Botellín y Botellón. De Edurne
Por monelle elDic 4, 2009 | EnCONTEMOS CUENTOS 14, Edurne
En la misma repisa del zaguán de un laboratorio acababan de colocar dos frascos de cristal: uno muy flaco y alargado y otro panzudo y rechonchote. Desde el primer momento se llevaron mal y se miraban de reojo.
Botellín presumía de idealista y espiritual mientras que Botellón hacía gala de recipiente práctico y utilitario.
Por las noches discutían acaloradamente y el resultado era un estropicio que, de madrugada, descubría atónito el nigromante.
Esta noche se dispuso a vigilar, se enfundó su bata hecha jirones y se escondió entre sus pócimas.
Comenzó la reyerta, el delgado malandrín se halagaba:
— A mi me reservan para los perfumes, los extractos y las preciadas esencias, en cambio tú te quedas para los líquidos vulgares como el agua o el vino, y para guardar el cuartillo de leche del desayuno... —rió.
Botellón, que era un socarrón de siete suelas, no se quedaba corto y se reía haciendo retumbar el vidrio de su panza:
— Tú eres tan largo y delgaducho que el soplo de un estornudo te derribará convirtiéndote en mil añicos, mientras que yo, con mi hermosa panza, me sostengo como un tentempié.
Botellón empezó a bambolearse con inquietante vaivén, golpeaba a Botellín en su cuello de jirafa y le hacía perder el equilibrio. Para no caerse, se apoyó en el frasco de al lado, y éste en el siguiente... y en el otro, poniendo en marcha el efecto dominó haciendo temblar al colectivo, hasta que el último de la fila era el que caía al suelo y se hacía pedazos.
El nigromante encolerizado cogió a Botellín del cuello y a Botellón de la panza dispuesto a estamparlos contra el suelo con un último epitafio, para castigar así su soberbia. Pero... una chispa genial brotó de su feraz cerebro:
— ¡Eureka! Un nuevo y portentoso invento está a punto de nacer.
Encendió su horno y empezó a moldearlos. Primero a Botellín haciéndolo un poco más chato y más panzudo; luego estiró a Botellón y le dejó un poco más alargado. Después de llenarlos a medias de arena, les obligó a juntar sus bocas en un beso eterno. Ahora serían iguales, uno arriba y otro abajo, de forma alternativa, el nigromante había inventado el hermoso reloj de arena, ya jamás volverían a pelearse y se complementarían para siempre.
Edurne 15/08/06
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