Aventura en el Amazonas. De Belfas
Por monelle elNov 20, 2008 | EnBelfas, CONTEMOS CUENTOS 2
El río a medida que avanzábamos se volvía mas rebelde, las rocas que se encontraban en medio del torrente entrañaban mucho peligro.
Gustavo con una naturalidad increíble, las iba esquivando con maestría, nunca había visto a nadie con semejante temperamento.
Atravesamos unos rápidos donde el corazón se revolucionaba al mismo compás que la barca, el bosque se volvía más denso y comenzaron a emerger del interior del bosque aves exóticas. Unas paredes de granito se alzaban frente a nosotros donde el cauce estrechaba su curso.
Tras cinco horas, Gustavo dirigió la nave hacia la orilla a un pequeño solar dentro del enmarañado bosque y nos comunicó, fin del trayecto.
Llamé a Gustavo y le ofrecí una compensación si nos adentraba por las puertas del infierno, terminó por claudicar, puso énfasis al repetir que no se hacia responsable de nada ni de nadie.
Los demás un poco reticentes aceptaron y tras un breve descanso continuamos el camino después de tomar de un recipiente de vidrio semejante a un matraz, un líquido repugnante.
El paisaje era espectacular, las paredes de granito, emergían del mismo río y se alzaban majestuosas en busca de las nubes, la niebla impregnaba el húmedo ambiente, la visión se tornaba cada vez mas confusa, y el miedo hizo acto de presencia. La corriente se hacia mas vertical y la velocidad de la barca se hizo incontrolable.
Miré a Gustavo, por primera vez vi en su rostro la preocupación, él intentaba ejercer control sobre aquella endeble chalupa en una desigual lucha contra las turbulentas aguas.
Un impacto súbito y la barca dio la vuelta, quedamos a merced de la corriente.
Me agarré con fuerza a la barca y logré ponerla en posición de navegación.
Subí a ella, nadie mas consiguió embarcar de nuevo, pasaron dos horas inciertas, vaivenes y golpeteos contra las rocas, después, un remanso. Estaba sólo, cuando todo lo creí perdido vi gente en la orilla, dirigí la barca hacia allí, cuando me encontraba próximo, un grupo de mujeres apuntaron sus arcos hacia mí, me puse de pie y con los brazos en cruz intente hacerles ver que iba desarmado. Un silbido, una flecha dirigida hacia mí, un golpe seco en mi pecho, un crujido de huesos, un calor abrasador y un flujo de mi sangre sobre mi camisa, fueron los indicadores que el elixir de la vida concluía.
Belfas 04/03/2006
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