Los elementales. Capítulo veintitrés: Custodiado por ondinas. De Monelle
Por monelle elJul 5, 2010 | EnMonelle, CONTEMOS CUENTOS 22
“Marmara portaba un objeto cilíndrico como una caña hueca con el que traspasó la burbuja. Por aquel improvisado agujero, entraron dos ondinas que se situaron a ambos lados de mi, como custodiándome. Me entretuve mirándolas pues el aspecto de éstas había variado con respecto al de su reina. —Préstenme nuevamente el cuaderno e intentaré mostrárselas —eran más humanas, habían perdido la transparencia y el tono de su piel y el de su pelo se asemejaba más al nuestro. Con sus gestos cómplices parecían aguardar algún tipo de orden. —El tiempo se nos acaba —Marmara parecía triste en su semblante. Una de sus compañeras le entregó un saco pequeño.
—No temáis de ellas pues servirán de salvaguarda para que el tránsito hacia vuestro mundo no revista ningún peligro. Ahora ¡tomad! —Sobre mi mano posó el contenido del saco que le acababan de entregar: cuatro fragmento de algo parecido al cristal pero sin brillo cada uno de un color distinto. —No los perdáis, son la llave que nos permitirá reunirnos. Cuando llegue el momento descubriréis su potencial oculto. Hasta ahora tan sólo yo tenía el privilegio de su amparo, mala consejera es la codicia, hora es de que esto cambie. Cuídese maese Julius, pronto nos veremos y ese día sabréis hasta que punto es importante vuestra contribución. En ese momento, la tersa superficie de la burbuja comenzó a desaparecer y el agua invadió el improvisado hogar. La intromisión del líquido elemento absorbió violentamente a la bella Marmara. Temí por ella. El fin de mi epopeya acuática fue el más dramático de todos. Tropezando en la profundidad circundante contra las rocas, de no ser por el fragmento del mascaron de un pecio posiblemente, y pese a la ayuda de las ondinas custodias, habría perecido. Aquella corriente me depositó en un recodo de su trayectoria. Estaba desorientado, el momento semejó interminable pero para mi sorpresa, comprobé que no había salido del balde, ahora seco, en el que me introduje al principio. Pude escuchar como una ruidosa tromba de agua desaparecía en el río. Hasta allí llegó desde campanario de la Catedral el canto del ángelus. Debía regresar a casa.”
Monelle/CRSignes 06/12/2006
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