Los elementales. Capítulo cincuenta y tres: Con prisas. De Monelle
Por monelle elNov 10, 2012 | EnMonelle, CONTEMOS CUENTOS 30
─Comencemos cuanto antes –afirmó Julien.
La gravedad en su voz, daba cuentas de sus preocupaciones, aumentadas desde la traición de Joan.
Sacó el pergamino.
─Pero ¿qué hace? –Pregunté.
─Estoy derrotado.
─Nervioso y olvidadizo –dijo Anna, mientras recogía del empedrado algunas cajas vacías.
Seren, se hallaba sobre el hombro de Julien, por eso se dio cuenta.
─Amigos, el viejo parece enfermo.
─¿Qué tiene Julien? –Anna se acercó.
─Nada sigamos –negó evitando el contacto.
─¡Está ardiendo! –insistió la ondina.
─Vale, es cierto, pero no pasa nada –con un suave movimiento hizo bajar a aquella chismosa, que no paraba de sonreír.
─Venga amigo, así no haremos nada. Deje que le tome la temperatura –Anna intentó que la acompañara, estaba preocupada.
─¡No! –su negativa, como un quejido, nos incomodó. ─Amigos, disculpen, pero esto no va impedir que continuemos, el tiempo corre en nuestra contra.
Tanta premura me molestó, pero a la vez lo sentía tan débil, que no podía mostrarme severo con él. Anna había salido, regresando al segundo con una caja de paracetamol y el termómetro.
─Siéntese aquí y deje esto tranquilo por un momento –le arrancó el manuscrito de la mano, mientras le ponía el termómetro bajo el brazo. ─Es peor que mis hijos. Viejo testarudo ─le hubiera gustado seguir refunfuñando, pero no pudo. Anna siempre despertaba ternura en él.
─Voy a preguntarle una cosa, espero que sea sincero y no se moleste –hacía días que pensaba en ello, y este era el momento. ─Igual hasta le parece una osadía, pero creo que se encuentra lo suficientemente débil, como para no arriesgarse con el conjuro. No me malinterprete, no deseo usurparlo, pero he pensado, que debe hacer falta mucha fortaleza para hacer la invocación. ¿Algún inconveniente, en que sea yo el oficiante? Está usted demasiado débil.
Todos me miraron; Anna la que más, incrédula parecía hacerse cruces. Seren con su volátil y chispeante interés; tan sólo el viejo, parecía haber comprendido la verdadera dimensión de mi propuesta.
─Me dijo que ante cualquier contrariedad contaba conmigo, que deseaba que velara por todos... Pues creo, que en este momento, la mejor será que lo oficie yo, poniéndome por delante de ustedes, aunque abrigado por su experiencia y sabiduría.
─Le agradezco el detalle, se necesita mucha fortaleza y determinación, y usted Ricard, la posee. Su ofrecimiento, lo acepto gustoso.
Monelle/CRSignes 06/04/2007
No hay opiniones, todavía
« Cuento urbano. De Espantapájaros | No fue bar de mujeres. De Mon » |