Águila del sol. De Espantapájaros
Por monelle elFeb 25, 2013 | EnEspantapájaros, CONTEMOS CUENTOS 31
Se cuenta una historia que se remonta más allá del tiempo, en la época en que el hombre y la tierra eran solo uno, cuando el espíritu de Ngenechen señoreaba entre los bosques; antes de la llegada de los malvados y pecaminosos dioses de relucientes armaduras. En aquella época existió un pueblo que estaba asentado a orillas del lago Lleu-Lleu y a los pies de la majestuosa cordillera. Ellos se hacían llamar mapuches o gente de la tierra.
Este pueblo estaba gobernado por un poderoso Lonko, el que a su vez tenía una hija llamada Quinturay o esencia de flor, la cual estaba casada con un valiente Toqui o jefe guerrero. Habían pasado muchas lunas desde su matrimonio así que la joven estaba a punto de dar a luz; en su vientre anidaba el futuro jefe, el guerrero que guiaría con cariz y sabiduría a su pueblo hasta el día en que los espíritus de la región de los cielos o wenu mapu lo llamaran a formar parte de la ruka.
Fue así que una madrugada, antes de que el sol clareara el alba y como era costumbre, Quinturay se alejó del poblado. Sola se internó en el inhóspito bosque. Allí, en la oscuridad, entre la espesa bruma y a orillas del lago nació su pequeño hijo; luego de cortar con sus dientes el cordón de vida que los unía, lo hundió en las gélidas aguas para bañarlo. Una vez listo lo arropó con unas mantas y lo elevó al cielo presentándoselo a los espíritus del amanecer, como al killen (la luna), weñelfe (el lucero del alba); y les agradeció susurrándole al recién nacido una dulce melodía. Una melodía con sabor a tierra y a miel de encino. Tras la cordillera comenzaban a asomar tímidamente los primeros rayos del sol que anunciaban el nuevo día, uno de ellos se deslizo entre las copas de los árboles, saltando de rama en rama e iluminando las gotas de rocío hasta que se fue a posar en el rostro del infante, el que abriendo los ojos escrutó el cielo como si buscara algo. En ese preciso momento una errante águila que surcaba el firmamento le llamó la atención y dirigió su vista hacia ella; era un mensaje. Su madre al contemplar la escena comprendió lo que sucedía, los espíritus habían bautizado a su hijo, desde ese día lo llamarían: Antinanco, águila del sol.
Espantapájaros 18/04/2007
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