LA PREPARACIÓN (Princesa Izel Capítulo 2) de Crayola
Por monelle elJun 20, 2013 | EnEspantapájaros, CONTEMOS CUENTOS 32
Izel tenía un destino marcado por las deidades de su raza. Cuando cumpliera la edad suficiente, sería entregada a los sabios Huehues en una ceremonia religiosa que se llevaría acabo en uno de los templos sagrados donde se ofrecía el culto al dios Huitzilopoztli –dios de la guerra y la muerte –.
La pequeña de nueve años sabía que su futuro estaba escrito por la misma Metzli y que debía cumplirse en el día señalado. Le habían enseñado que nadie podía cambiar el camino ya trazado. Si alguien lo hiciera, una maldición caería sobre la misma persona, su familia y toda posible descendencia hasta el final de los tiempos.
La educación de Izel se llevaba acabo en sus recintos en el Templo Mayor. Por ser princesa, tenía prohibido abandonar sus habitaciones, salvo en ciertas fechas en las que era convidada a saludar a su padre el emperador azteca, y a las cuáles tenía que ir siempre acompañada por Xochitl, su esclava.
Izel mostró desde pequeña gran sabiduría. No solo conocía todo lo enseñado por sus temachtis –maestros – sino que inexplicablemente tenía un conocimiento superior sobre la naturaleza y el cemanahuac –universo –. Su Cihtzin constantemente le reprendía por mostrarse tan dispuesta a debatir sobre cualquier tema; no podía mostrar a nadie esa debilidad, no debía ser el hazmerreír ni avergonzar a su padre.
Pero lo que nadie sospechaba era que Izel tenía un espíritu fuerte y valeroso y con disimulada lascivia y perserverancia ella misma había decidido cambiar el rumbo de su destino.
Tampoco sabían sobre las constantes huídas de Izel por las noches. A diario, después de que el templo quedaba en silencio, sigilosa se ocultaba entre las sombras y abandonaba la gran ciudad hasta perderse en la espesura de los bosques.
Caminaba sin dificultad por senderos oscuros cubiertos de arbustos y gigantescos árboles sin miedo alguno sabiéndose protegida por las bestias y los espíritus de la yohualli –noche –, hasta llegar al lugar sagrado de Teotihuacan –ciudad de los dioses –, donde se encontraba con un viejo macehualli expulsado de Tenochtitlan hacía muchos años por un antiguo rival Teopixqui.
Ahí, Izel complementaba sus conocimientos sobre lo terrestre y lo espiritual abriendo antes sus ojos una ventana hacia el infinito y sobre todo hacia su libertad. En cada encuentro, con gran empatía, Izel se abalanzaba a saludar a su secreto amigo, maestro y guía, al que llamaba con cariño teopanquixtli –padrino –.
Crayola 01/05/2007
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