Decadencia. (3ª Parte de Un cambio de hábitos) De Locomotoro
Por monelle elJun 1, 2009 | EnLocomotoro, CONTEMOS CUENTOS 9
Una vez eliminado Mediometro, comprobé que no estaba tan acabado como yo creía. Todo había vuelto a una aparente normalidad. El Papi salía de nuevo a dar sus paseos, aunque se había vuelto un poco enmariconado. Todas las tardes se dedicaba a cuidar de unos rosales que tenía plantados en el jardín.
Medio pueblo abonaba aquellos enormes rosales... y no porque le ayudaban a ello... bueno, sí que lo hacían... pero ¿cómo decirlo? Desde abajo... como sin vida.
Aparte de los rosales del Papi, el barrio había caído en la decadencia absoluta. Los muchachos formaban ahora cuadrillas de lolailos inaguantables. Habían perdido respeto por los viejos valores, trabajaban de cualquier forma, por la espalda y a cuchillada trapera, sin tener ningún respeto por los clientes. Y no era de extrañar, el Papi era ahora un guripa acabado, enbebido todo el día por sus rosales, sin horizontes.
A los chicos les hacía falta un referente, y el Papi se había convertido en una mala influencia, así que me metí en su cuadrilla y comencé a enseñarles un poco de teoría. Inicialmente empecé con los pasos más sencillos. Disciplina y elegancia en el trabajo, cómo se hace el ala al sombrero... nada de ganchitos en las orejas ni tatuajes. Los chicos parecían muy atentos, ese cambio de vida parecía emocionarles. De esa manera, poco a poco fueron abandonando el zulo en el que estaban metidos.
Una tarde, decidí pasar a una clase práctica y me fui con los muchachos de visita jardinera al Papi.
—Hola Papi— saludé.
—Siempre con respeto a la clientela.— iba apostillando a los chavales.
—Buenas tardes, hijo— Me respondió. — ¿Me echas una mano?
—Por supuesto Papi— repliqué.
—Siempre hay que atender las peticiones del cliente.
—Le ayudaré a abonar.
Al Papi se le fueron las cataratas de golpe... o de bala, no podría confirmarlo.
Me giré hacia los muchachos; alguno de ellos tomaba apuntes.
—Y por supuesto... el cliente siempre tiene razón— Apostillé.
Finalmente, y, tratándose del Papi... nos pasamos las normas por el arco y lo pusimos a flamear en plan vikingo junto con sus jodidos rosales.
Mis chicos aprendían deprisa, y yo tenía que ir pensando en convertirlos en hombres con futuro. Nuevos aires soplaban desde el norte. Tomé mi Veretta y me dediqué a limpiarle el óxido al suave sol del atardecer.
Locomotoro 06/06/06
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