Supervivencia. De Monelle
Por monelle elEne 10, 2009 | EnMonelle, CONTEMOS CUENTOS 4
Agazapada junto a la entrada, le vio doblar la esquina de su casa. Pasaba de la media noche y la lluvia mojaba a intervalos su cuerpo. Confiaba en su buena voluntad.
Sintió cómo sus manos cálidas la ayudaban a alzarse y cómo le enjugaban el rostro.
Con un tono cándido y dulce, la invitó a entrar.
Debía seguir con la pantomima, simular su indefensión para conseguir lo que buscaba.
La calidez de la manta con la que abrigó su cuerpo contrastaba con su piel habitualmente fría. Se recogió en un sillón mientras él le hablaba, la interrogaba.
Sin contestar, ella le miraba de soslayo con la tristeza permanente en su rostro para conseguir el ansiado acercamiento.
La inocencia de sus actos contrastaba con una idea preconcebida sobre él. Se lo había imaginado como a la mayoría de los hombres: lascivo, aprovechado e incluso cruel. Pero no era así.
Sintió por vez primera la compasión. Le hubiera gustado equivocarse, pero ahora ya no podía retroceder. Debía concluir su trabajo.
Se levantó del asiento en dirección al secreter situado cerca de la puerta. Lo abrió con toda confianza y después de realizar unos dibujos extraños sobre un papel, comenzó a escribir junto a ellos en un idioma desconocido, que impregnaban sus actos de un mayor misterio.
— ¿Quién eres? Y ¿qué buscas de mí? —Todos aquellos enigmas hacían que le titubeara la voz. Una lágrima recorrió su rostro desencajado.
Las palabras escritas se convirtieron en una invocación por la que logró la aparición brumosa de una pequeña ballesta que de inmediato asió entre sus manos.
Ahora era él quien se acurrucaba.
Se despojó de su abrigo dejando al descubierto un cuerpo tan gélido como etéreo. La temperatura bajaba con cada uno de sus pasos.
Sintió cómo sus manos frías lo elevaban y cómo el congelado tacto le rozaba el rostro.
La voz susurrante sonó asexuada. Ambigua.
- No es mi intención hacerte daño, pero no puedo detenerme. Discúlpame.
Lo atrapó fuertemente del brazo.
El miedo arrebató su vida.
Con certera destreza logró atrapar el alma huidiza con un único disparo.
Desde el mirador parecía que la calle se hallaba tranquila, la lluvia había cesado ya, y la luna asomaba por entre las nubes que cortaban a su paso la visión de un cielo centelleante y claro, acompañando el momento en el que devoraba a su presa.
Monelle/CRSignes 30/03/06
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