La ventana al mar. De Mon
Por monelle elOct 9, 2009 | EnMon, CONTEMOS CUENTOS 12
Una vez más se dirigía hacia el muelle, su padre le había regalado un pantalón de corte pirata en su quince aniversario. Hacia años que ella sentía sensaciones extrañas en su cuerpo, aquellas largas noches de verano convidaban a mantener las ventanas de par en par al igual que sus finas piernas que intuían largos orgasmos con la inocencia de pensar que estaba sola, de pensar que nadie la observaba. En cambio al otro lado de la calle se encontraba el joven espabilado por antonomasia, con su herido pene, victima de cientos de masturbaciones la observaba, la veía sudar, contemplaba sus espasmos que procuraba sincronizar con sus eyaculaciones. Eran noches sin tregua, sin final, solo aplacadas por el cansancio y la satisfacción.
Él no cesaba de imaginar cómo sería un primer encuentro con aquella niña que vio crecer, tan tierna, tan bien proporcionada. Pensó en abordarla mientras se dirigía como todas las noches para ayudar a su padre que faenaba hasta muy tarde.
Debía ser hoy, todos habían estado bebiendo en su cumpleaños menos yo, quien con 15 años más, preferí perderme en una partida de cartas. Todo estaba decidido, ella lo deseaba, yo la deseaba. Al margen de la ventaja que me confería haber observado sus deseos, sus sueños, no podía dejar de pensar que para ella yo era un chico mayor del barrio, incluso alguien en quien nunca se había fijado. Debía emplear una estrategia ancestral para hacerla sucumbir de deseo.
Así fue, nuestros rostros se encontraron en la noche, ella asustada ante mi insistencia no pudo contener el fuego que dulcemente manaba entre sus braguitas, pronto comenzó a devorar con hambre insaciable mi pene endurecido a punto de estallar. Ella se dejó hacer y pronto estalló en un grito de placer cuando la penetré contra las redes que los pescadores amontonaban para su reparación, no podía creer que aquella joven se estuviera deshaciendo de placer, con esa piel tan suave, con esas ansias tan bestiales. Cuando ella quedó arqueada hacia atrás con los ojos entornados eyaculé con tanta fuerza que su larga cabellera quedo impregnada de mi esencia, jugo que ella guardaría como oro en paño el día de su primera alegría, el día de su quince aniversario.
Nunca más pude ver la ventana abierta.
Mon 24/07/06
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