeños fuegos: cirios y lámparas de aceite, debían ser colocados junto con las ofrendas. La hora exacta para lanzar el conjuro según mis cálculos astrológico debía ser quince minutos antes de la once de la noche, hora en la que el sol entraba en contacto con el signo de Leo. Mi propio taller sería el escenario escogido. Debía ser discreto. La perdición me aguardaba si alguien lo descubría.

“Inmortal, eterno,
inefable, e increíble
Padre de todas las cosas
que te hacen llevar
en el rodante carro de los giratorios...”

El tono de mi voz subía parejo con la intensidad de las llamas. Al instante pequeñas bolas incandescentes, saltando descontroladas, cruzaron el espacio chocando unas contra otras.

“...¡Oh! Fuego Radiante,
tú que te iluminas a ti mismo
con tu propio esplendor,
porque salen de tu esencia,
arroyos inagotables de luz,...”

Mis palabras parecían fintar con las luces. Las salamandras eran seres impredecibles y caprichosas. Temí ser pasto de las llamas.

“...¡Oh Padre! ¡Oh Madre!
La más tierna de las Madres!
¡Oh alma, espíritu, armonía y número
de todas las cosas!
Amen”

Aguardé unos segundos. Aquellas esferas de fuego seguían su curso como si nada hubiera sucedido. De repente, la más absoluta oscuridad. ¿Qué había hecho mal? Me sentía estúpido. Intenté acercarme al centro de la sala cuando un gran arco de fuego apareció. Su resplandor casi blanquecino me dejó cegado. Segundos después, cuando mi vista logró acostumbrarse a aquella excesiva luminosidad, mis sentidos quedaron atrapados por la más bella y fascinante de las visiones. Hasta ese instante todos los encuentros habían quedado perdidos en mi memoria, el porqué precisamente mi contacto con las Salamandras quedó aferrado a mi es un misterio a desvelar.

Monelle/CRSignes 09/11/06

Un sueño y un vals impregnados de lavanda. De Monelle

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El sonido de los pasos desapareció al tiempo que la suave fragancia de lavanda que parecía perseguir siempre a su abuela. Los sones irreconocibles y en ocasiones estridentes de la bailarina de porcelana con su caja de música, un vals de las flores sin compás, no han conseguido que la niña se rinda al descanso de aquella tarde lluviosa y apagada.
Asoma sus manos entre las sábanas, toma su muñeca y la besa. De un salto la coloca en el suelo. Tiene que esquivar los juguetes para no romper ninguno de los que en sus travesuras desperdigó por tierra.
¡Qué la música no pare! Antes de que se extinga la última nota, gira la llave con fuerza.
Descorre las cortinas, enaltece la luz que entra. Se distrae con el reflejo de las gotas proyectadas que insinúan sombras danzantes en la pared. Corretea hasta el armario. Se sumerge en las prendas que huelen a lino, manzana, jabón y lavanda. Revuelve los cajones, registra los bolsillos, encuentra los saquitos bordados rebosantes de espliego. Desparrama el contenido de uno de ellos lanzando las flores sobre su cabello.
Comienza su aventura. La lluvia se intensifica y aquellos estúpidos reflejos cuentan historias de parajes verdes y riveras, amores imposibles de bailarinas y princesas. Saca del armario: trajes, bisutería, zapatos y se los prueba. El aroma de la lavanda la estimula.
De repente, las gotas y sus reflejos parecen vibrar, se despegan del cristal, lo traspasan y por un momento revolotean formando arcos y círculos de luz de brillantes colores que fintan alrededor de ella.
Es el vals de la flores —exclama, —es la música que resucita el cuento.
Sueña que es la bailarina. El soldado de amplia boca, rodeado de mazapán y frutos secos, aguarda en su cesto y suspira por ella.
Siente su voz cascada que le dice que será suya, que su perdición es no verla, que necesita disfrutar de su baile para no morir de tristeza. La niña danza para complacerle y sonríe mientras suena el vals. Se entrega al juego con las sombras y los reflejos.
Cuando la puerta se abre el perfume del espliego y la música regalan a la abuela una ensoñadora escena que le dibuja en el rostro la más amplia de las sonrisas.
La música se detiene y el sonido seco de una nuez al romperse quiebra el silencio.

Monelle/CRSignes 07/11/06

El abrazo. De Marola

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Le parecía una gran estupidez lo que iba a atreverse a hacer aquella mañana de invierno, pero hacía muchos años que deseaba con todas sus fuerzas hacerlo, el pensamiento de la estupidez le había frenado siempre, pero ahora pensaba que haciendo una finta a la vida podía hacer lo que más deseaba. Quizá sería su perdición pero se lo tomaba todo con mucha filosofía después de los terribles momentos que había pasado desde hacía unos meses.
Todos pensaban que había sido una travesura pero a él le daba igual, solo había habido una persona que gracias a su positividad, su entereza lo había hecho enaltecer de aquella situación, animándolo siempre.
Quería pasar por debajo del arco de Triunfo de Barcelona, lo quería hacer con una pancarta en el cuello pidiendo que la gente le abrazara, le dijera en ese preciso instante que es lo que sentía teniendo a alguien entre sus brazos. Quería sentir en su piel que es lo que se siente queriendo a alguien, porque él, por extraño que parezca, jamás había sentido un abrazo. Huérfano desde los seis meses estuvo viajando de orfanato en orfanato sin amor, cariño o estima por parte de ninguno de sus tutores. Así fue como Raimundo sintió el abrazo. Lo hizo, y en aquellas dos horas que estuvo abrazándose con la gente sintió el mayor gozo jamás sentido, se fue orgulloso y contento a descansar de aquella proeza que siempre pensó que no podría conseguir. ¡Qué fácil ha sido! Exclamó mientras recorría el camino a casa, y que sencillo poder abrazar a la gente, lo que no comprendo es como cuesta tanto demostrar una cosa tan sencilla y tan barata.

Marola 07/11/06

Pensamientos antes de dormir. De Suprunaman

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La vida consiste en fintar el máximo tiempo posible a la muerte. La estupidez humana nos hace pensar que sólo existen los malos momentos y esto nos lleva a la depresión, a la perdición.
La concienciación social también nos prohíbe realizar travesuras, actos en ocasiones alocados que enaltecen nuestra condición de seres pensantes. Hay que seguir la corriente.
Me quedan ciento cuarenta y dos palabras para terminar este texto y no se que decir además de que me falta la palabra arco. Menudo texto estoy haciendo. Monelle, lo siento, no lo haré más. Si queréis os puedo cantar la canción de “mi carro” de Manolo Escobar a ver si de esta forma acabo con el espacio que me queda. Por cierto, todo el mundo habla de las elecciones catalanas y el tripartito, de Marbella y las estafas inmobiliarias, de la próxima ejecución de Sadam Husein…
Si tuviera que escoger una verdura para describirme en estos momentos os diría que soy un tomate. Y si fuera un animal sería una hiena porque casi me estoy atragantando de la risa escribiendo este galimatías surrealista.

-¡Corten, corten! Hagan el favor de llevarse de aquí al perro verde que seguro que se ha fumado un poleo antes de venir.

Si os ha gustado me alegro y si no… así es la vida.

Suprunaman 07/11/06

Anatomía de la indiferencia. De Aquarella

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Algunas veces tengo la urgente necesidad de creer en la supuesta inteligencia del ser humano, enaltecer la bondad que se le adjudica por naturaleza, incluso pensar que la generosidad aún existe... tarea que resulta cada vez más difícil. Basta con mirar alrededor, ver simplemente las noticias, para comprobar el deterioro en el que nos vamos sumiendo con la mejor y más bobalicona de las sonrisas. Hoy vais a permitirme una travesura, casi una maldad, porque lo que debería ser un relato cómico, o un cuento erótico tal vez, ha decidido por su cuenta convertirse en una crítica constructiva, y no me he sentido capaz de llevarle la contraria.

Ha llegado noviembre, precursor del agosto de los que venden y la perdición de los consumistas, es decir, la simbiosis perfecta entre la publicidad más inútil y las necesidades que menos se necesitan. La estupidez colectiva se camufla bajo un aluvión de luces en las calles, hipnóticos escaparates, dulces navideños y esa felicidad de plástico que pretendemos comprar a golpe de tarjeta... mientras el arco del dolor se sigue tensando y se desestabilizan todavía más las almas insatisfechas. Se intercalan anuncios de cava, turrón y juguetes con imágenes de niños hambrientos, tan acostumbrados estamos que ya casi no se nos encoge el estómago al verlo, ni siquiera los muertos de las guerras nos duelen; sí, “haberlos haylos” como las meigas, pero están tan lejos...

A veces creo que el mundo gira en el sentido contrario al que debería hacerlo, ha perdido la órbita coherente y vaga sin rumbo por el vacío de la indiferencia ¿cómo es posible que no nos demos cuenta? El calendario me dicta una sonrisa festiva, pero yo escribo una lágrima silenciosa, y no por el consabido anuncio que volverá a casa como siempre por esta época. Éste año le he hecho una finta al puñetero anuncio y me he adelantado... sólo al anuncio, porque me temo que turrones y mantelerías navideñas ya están en las tiendas.

¿Qué si odio la Navidad? ¡Claro que no! Es solo que me da ganas de vomitar la hipocresía que la rodea... de hecho, seguro que dentro de un mes me ha abducido el sentir general y os estoy deseando felices fiestas.

Aquarella 06/11/06

Palabras para el "contemos cuentos 20"

Con estas palabras construimos los relatos esta quincena.

ARCO

ENALTECER

ESTUPIDEZ

FINTAR

PERDICIÓN

TRAVESURA

El tema que ganó por número de votos en la encuesta sobre qué escribir la segunda semana fue AVENTURAS con 5 votos de ocho, los otros tres se repartieron en otras tantas de las propuestas.
Un total de 11 relatos completaron el juego.

Los elementales. Capítulo catorce: Casi un cuento de hadas. De Monelle

En un rincón del bosque una puerta aguardaba su apertura, precisamente a la hora en el que los seres de luz dejan de ser visibles. Una cosa curiosa ocurre cuando quiero pronunciarme sobre los silfos, soy incapaz de narrar lo ocurrido pese a que mi recuerdo se presenta con total nitidez. Vislumbré el acecho hostil de mis pasos. En un pequeño claro desplegué el ajado escrito, situé las ofrendas en cada uno de los puntos cardinales y comencé a leer:

“Rey invisible y terrible
que habéis tomado la tierra por apoyo y
socavado los abismos
para llenarlos con vuestra omnipotencia
vos, cuyo nombre hace temblar las bóvedas del mundo;
vos, que hace correr los siete metales
en las venas de la tierra,...”

La belleza se me presentó en forma de Silfos, ¿no era lógico pensar que la fealdad debía permanecer oculta en las entrañas de la tierra? Temí despertar algún tipo de hecatombe con el conjuro.

“...Vos que ocultáis bajo la tierra,
en el reino de la pedrería,
la maravillosa simiente de las estrellas,
venid, reinad y sed el eterno dispensador de las riquezas
de que nos habréis hecho guardianes!!!
Amén”

Una espesa e iridiscente neblina eclipsó al sol. Alguien tiró sutilmente de mi túnica, era un anciano que me dijo:

“Bienvenido. Permítame que me presente. Entre el abismo del universo etéreo y el mundo de las sombras en dónde conviven larvas y espíritus apátridas, le saludo. Soy Wamba rey de gnomos, duendes, hadas y demás seres de luz. Hemos aguardado con paciencia su visita. Ahora déjese llevar.”

Disculpad, no es una calumnia pero tan solo recuerdo fragmentos inconclusos sobre el interior del reino de la tierra.
Tarde comprobé que Edgar, uno de mis aprendices, quizás el más rebelde y problemático de todos se encontraba allí junto a mi. Debió seguirme al bosque cuando flanqueé hasta aquel lugar gracias al conjuro, pero no quiso viajar conmigo en el regreso. Apenas si vislumbré un alegre gesto de despedida con el que me invitaba a marcharme sin él. Nunca más le vi, ni tan siquiera pudo dar cuenta de su paradero, aunque hubiese querido me habría resultado imposible. Es la única imagen clara que tengo del intra mundo: jugando en acelerada carrera, Edgar, perseguía pequeñas criaturas aladas mientras canturreaba canciones infantiles de su tierra. ¿Quién sabe? Tal vez aún comparta con ellos su suerte. Aún siga allí.

CRSignes/Monelle 02/11/06

De reyes y dragones. De Suprunaman

Había una vez un reino cerca de las montañas del Monte Perdido. Cierto día llegó a estas tierras un peregrino, tenía la tez muy blanca, sujetaba un cayado con la derecha, su vestimenta era lúgubre y sombría.
El peregrino iba adentrándose al reino en dirección a la plaza central, su paso era lento. Los ciudadanos lo seguían con la mirada. Al fin llegó a la fuente y elevó los brazos al firmamento:
¡Escuchad ciudadanos del reino!
Pronto a su alrededor se formó una multitud.
Sólo soy un mensajero, dijo.
Una gran nube oscura apareció entonces en el cielo cubriendo el iridiscente sol.
Una hecatombe está a punto de caer sobre vuestro pueblo. Pronto un ejército de hostiles guerreros invadirán vuestro reino, los que sobreviváis seréis sus esclavos.
¿Qué sabes tu de eso brujo? —dijo el rey que estaba entremezclado con sus súbditos.
Lo he visto en las estrellas Majestad —dijo éste.—La única manera de evitar este desenlace trágico es que desposéis a vuestra hija conmigo, yo haré un hechizo que hará infranqueables vuestras murallas.
Ah, ya te he descubierto, maldito calumniador. Apresadlo —ordenó el rey.
Pero el brujo hizo un sutil movimiento con su cayado y desapareció tras una nube de polvo.
Pasaron tres días, las trompetas dieron la señal de alarma, un ejército muy numeroso avanzaba con paso rápido hacia el castillo. El rey palideció. Desde su ventana pudo divisar al astuto mago seguido por un ejército de demonios. No pasó mucho tiempo desde la paz del reino a la lluvia de flechas que ahora lo sacudía.
La batalla llegaba a su fin, el ajado estandarte de reino estaba prácticamente rendido.
¡Oh! Dios, rogó el rey, no permitáis que caigamos en manos de estos despiadados demonios. En ese instante se oyó un grito desgarrador y desde el infinito apareció un ejército de ángeles montados en bellos dragones. Inmensas ráfagas de fuego impactaban en los agresores que ardían hasta desintegrarse. Una vez apaciguado el lugar, el capitán de los ángeles visitó al rey que les agradeció su ayuda. El brujo fue apresado por los ángeles y metido una caja hermética que se enterró bajo un monumento que el rey hizo construir en honor a los ángeles de la orden del dragón.

Suprunaman 01/11/06

Bienvenido a la republica particular de mi casa. De Mon

Y a Mikea.

Erase una vez unos niños que tuvieron que ver a sus padres en sillas de ruedas, sin brazos ni piernas ni perrito que les ladrase, a Rusty se lo llevó una bomba traicionera ubicada justo debajo de los mismos huevos del padre, huevos que resultaron ajados tras haber sido capado a ras de pubis. El pobre perrito, tan bondadoso él, ¿qué culpa tuvo de pertenecer a una familia de inocentes que unos hijos de puta asesinaron? Iridiscentemente podríamos decir que se trataba de sutiles independentistas que no querían pertenecer a un determinado país, pero noooo niños, dijo un hombre que se reía diabólicamente, “solo son hombres que matan sin ser castigados” “solo son hombres que por matar a tus padres, abuelos, hermanos y amigos vienen a mi casa para negociar si van a ser 2 o 3 años de cárcel, no más”. Y por eso no quiero que penséis que estoy loco ni que profiero calumnias hacia los que no piensan como yo, sencillamente os aconsejo que veáis y leáis fijamente todos los medios de comunicación que yo mismo he comprado y os enviéis mensajes de móvil entre vosotros como yo lo hago, ah, y si os queda tiempo podéis seguir el Open de Golf—os que hace tantos años se disputa en los incontables campos del Noroeste de la república particular de mi casa, donde todo sobra y se ríen de los pobres.
Este es un cuento donde no hay reyes, príncipes ni princesas, solo hay fantasmas, es un cuento, que bien podría ser de miedo o parecer una hecatombe, que cada vez da más risa y al que prefiero que nunca pertenezcáis…—dijo la sombra.
Entonces, preguntó un niño, señora sombra, si el cuento ya ha terminado ¿podemos ir a YamIkea a comprar pancartas hostiles?Claro niños, dijo la sombra, id, id a llenar los bolsillos de esos hombres y mujeres gordos que talan bosques del Norte de Europa y Sudamérica, id que así vuestras familias que tradicionalmente han trabajado los muebles con sus manos tendrán que ir a montar matasuegras a China por 3 euros al día.
Y se fueron, el hombre de la sonrisa diabólica, Don Hipoteca y un hombre pequeño con bigote y gafas, al que llamaban el Nazareno por su afición a las coronas de espinas, a una casa de putas donde cantaba la mujer de un famoso político, todo a gastos pagados.
Los niños se quedaron inmovilizados ante el panorama, formaron un corro y entre risas pedorretas y cortes de mangas cantaron:
“Viva la gente, la hay donde quiera que vas
viva la gente, cada vez nos gusta más,
los tontos, las tontas y una Mirinda y al parque a mear,
vamos todos juntos que esta historia es muy real”

Mon 01/11/06

Cuentos para el siglo XXI. De aquarella

Se abre bruscamente la puerta del despacho y observa atónito como entran en comitiva algunos de sus trabajadores. Se quita las gafas, las deja encima de la mesa y dirige una inquisidora mirada a sus interlocutores
¿Conocéis la sutil diferencia entre la buena y la mala educación? Es algo muy simple, consiste en... ¡¡¡Llamar antes de entrar!!!
Perdone jefe, pero tenemos un problema. Se acerca la hecatombe... los últimos estudios de mercado sobre literatura infantil son alarmantes.
A ver Sr. Martínez ¿Qué es eso tan grave que se nos avecina?
Martínez se acerca a la mesa con gesto compungido, flanqueado por el editor, la secretaria, el contable y los correctores.

No se lo tome a broma, es algo muy serio, los cuentos infantiles están en crisis; por si no lo recuerda, nos dedicamos precisamente a eso. Como no consigamos un bombazo con la próxima publicación nos quedamos sin la extra y sin vacaciones.
No seamos tan alarmistas, se acercan las navidades, los reyes... haremos una recopilación de cuentos clásicos. En estas fechas eso es un éxito de ventas seguro —la diferencia entre sus puntos de vista es tan obvia como la hostilidad que hay entre ambos.
Los clásicos ya no venden, a los niños de ahora no les interesan las aventuras de una bruja ajada y una princesa cursi... además, los personajes de siempre han perdido credibilidad...
¿Credibilidad? ¿A qué te refieres?
¡Por Dios, todo el mundo lo sabe! La bella durmiente se atiborra de somníferos porque su querido príncipe, más que metrosexual ha resultado ser un poquito afeminado. Blancanieves está haciendo una terapia para superar su adicción al sexo y los tres cerditos han denunciado al lobo por moobing.
¡Eso son sólo calumnias! —sus mejillas iridiscentes van del rojo al azul, pasando por el verde, como si fuese a darle un ataque. —¡Pero cómo puedes decir algo así de nuestros personajes! Llevan con nosotros desde siempre.
Precisamente por eso, los hemos visto crecer y en qué se han convertido sus vidas... no podemos seguir fingiendo
¡Qué desastre! Organizaremos un concurso escolar para ver que les interesa a los niños de hoy, esos adultos precoces... y convoca una reunión urgente con nuestros escritores, envíales un e-mail, que en el asunto ponga “Cuentos para el siglo XXI”
Ya sólo en el despacho murmura, Hada madrina, no me abandones.

Aquarella 31/10/06

El bueno, el malo y la princesa De Suprunaman

Hubo un tiempo en el que existieron princesas, caballeros y magos; esta historia viene a narrar uno de aquellos años.
Dícese que se, que detrás de una gran montaña, existía un reino iridiscente e inflanqueable por sus enemigos. Su monarca había llenado las arcas mediante la revalorización de terrenos y provocando una burbuja inmobiliaria; ello lo había convertido en uno de los reinos más prósperos del lugar en materia turística, aparta—hoteles, campos de golf, American Cup
Los jóvenes del reino se sentían ajados, pues su trabajo era recompensado con un aumento de los tributos y sin ni siquiera mejora de carreteras. Pronto no tendrían ni donde dormir porque la vivienda estaba cada vez más cara, una hecatombe se vislumbraba en el horizonte.
Hartos de tanto abuso, se reunieron los sindicatos y con gran hostilidad, con cantos y alzando enormes pancartas, se dirigieron a palacio calumniando al rey.
Al oir los cánticos, el rey se asomó al balcón y les dijo a los súbditos de forma sutil:
Queridos conciudadanos y conciudadanas, se que estáis irritados por el difícil momento económico que estamos pasando. Pero os prometo, por la gloria de Vic Shampras, que el año que viene el Madrid-Barça se podrá disfrutar en abierto, para todos, porque la verdad es que os quiero.
Los habitantes del pueblo empezaron a aplaudir de forma emotiva, algunos lloraban y se abrazaban, esa noche fueron todos a la plaza del pueblo para celebrarlo y organizaron un macrobotellón.
Aquel macrobotellón fue el inicio de una gran amistad entre el bueno, el malo y la princesa, que resultó ser comunista.

FIN

Suprunaman 31/10/06

Los elementales. Capítulo doce: Al acecho. De Monelle

Creí ver en Anna un sutil gesto de inquietud. Me acerqué hasta Julien, se le veía bastante ajado.
Julien, ¿qué desea?
Desearía...— (No haberme ido nunca), pensó para sí. —... no encuentro el beneficio a lo que hice. Espero que ahora el resultado ofrezca alguna luz.
No le creí. ¿Qué pretendía con aquella calumnia? ¿Cómo podía creernos tan ingenuos?
Un momento — reclamé silencio pues me pareció ver un reflejo iridiscente en el patio. —Anna cierra bien cuando salga.
¿Pasa algo Ricard?
Debí obrar más sigilosamente pues no encontré a nadie. No obstante hallé unas colillas.
¿Llamamos a la policía? –Anna aguardaba nerviosa.
Pidan ayuda. Temo por los pequeños...— añadió Julien.
No es necesario. Sé quién vino. Mañana arreglaré este asunto —no iba a permitir que flanqueasen nuestra seguridad.
Antes de recluirnos nuevamente y de dejar a Anna en su cuarto, comprobamos que los niños se encontraran bien. Le di un beso a mi esposa y ella respondió a la reverencia de Julien con una suave caricia en su rostro.
Ya vigilaré yo –dije.
Minutos después el teléfono sonó un par de veces antes de parar. Nos sobresaltamos.
—Por favor Julien no le diga nada a mi esposa. Enseguida regreso.
—¿Desea que le acompañe? Siento responsabilidad por lo ocurrido.

Pensamientos cargados de hostilidad hacían que la rabia me impidiese valorar correctamente las acciones de aquel payaso empapado de cine negro que, sentado en un banco del parque, aguardaba mi llegada.
¡Ricard! ¡Qué sorpresa!
¿A qué viene este numerito Joan? No tiene ningún sentido que asustes así a mi familia.
Es curioso que te acuerdes de ellos ahora y no cuando metes a un extraño en tu casa.
¿A qué te refieres? —debía averiguar si tenía algo en nuestra contra.— Irrumpes como un ladrón espiando tras la ventana y ¿pretendes ahora darme lecciones de moral?
No intentes despistarme, algo oculta ese anciano que vive con vosotros. Algo malicioso que podría provocar una hecatombe.
Te refieres al tío abuelo de Anna. ¡Valiente estúpido! No sabes nada
—Si que sé y ahora mismo me tendrás que dar...

¡Mira hijo de puta... –le agarré del cuello— …cómo vuelvas a amenazarnos, cómo te vuelva a ver merodeando mi casa, te juro que no tendré piedad de ti!
Sea por mi actitud o el tono de mi voz, Joan parecía amedrentado. Posiblemente no nos había librado de él, pero ya se andaría con ojo. Yo nunca bromeo.

CRSignes/Monelle 27/10/06

El ocaso de un sentimiento. De Belfas


Ignoro el motivo de haber nacido y si tengo en esta vida alguna misión concreta que realizar. No sé por tanto si lo que hago en cada momento está bien o mal, ni conozco el rumbo hacia el cual dirigir mi barco, hoy carente de timón. Hace mucho tiempo que un ajar de inquietud se apoderó de mi espíritu, dejándolo a merced de un destino tardío en definición.
Mientras tanto, espero una luz iridiscente en el horizonte que me indique. En los templados días del otoño que ahora nos invade, es cuando por mi cabeza bullen sueños utópicos y por mi corazón navegan deseos incontrolados.
Noto como el cielo cada día es menos brillante, veo como el azul del mar reverdece con el paso de las lunas. Percibo una brisa perezosa y tibia pululando a mí alrededor, cargada con el perfume de la añoranza y vestida con el rocío de la desidia. No siento por mi cuerpo recorrer en armonía ese dulce y sutil fluido llamado sangre, aunque intuyo que la hecatombe se va alejando en busca de un nuevo prosaico a quien arruinar.
Flanqueo la otra orilla de la vida esperando un mañana donde la hostilidad y la calumnia deserten de la estancia de esta órbita, y cedan su territorio al amor sincero y sin remilgos.
Y va pasando mi vida; hoy como ayer, posiblemente un mañana semejante a hoy. Solamente en ocasiones concretas, mi casi inalterable serenidad se turba ligeramente como el agua de un lago en el cual arrojan una piedra formando esos círculos concéntricos que se van difuminando en la superficie, eclipsados por el viento y las corrientes.

Belfas 27/10/06

Esperando el futuro. De Suprunaman

Tenía tres dimensiones gordo, gordo y gordo, lo llamaban señor Calumnia, aun no sé muy bien el por qué. Tenía una calva iridiscente donde era improbable hostilidad alguna.
Cierto día, el señor Calumnia fue a una de estas ferias medievales que hacen en los pueblos. Estaba plantado delante de una tienda que ponía: “Leo tu mano, leo tu futuro”. Le costó flanquear la cortina de la tienda, no se si he dicho lo de las tres dimensiones. Al fin, estaba enfrente de una gitana que hacía sutiles respiraciones como si de un trance se tratara.
Siéntese señor Calumnia, le estaba esperando.
El señor Calumnia estaba ya impresionado de los dotes clarividentes de la maga.
Mmmmmm… —canturreaba la gitana, —déme su mano. ¡Oh! Que veo —dijo poniéndose la mano en la frente como si estuviera deslumbrada—. Es posible que padezca usted una gran hecatombe señor Calumnia. Un consejo, no se aparte del numero siete. Eso es todo. Son diez mil.
El señor Calumnia salió de la tienda pensativo, qué sería aquella hecatombe que le podía suceder, como pudo, ya he dicho que era un tanto orondo, se sentó al suelo, ¿qué sería aquello del siete? Un papel ajado revoloteaba a su alrededor, lo cogió y leyó lo que había escrito en él; “¿tiene problemas de cabello?” Aquello parecía una señal, primero la hecatombe, luego lo del siete ¿Qué significaría lo del siete?, luego la señal. Empezó a rascarse la cabeza, a rascarse, a rascarse, a rascarse, hasta que llegó al cerebro y quedó allí tumbado y muerto. En su último aliento dijo ¿qué será lo del siete?

Suprunaman 27/10/06

El jazmín, la sensualidad y el recuerdo. De Monelle

Las máquinas arrancaron las matas profundamente arraigadas del arbusto que cubría casi la totalidad de un muro que se extendía tapando las ventanas del patio; es por ello que no tuvieron piedad de él. Mientras el fuego consumía sus ramas ajadas, aun floridas, un pensamiento me guió hasta el pasado. Recordé a mi abuelo podando con mimo aquel jazmín, mientras me contaba cómo y cuándo lo había plantado; al parecer la abuela, en el mismo instante en el que alumbraba a mamá, había notado el sutil aroma de los jazmines por lo que decidieron plantar uno para que la protegiera. Crecieron a un tiempo, se convirtió en parte de la familia. Como hecatombe hubiera calificado el abuelo la hostilidad de aquella acción; incluso cuando el destino quiso que mamá dejara de estar con nosotros, él siguió cuidando aquel arbusto. Decía que mientras su aroma se mantuviera en casa ella seguiría a nuestro lado.
Crecí flanqueando la infancia, las circunstancias así lo quisieron. La adolescencia me golpeó con fuerza, siempre estaba enamorada; la abuela lo achacaba al influjo del jazmín, para ella, su aroma contribuía a ese estado de ensoñación y calumnia que hace que nos perdamos en los ojos del amor voluptuoso y variable; me contó que su hija, mi madre, siempre fue libando de flor en flor como las abejas, y que fue por eso que yo nunca conocí a mi padre.
Pude corroborar la influencia de su perfume un día en el que, castigada por las malas notas, en un descuido del abuelo me colé en su habitación. Y allí, al abrigo de sus recuerdos enterrados bajo su cama, encontré pequeños objetos cargados de sensualidad y misterio: el brillo iridiscente de un cristal de roca que me sumergió en la mirada de mamá años atrás perdida; la suave brisa de unas prendas de gasa, gozosa caricia; un ramillete consumido en la pena del olvido con el aroma impregnado de aquellas pequeñas flores, ya estériles, con sus pétalos amarillentos y secos; y junto a ellos unas diminutas semillas que guardé.
La tarde se apagó al tiempo que la fogata. Recogí parte de aquellas cenizas y mezclándola con la tierra removida del costado de la casa cubrí las semillas que, al fin germinadas, renacen con la fuerza de antaño en espera del aroma penetrante de estas mágicas y entrañables flores.

CRSignes/Monelle 25/10/06