EL ESPEJO DE AGUA (Antinanco Capítulo 3) de Espantapájaros
Por monelle elAgo 30, 2013 | EnEspantapájaros, CONTEMOS CUENTOS 33
El sol tímidamente se asoma tras los cerros despojando a la tierra de las neblinas matutinas y obligando a refugiarse en oscuras cavernas a las pandillas de malos espíritus que deambulan en la noche. En medio de la húmeda espesura selvática, el joven Antinanco avanza a pie firme recordando claramente cada palabra de la antigua leyenda, y del camino que el viejo kimche le describiera la noche anterior.
―En lo más alto de la cordillera, allá donde nunca antes un mapuche ha puesto un pie, existe un pequeño lago, un espejo de cristalinas aguas donde cada tarde el sol acostumbra a sumergirse para así realizar un largo viaje a lejanas tierras en donde inunda con su luz y calor a quienes las habitan.
―Pero dime anciano, lo que me cuentas ¿de verdad existe? Y si es así, ¿como llego a ese lugar?
―Muchacho, nunca nadie ha ido a ese lugar; es tierra sagrada, tendrías que caminar por mucho, sería una temeraria odisea para un joven como tú.
―Abuelo, tu sabes de mis ocultos sueños, ¡dime por favor!
El viejo, viendo el brillo en los ojos del muchacho y entendiendo que el futuro de él no es el que espera su pueblo, decide contarle los secretos del viaje.
―Debes encaminarte por el sendero que orilla el lago y avanzar en dirección a las montañas internándote por los caminos que van hacia los bosques de alerces y hualles. Más allá encontraras el reino de los inmortales pehuenes –araucarias- que coronan las rocas y la nieve. Allí, entre las montañas existe en un pequeño claro de dorados pastizales, allí está lo que buscas. Joven Águila del sol, tu destino fue escrito por ngenechen, y solo tú lo has reconocido, has de fecundar confianza y paciencia en tu corazón para buscar la verdad. Toma este medallón, me fue encomendado por el gran espíritu del sol para entregártelo solo a ti, él te guiará en tu senda.
Atrás había quedado el reino de los pehuenes y el joven Antinanco contemplaba extasiado el espejo de agua.
Pero de pronto sucedió lo inesperado, un eclipse. Cuando la luna cubrió completamente el sol, por los vértices de ella escaparon sus rayos reflejándose en el lago. Una intensa luminiscencia se produjo encegueciendo al muchacho, que perdiendo el equilibrio cayó al agua. Mientras sujetaba fuertemente con su mano el medallón que colgaba de su cuello.
Espantapájaros 08/05/2007
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