El principio. De Aleisterdeleden
Por monelle elNov 17, 2008 | EnAleisterdeleden, CONTEMOS CUENTOS 2
¡Las Brigadas Paranormales! Al, no pudo reprimir una sonrisa ante los recuerdos que evocaba ese nombre, mientras se encaminaba al despejado solar que antiguamente ocupaban las eras del pueblo abandonado. En ese mismo instante recordó algo que le pareció importante: el énfasis que puso su antagonista al hablarle indicaba claramente su ascendencia satánica, más bien luciferina. Había venido a La Estrella con una idea diametralmente opuesta a la que ahora tenía. Nadie, excepto el extraño personaje que le atacó, sabía de su presencia en el lugar.
Las Brigadas habían nacido allí, todos sus miembros fueron iniciados en este lugar. Cierto es que el programa de radio había ayudado, pero fue la magia del terreno la que los había seleccionado, todos pasaron alguna prueba, definieron allí sus cualidades y forjaron su temperamento. Y él quería que murieran –mágicamente hablando- en el mismo lugar, por ello iba a enterrar sus artes en el bosque, pero no le habían dejado. Tal vez lo lamenten, pensó.
Tomó de nuevo el paquete rasgado precipitadamente al extraer de él la espada, lo acabó de abrir, sacó el resto del “uniforme” y volvió a sonreír. Sintió, nuevamente, la sangre fluyendo con ritmo de rock… ¡Volvía a la lucha! Se puso el poncho negro, decorado según la tradición revelada en los grimorios —las túnicas resultaban incómodas y de movilidad reducida—; se ciñó el cinto, al que volvió a colgar la espada; se puso la boina guerrillera con el tetragrámaton en la parte frontal, a lo Che, y finalmente tomó de la parte posterior del coche los únicos objetos que había conservado: la vara (un bastón de avellano con una calavera en la empuñadura), el cáliz y su secreto más íntimo, su elixir. Nunca nadie de la tropa había osado a preguntarle por la composición de aquel extraño mejunje que siempre llevaba en un matraz aforado. Los más allegados sabían, eso sí, que lo tomaba antes de decisiones importantes que, como comandante del grupo, se esperaban de él. La tradición venía de antiguo y era especialmente efectivo en ayunas. Tomó un trago y apreció, como tantas veces, la sabiduría que encerraban sus dos componentes: aguardiente y vino moscatel. La “barretja” siempre había tenido ese propósito para los de su raza. Ahora podía pasar a la acción.
Aleisterdeleden 02/03/2006
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