Quiero hablar con mi confesor. De Marta
Por monelle elAbr 20, 2013 | EnMarta, CONTEMOS CUENTOS 32
La joven de principios del siglo XX se había visto rodeada de suaves algodones, en una vida sin dificultades. La casaron con un apuesto y rico primo lejano, al que apenas conocía. El viaje de novios fue en un lujoso barco, que se dirigió presuroso a cruzar el charco, rumbo a las Américas. Las ventanas redondas del camarote se abrían a un ancho y rizado mar.
En su primera noche juntos el esposo intentó cumplir con sus deberes maritales, con el gozoso entusiasmo de la novedad. Pero, ella, temblando, le impidió tamaña barbaridad, asustada. Ni en su más ardiente imaginación pudo ella concebir más contacto físico que unos besos o abrazos, como los recibidos en el calor de su hogar. La lascivia del desconocido contraía sus pudorosas entrañas. Quería hablar con su confesor, no podía creer que lo que su recién estrenado marido pretendía no fuera pecado.
El hombre, con cariño y perseverancia, intentaba derribar las barreras de la virgen. La empatía que podía sentir por ella quedaba anulada, en las largas noches, por el ansia que le producía la proximidad de su tibio e intocado cuerpo, envuelto en un camisón sin fin.
El vigoroso marido vio cómo todos sus discretos ataques sexuales eran rechazados, sus envites, toreados con voluntad de hierro. Ansiaba regresar de tan casta luna de miel, a la vez que temía ser el hazmerreír de su familia y amigos.
Hasta que volvió la pareja, seis meses después, no se pudo consumar el matrimonio. El director espiritual y confesor de la mujer le confirmó que las intenciones del marido eran lícitas, y tendría que sufrirlas, para mayor gloria del Señor y la procreación.
Marta 23/04/2007
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