Cuento urbano. De Espantapájaros
Por monelle elNov 20, 2012 | EnEspantapájaros, CONTEMOS CUENTOS 30
Amanecía y el puerto de Valparaíso lentamente volvía a la vida, el cielo era surcado por enjambres de gaviotas que felices le daban la bienvenida al sol, en el muelle se comenzaban a escuchar las primeras sirenas de los barcos pesqueros que anunciaban su llegada y los pescadores quitándose la modorra se preparaban para iniciar las faenas.
Mientras arriba, entre los cerros y callejones la tranquilidad de la mañana fue abruptamente interrumpida por una jauría de perros que corrían de un lado hacia otro por las empedradas calles, ladrando y gimiendo tratando de darle alcance a una volátil y huidiza lebrela en celos.
Faltaba poco para las diez cuando a la manada de quiltros se les sumaron un puñado de mocosos que entre gritos y risas maliciosas corrían tras los animales, apostando a cual de ellos sería el afortunado que terminaría montándola.
─¡Apuesto gamba por el colorao! −Grito el Lucho, jadeante de tanto correr
─Vale… yo voy por el negro −convino el Pello que iba igual de cansado
Sin respeto por nada o por nadie, la excitada perrería se cruza con Doña Carlota que entre improperios y patadas trata de alejarlos. Desde un balcón una sensual y pintarrajeada muchacha reía a carcajadas al ver la escena, mientras un greñudo viejo, derrotado por el alcohol y el olvido alzaba sus brazos, sosteniendo una botella en alto mascullando ininteligibles palabrotas.
La manada de perros y niños se había concentrado en la esquina, justo en el boliche de Don Pepe, un viejo andaluz llegado años atrás en el Winnipeg, escapando de la guerra. Allí, en ese lugar se concentraron los gritos, las fieras peleas y quejidos, al parecer la perra había tomado su decisión. Las apuestas seguían subiendo de tono mientras los expectantes mozuelos animaban a sus preferidos.
─Ya…¡parece que eligió al negro!
─No... ¡el colorao va a ganar!
En el preciso momento, cuando el despelote que se había formado era descomunal y cuando por fin se sabría el ganador, sale corriendo del negocio Don Pepe, que entre gritos iracundos de rabia lanza a traición una olla llena de agua caliente,
─¡Fuera de aquí perros de mierda!
Los perros corrían de lado a lado aullando de dolor mientras que niños salían disparados a esconderse entre los recovecos.
Abajo en el puerto ya era medio día y las faenas se detenían momentáneamente para ir a almorzar.
Espantapájaros 07/04/2007
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