Las campanas generosas. (Parte I). De Edurne
Por monelle elEne 8, 2010 | EnCONTEMOS CUENTOS 15, Edurne
En un pueblecito perdido, inmerso en el zaguán de un valle que irradiaba paz y tranquilidad, había una iglesia vieja, de viejos muros con tres viejas campanas llamadas Ding, Dang y Dong. Las tres eran la alegría del pueblo con su repicar y el padre Miguel estaba orgulloso de ellas. La primera era de oro, la segunda de plata y la tercera de bronce. Cada una de ellas se encontraba unida a los gruesos adoquines por un nervio firme que las mantenía en lo alto del campanario. Aquellos asépticos muros eran su hogar y cuando les tocaba llamar a oración se miraban de reojo, contaban hasta tres y comenzaban a una su alegre repicar que se oía por todo el valle. El colectivo abandonaba sus quehaceres sin dudarlo y acudía a la llamada con devoción, así discurría su vida entre repique y repique.
Muchas veces madrugaban con el propósito de charlar con sus tres amigas campanillas, hermosas florecillas de una enorme enredadera que trepaba y subía hasta lo más alto de los viejos muros de la vieja iglesia y asomaban su cabecita por la amplia ventana donde les esperaban las viejas campanas. Eran Tilín, Talán y Tolón, todo un mito, de vivos colores y largos tallos que hacían las delicias de sus amigas, contándoles todas las noticias que acontecían en el pueblo. En primavera lucían sus hermosas corolas brillantes al sol y en otoño las mudaban por otras de tonos más parduzcos y discretos, pero jamás perdían su alegría.
Un día las campanas se sorprendieron al ver que las campanillas corrían como bólidos a esconderse, entrando por la ventana hasta donde se encontraban ellas y enredándose con temor alrededor de las seguras fortalezas que representaban para ellas sus amigas las campanas: es que se aproximaba Don Huracán, un viento malandrín que arrasó todo a su paso, dejando sólo terror y desolación.
El padre Miguel, apenado por sus feligreses, se arrodilló llorando desconsolado. El complot urdido entre el viento y la tempestad había conseguido su objetivo y él nada podía hacer.
Edurne 29/08/2006
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