Media hora. De Locomotoro
Por monelle elMay 10, 2009 | EnLocomotoro, CONTEMOS CUENTOS 8
Miró el reloj por encima de sus gafas con cierto desdén. Eran las tres y tres minutos de la tarde. Eso le daría media hora aproximadamente para terminar lo que aún no había comenzado, mejor dicho lo que estaba haciendo en esos momentos.
Tiró a la basura los restos del café y continuó tecleando, así... casi sin pensarlo, mientras oteaba de cuando en cuando el reloj de su ordenador rezando mil preces para que se detuviera el tiempo.
Al otro lado de la cristalera, Amparo, con sus ojillos de calamar, saboreaba su café mientras se preguntaba qué estaría haciendo Andreíto tecleando a toda prisa.
Pero el joven dibujante era ajeno a todo ello, tenía un compromiso, algo que había comenzado y debía terminar.
Las tres y nueve minutos. A veces el tiempo pasa inexorablemente como si presagiara un maleficio, no importa lo que hagas... el tiempo no juega, no recoge cartas, solo pasa.
El ruido de un flamante coche anunció la llegada del jefe, entonces Amparo, con esas curvas endiabladas se acercó al joven diseñador y le tocó en el hombro. “Parece que es el coche de Isma”.
Pero Andreíto no se inmutó, continuó tecleando con su ritmo frenético sin dejarse engatusar ni halagar por la exuberante contable.
Unos pasos se dejaron oír por las escaleras. Amparo se retiró a su mesa con expresión asustada en la mirada al contemplar los ojos vidriosos de Andreíto que comenzaba a levantarse.
Tomó un puñado de lapiceros en una mano mientras se dirigía en dirección a los pasos de la escalera y los arrojó con rabia contenida.
Una ráfaga de lápices de madera estalló en el pecho del jefe de marketing, pero Andreíto pasó de largo sin inmutarse, dirigiéndose hacia la puerta.
Sacó un pitillo con toda la indiferencia del mundo, miró el reloj y habló para sus adentros. Joder, que mal que no se puede fumar dentro... Las tres y veinte; aún tengo tiempo de echar un cigarro.
Locomotoro 31/05/06
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