Kragos. De Espantapájaros
Por monelle elAgo 30, 2012 | EnEspantapájaros, CONTEMOS CUENTOS 30
Nunca en la historia de la humanidad hubo un guerrero tan valeroso, aguerrido y sediento de sangre. Nunca en la historia se blandió una espada sin que tras ella quedaran cuellos rebanados, brazos cercenados o agónicos quejidos de horror y muerte. Desde Creta a Macedonia, desde el mar Mediterráneo al Egeo no hubo aldea o polis que se librara del azote de este temible guerrero y sus sanguinarios ejércitos de la muerte. Pero hasta el más poderoso soldado cae rendido ante la grácil mirada de una mujer, más si ella es una diosa.
Desde ya varios años que la fama de Kragos, un joven y presumido capitán espartano se había extendido por toda la región. Sus victorias en las batallas de Laconia, Argos y Mesenia corrían de boca en boca como leyendas. Historias que llegarían hasta lo más alto y lo más profundo; hasta los oídos del Dios de la guerra, Ares.
Pero la suerte se le acaba alguna vez a todo el mundo. Y fue que en plena batalla contra los salvajes bárbaros de Arcadia, en el momento en que estaba a punto de ser derrotado, Kragos ebrio de furia y odio invoca al todopoderoso Dios de la guerra, ofreciéndole su lealtad eterna y ser su más fiel sirviente a cambio de derrotar a sus adversarios.
Desde ese día Ares protege a Kragos, quien vestido de dorada armadura, casco encrestado y montado en su cuadriga tirada por cuatro sementales inmortales, avanza junto a sus más fieles soldados por cuanta tierra estuviera a su alcance, arrasando ciudades y pueblos, ofreciendo cada triunfo a la gloria de su Dios.
Ares, satisfecho por los logros alcanzados decide invitar al guerrero a su templo en el Ágora de Atenas. Allí y en medio de la celebración, Kragos conoce a la secreta amante de su protector; Afrodita, cayendo de inmediato hechizado por su belleza. Luego de cruzar algunas miradas seductoras y siendo correspondido por ella, esperaron el momento oportuno para estar solos.
Pero en el templo de Ares no existe un sólo rincón que no sea vigilado y ese volátil encuentro llegó a sus oídos. El poderoso Dios enfurecido por la traición, lo envió de nuevo a la tierra y para que no olvidara nunca más su atrevimiento, lo condenó a la inmortalidad. Transformado en un ser deforme deambuló eternamente por las empedradas calles de la ciudad, siempre acechado por Deimos y Fobo.
Espantapájaros 28/04/2007
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