Despertando a la vida. De Suprunaman
Por monelle elDic 2, 2009 | EnSuprunaman, CONTEMOS CUENTOS 14
Ya finaliza mi existencia y agotado como estoy os relataré los hechos que acaecieron en aquellos años cuando aún era joven e inexperto en la vida. Mi maestro, Wilie d’Afanar de quien me enorgullezco de haberlo aprendido todo, me hizo conocer el mundo a través de sus actos.
Empezaba a anochecer, mi maestro y yo recorríamos a zancadas una carretera de hierbas y piedras en busca de una posada acogedora. Al fin mi maestro me dijo:
— Mason, ¿ves aquella luz de allí?
Yo asentí con la cabeza.
— Es una posada, divirtámonos con conocimiento, mañana habrá que madrugar.
Ya en el zaguán de la puerta mi maestro dijo:
— Espera Mason —y como un traidor malandrín me arreó una patada en las posaderas; yo no pude evitar cruzar la puerta rodando por los suelos. Hubo un sobresalto colectivo en el recinto y Wilie dijo:
— Disculpen a mi hermano, es que tiene los huevos grandes y a veces tropieza con ellos, lástima que sea retrasado, pues las mozas no se separarían de él.
Wilie se sentó en una de las mesas y la guapa posadera le dijo:
— ¿Vais a quedaros a dormir?
— No se cómo, contestó pues no tenemos ni un penique.
— Es cierto lo del chico —dijo la posadera.
— Sí, lo es, retrasado de nivel 50 creo yo —dijo Wilie.
— No, digo lo de los huevos.
— ¡Ah, también! Menuda desgracia tiene —prosiguió.
— Os daré de comer y de dormir, pero me gustaría comprobar lo de los huevos.
La posadera sacó una tarta de verduras y Wilie ofreciome un jirón.
— Ten, muchacho, lo vas a necesitar.
La posadera, me agarro y me apretó contra sus mullidos pechos camino de la habitación. Descubrí el sexo en aquella estancia que por falta de palabras no puedo describir. Tras varias horas de erecciones, ya vislumbraba mi epitafio. Pero entonces la bella mucama abandonó la sala y pude respirar. Segundos más tarde otra muchacha, hermana de la primera sabedora de mis gestas vino a visitarme y también me obligó. Ya con la lengua fuera entró de nuevo la mayor y quisieron probar el trío.
A la mañana siguiente mi maestro Wilie d’Afanar andaba con el estomago lleno mientras yo me arrastraba. Las posaderas nos despidieron con lágrimas en los ojos. Aún yo las recuerdo con melancolía, pues fue la última vez que supe de ellas.
Suprunaman 15/08/06
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