Un hombre, un genio. De Mon
Por monelle elJun 29, 2010 | EnMon, CONTEMOS CUENTOS 22
A deshoras llegaba siempre a casa, cansado, manchado y hambriento. Luis era profesor de plástica en la facultad de Bellas Artes San Carlos de Valencia, estaba soltero y era un hombre un tanto ensimismado. No era extraño verle anotar correcciones en un pequeño cuaderno con tapas de pasta de cartoncillo verdes, con muelle negro, de los de siempre, solo, sentado en cualquier banco.
A finales de los 80’ comenzó a desarrollar una técnica basada en las pinturas pigmentadas que se emplearon a principios del siglo XV, lo que años después le convertiría en un reconocido investigador, cómplice de los maestros renacentistas.
A pesar de su holgada cuenta bancaria, era un hombre sin codicia, devoto de obra y muy dado a las remuneraciones a favor de las organizaciones no gubernamentales.
Como cada miércoles, visitaba a primera hora la capilla del Ángelus, allí podía encontrar la paz que necesitaba, sin ruido ni las bulliciosas voces de sus alumnos. Eran cinco minutos que daban mucho de sí.
Siempre pensó que la vida era un simple recodo que había que torcer, aunque muchos se empeñaban en enderezar. Él solo había vivido para dejar una huella al óleo que permaneciese inmutable lustro tras lustro, lejos de cualquier signo de rebeldía o inconformismo. Sabía que la existencia era solo un capricho de la naturaleza y esta como tal, era mucho más sabia que la prepotencia humana.
Un martes cualquiera llegó pronto a casa, nunca más volvería a la universidad, se borrarían las manchas y desaparecería ese guirigay que había dado sentido a su existencia.
Dicen que nunca abrió la puerta a nadie, que en las tardes de invierno se le oía llorar y se cuenta que con las lágrimas fabricaba el vehículo que daba consistencia a sus pinturas. Su obra permanecerá hasta el final de los tiempos.
Mon 05/12/2006
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