¡Qué puedo perder! De Monelle
Por monelle elMay 8, 2009 | EnMonelle, CONTEMOS CUENTOS 8
Llevaba un mes sin descansar. El trabajo se acumulaba, y pese a ser asuntos de poca monta, la dejadez en mi labor podía significar una larga temporada sin un mal bourbon que echar a la boca.
Aparqué el coche y entré en casa.
Vi salir por detrás del sofá una columna de humo con cierto aroma mentolado, que se mezclaba en el aire con delicados toques de perfume francés.
Aquella ocasión merecía un trato especial. Saqué mi Wells Fargo, y de un salto me situé frente al sofá apuntando a la cabeza del intruso, dispuesto a disparar si me daba motivo.
- ¡Disculpe caballero! No pretendía alarmarlo.
Las notas de aquella voz, me desarmaron casi tanto como la belleza que se ofrecía recostada ocupando toda mi atención. Sus sensuales formas invitaban a algo más que a un interrogatorio, y dieron con el traste de todas mis cuitas, bajando mi guardia.
- Mi nombre es Josephine Silva.
Sé que debía haber reaccionado inmediatamente ante aquel apellido tan temible, pero me limité a coger su mano y besarla.
- Tengo entendido que le contrató mi esposo. Cree que le engaño. Pero... - entre pucheros fingidos continuó-... no sé porqué no confía en mi. Le temo pues, el un bruto, es capaz de cualquier cosa...
En ese momento se levantó mostrándome en todo su esplendor las excelencias de un cuerpo voluminoso pero esbelto. El vestido color gris calamar, se adaptaba a sus formas de manera precisa, como un guante. Mi gesto de admiración, mi boca semiabierta, fueron el mejor de los halagos.
- Ruego atienda mis preces, estoy convencida de que a usted, Jácomo le escuchará. Dígame cuánto y estaré gustosa en dárselo.
Ahí estaba yo, con cara de pánfilo y sin saber que decir, frente a la mujer más hermosa que jamás se me había ofrecido. Aquél endiablado cuerpo estaba a mi merced. Era imposible sustraerse ante el maleficio que me tentaba.
Apunto estaba de alcanzar con mis manos sus turgentes pechos, cuando la puerta se abrió de golpe, el sobresalto fue mutuo, dejando entrar una ráfaga...
... de aire que casi me causa un infarto.
Camino de mi cuarto sonó la puerta. Pero no la abrimos. Aquella mirada mezcla de lujurioso desdén y dulzura, me dio fuerzas. Mientras las arrastraba hasta el cuarto pensé: “¡Qué puedo perder!”.
Monelle/CRSignes 31/05/06
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