Los elementales. Capítulo treinta y siete: Algo se mueve. De Monelle
Por monelle elEne 9, 2011 | EnMonelle, CONTEMOS CUENTOS 25
A Anna le asustó la actitud de Joan, parecía loco. Les expliqué lo que sabía.
—Debemos obrar con precaución –dijo Julien.
Cualquier ruido sobresaltaba a Joan haciéndole gritar, temblaba como el pabilo de una vela, sentí pena por él. Anna había visto a los niños alterados con tanto alarido. Decidimos que lo mejor sería adelantarles el fin de semana en casa de los abuelos. No pasaría nada si perdían un día de clase, y nosotros estaríamos más tranquilos. El viejo había insistido en que no podíamos tomar a la ligera este tema.
—Joan abrió aquella puerta, es el único que puede verlos, pero están ahí. Los presiento. Ahora debemos averiguar sus peculiaridades, quienes son, y qué buscan para descubrir el método que nos librará de ellos.
Un escalofrío erizó todo mi cuerpo.
—Tened cuidado. Enseguida regreso –dijo Anna antes de salir de casa con los niños.
—¡Joan! –El viejo se acercó hasta él –¡Míreme por favor!
—Ahí están. ¡Quieren llevarnos con ellos!
—No Joan. Tranquilícese. Nosotros somos los que vamos a devolverlos al lugar de dónde salieron.
—Pero ¿cómo? ¿Es que no los han visto? Son demasiados... Están aguardando el momento... ¡Ya vienen! –Volvió a gritar.
—Está muy afectado y me pone nervioso –dije. –No me atrevo a girarme.
—No vaya a ponerse histérico. Le necesito con toda su entereza. Tengo una vaga idea de quienes pueden ser y de qué hacer para enviarlos al infierno de dónde salieron.
Al momento Julien regresaba con un cargamento de velas.
—Ricard intente tranquilizarle, le necesitamos también. Quiero confirmar que no me equivoco.
Confiaba en Julien, no era ni tendencioso ni ningún ñiquiñaque, pero todo esto levantaba nuevamente las dudas sobre el verdadero riesgo y las consecuencias de tan osado atrevimiento. ¿Quienes éramos nosotros para pretender dominar las fuerzas naturales?
—Joan, ¿cómo son?
—¿Qué no les ves? Haz que se vayan. Son amorfos hasta que se transforman en seres tenebrosos, les precede una niebla oscura. ¡Me están mirando! ¡Ayúdame! –Se tapó la cara aterrorizado.
—Son larvas. –Julien afirmó. –Ya Wamba, rey de los gnomos, y Metmitz las mencionaron.
—¿Qué? –se despertó mi morbosidad.
—Estas entidades sin alma buscan dónde alojarse e impiden que se pueda circular en el intermundo. Debemos echarlas antes de que nos dañen.
Monelle/CRSignes 25/01/07
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