Las primeras luces del alba. De Locomotoro
Por monelle elFeb 21, 2010 | EnLocomotoro, CONTEMOS CUENTOS 16
En el devenir de sus sueños, acertó a despertar cuando las luces del alba aun no habían mellado el horizonte. La caverna era un lugar húmedo y sombrío, pero era necesario permanecer allí. No muy lejos, al otro lado del océano, acechaban pequeñas pero implacables bestias que ya habían menguado casi toda su familia.
En ocasiones, alguna de esas bestias, se acercaban hasta la entrada y era necesario acabar con ella de manera aleccionadora antes que aparecieran más y pusieran en peligro su vida.
La mejor manera era devorar a la bestia ante la entrada para que el resto huyeran despavoridos.
Tanto tiempo en la caverna, le había permitido extrapolar los pensamientos de las bestias. Sabía que en el fondo lo respetaban porque lo llamaban “El guardián del tesoro”, pero no comprendía a qué tesoro se referían. De cualquier manera, ser el último de una dinastía y vivir encerrado en el exilio lo hacía ofuscar en delirios de soledad.
Necesitaba ver la luz del día, pero las bestias que acechaban se lo habían impedido toda su vida.
Estaba en esas meditaciones, cuando vio aparecer entre unas rocas una espada plateada. Debía mantenerse lúcido sin extenuarse inútilmente, no podía confiarse a la bestia. Sigilosamente se ocultó entre las sombras del musgo. Eran dos, una de ellas no le preocupaba, andaba a cuatro patas y parecía inofensiva. Encima de ella, había otra un poco más pequeña, vestida de ropa metálica y brillante. Era esa la que le preocupaba. Se sabía mucho más grande e inteligente, pero aun con todo, debía tener cuidado.
La bestia llegó hasta su lecho de piedras brillantes y todo su cuerpo se iluminó. Ante los ojos de la criatura, comenzó a saltar emocionada y a coger grandes trozos que cargaba sobre los lomos de la otra bestia. Todos hacían lo mismo, no llegaba a comprender el porqué. Salió de entre el musgo para ayudarle en su tarea. Y fue entonces cuando notó el pinchazo en su pata trasera. La bestia gritaba de furia y fue aquella actitud agresiva lo que marcó su final. Un sonido seco puso fin a sus gritos, peló el traje metálico y devoró a la bestia a la entrada de la caverna mientras la multitud huía despavorida entre las antorchas, los estandartes, las banderas... con los primeras luces del alba.
Locomotoro 18/09/06
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