Marketing. De Monelle
Por monelle elDic 9, 2008 | EnMonelle, CONTEMOS CUENTOS 3
Los chirridos de su carrito la precedían. Marisa llegó temprano, antes incluso de que se levantara la niebla y que el sol asomara por el horizonte.
Era precisamente a esa hora cuando se conseguían las mejores mercancías.
Pero aquel no había sido un buen día de faena. Pocas cajas se repartían por el suelo embaldosado de la lonja. Es por ello, que la lucha por conseguir el mejor pescado fue reñida. La polivalencia de precios iba oscilando y era como siempre sólo comprensible para aquellos asiduos expertos a ese tipo de subasta.
Se tuvo que conformar, tan sólo, con dos cajas de sardina y una de palometa.
Salió de la sólida estructura de aquel edificio, con su carga bien sujeta por un cabo cuyo pezón se aseguró muy bien en estirar.
Cruzó la ciudad arrastrando su puesto de venta ambulante, dispuesta a conseguir deshacerse de toda la carga, y llenar su bolsa.
- ¡Sardina! ¡Sardina fresca! ¡Venga chicas salid! ¡Lo llevo todos tan fresco que me salta del carro! ¡Sardina! ¡Palometa! ¡Palometa más que fresca!
En no menos de una hora logró bajar el peso de su carga, la bolsa sonaba a buenas ventas, y en su cara se dibujó una sonrisa pues pronto podría regresar a casa para descansar.
En ello estaba, cuando se dio cuenta de que aún le quedaba intacta la caja de palometa, tenía que hacer algo para venderla.
Subida a un pilón de la plaza de la iglesia, aguardó pacientemente a que se concluyera la misa. Entonces gritó:
- ¡Japutas! ¡Sois las más grandes japutas que he visto! A gusto os tiraría a la sartén. ¡Frescas! ¡Sois las más frescas japutas que me he encontrado jamás!
El revuelo que se formó fue en aumento. Las voces que se levantaron en contra de semejantes improperios, no se hicieron esperar. Fue tal la algarabía que el cura salió espantado de la sacristía para ver lo que sucedía.
Justo a tiempo, pues impidió que Marisa fuese golpeada por la masa enfurecida.
La llevó hasta el interior de la iglesia y allí logró comprenderlo.
Al momento salieron para explicar que todo había sido fruto de una confusión.
Pobre Marisa, un poco más y pierde la cabeza. Y todo porque desconocía que nadie sabía que la palometa recibía también el nombre de “japuta”. ¿O si que lo sabía, y por eso decidió gastar para intentar deshacerse de ellas, un método agresivo de venta?
Monelle/CRSignes 160306
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