LOS ELEMENTALES: capítulo sesenta y uno. Bajo el agua. De Monelle
Por monelle elNov 30, 2013 | EnMonelle, CONTEMOS CUENTOS 33
Nada más traspasar el umbral, Julien me abrazó. Pude sentirle emocionado. Pronto comprendí el porqué.
―Llegué a pensar que no volveríamos a encontrarnos.
―Debió de suponer que no les abandonaríamos en esta odisea, que les buscaríamos.
―Pero ¿cómo iba a ser posible si me había llevado los manuscritos?
―No lo recordará, pero hice copias de los conjuros. Hizo bien trayéndoselos junto con el Grimorio.
―No tengo el Grimorio ―afirmó Julien, no supe qué decir. ―Me alegro mucho de verle Ricard, y todos aquí le están agradecidos.
―Esto es maravilloso –afirmé ―¡Podré conocer a la reina de las ondinas! ¡Al rey!
―¡Mírelo! Por ahí avanza su cortejo.
El lugar que creía centro de aquel mundo, resultó ser una ciudad transparente en apariencia, cuyo foco de luz luminiscente esparcía destellos que se reflejaban por doquier. Sus espejadas paredes proyectaban aquellos rayos de variable color: amarillos, índigos, rojizos, verdes y anaranjados en todas direcciones.
Seren, no dejaba de mirarme. Cuando logró atraer mi atención, pidió permiso para entrar y se lo di.
―Debo de estar junto a ustedes para el retorno. Partiremos pronto.
―Pero yo quiero…
―Claro impaciente ―rió como sólo ella era capaz de hacerlo, con sus característicos y chispeantes destellos ―¡Ahí viene su majestad!
El cortejo se detuvo tan cerca de nosotros que se distinguía cada detalle del vehículo subacuático. Junto a él, una pandilla de ondinas, de ambos sexos, revoleteaban levantando miles de diminutas burbujas, que dibujaban espirales ascendentes, efervescente acompañamiento de rítmica melodía. Aquellas pequeñas y refrescantes burbujas se detuvieron al tiempo que el rey salió para saludarnos. En apariencia era un frágil cascarón en tonos nacarados, que se hubieran confundido con el fondo de no ser por los adornos en rojo chillón que lo engalanaban. No era sofisticado, más bien sencillo, y es por ello que me pareció mucho más sublime y vistoso, fecundando aún más mi asombro. Por segunda vez veía, en todo su esplendor, a un monarca de los submundos en su ambiente. Mi encuentro con el rey de los gnomos había resultado tan oscuro que me confundió. No me atreví a pronunciar palabra. Ahí me hallaba boquiabierto y sin perder detalle de nada.
―Seas bienvenido ―dijo.
Monelle/CRSignes 20/05/2007
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