Santos sin aureola. De Mon
Por monelle elMar 2, 2009 | EnMon, CONTEMOS CUENTOS 5
Paseando borrachos como cubas iban Crisosforo y Mentescaldo intercambiándose cachetes a lo largo de la gran avenida central.
—No sabes distinguir entre un devoto y un patán, Mentescaldo… hace tres años que murió tu tía harta de comer pasteles de Estepona y aún sigues presentando cierto cariño hacia esos empalagosos dulces.
—Si es que no hay nada como darle un buen tiento a la mistela y después rellenar los huecos de las encías con unos buenos azucarados…
“¡Cochino! espetó Mentescaldo, eso es lo que eres”
Ambos se conocían desde la infancia, una época dejada atrás entre tinieblas de represión y hambruna de la post guerra. Eran vecinos y buenos amigos, no les gustaba trabajar y les encantaba el tango, tierna melodía de arrabal.
—Crisosforo, ¿te acuerdas de Neni, la hija del butifarrero?, ¡aquello si que eran pechos, eh! ¿Te acuerdas cuando se agachaba para recoger con mimo las hojas de eucalipto?
— ¡Claro que me acuerdo! Eran redondas como una botella de anís, grandes como una manzana reineta y seguramente duras como un canto de rodeno. Ay madre, ¿qué habrá sido de ella?
— ¡Menudo elemento estas hecho! Ya sabía yo que esa niña no se te iba a olvidar nunca.
Abrazados bajo una farola intentaban evitar el movimiento de la escena que parecía acercarles al final de la calle donde nada ni nadie les esperaba al término.
—Mentescaldo, agáchate que alguien asoma al balcón
—Cuidado Crisosforo
“Agua vaaaaa….” Se escuchó con voz firme. Ambos solo pudieron ver el resplandor del orinal esmaltado en blanco con ribete azul asido con buena decisión.
—Ves, siempre acabamos igual, tu agachado y yo untado por fuera y por dentro, eso no volverá a ocurrir.
—No, Crisosforo, hasta la semana que viene no, viene mi primo de Almería y trae un ron que dice destilar él mismo, será cuestión de acudir a la pastelera…y que prepare el mortero.
—Tú siempre igual…jajajaja…
Esta es la historia de Crisosforo y Mentescaldo, dos amigos a los cuales no les importaba ni lo que había al final de la calle, entre otras cosas porque nunca llegaban.
Bien podría ser una moraleja
Mon 19/04/06
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