La navaja. De Locomotoro
Por monelle elMar 11, 2009 | EnLocomotoro, CONTEMOS CUENTOS 6
Es otoño, esa extraña estación que marca el paso entre la vida y la muerte. En el bosque, todo se ha vuelto color marrón, un marrón intenso como el sonido de las hojas secas bajo mis pies desnudos. Más allá del bosque, en el claro puedo ver la cabaña donde vivo.
Rebusco entre la hojarasca del suelo y recojo un pedazo de rama medio seca, ideal para ser tallada, mientras me dirijo a la cabaña... esa es mi vida, sencilla y ajena a complicaciones.
Llego y me siento en una vieja mecedora que tengo asentada bajo el alerón de chapa que me hace de porche mientras contemplo ante mí el excelente paisaje que me brinda el bosque. Trato de conciliar el sueño mientras sobeteo el pedacillo de rama de roble que he encontrado, acariciando cada forma, soñando mil fantasías.
Finalmente, y tras un pequeño descanso, decido una forma, la forma de una mujer que de vez en cuando me visita. No sé aún como se llama, ni sé a qué se dedica, simplemente me observa con ojos tristes, callada... luego desaparece.
Mi cabeza trata de formular cada algoritmo que me permitirá sacar todas las curvas de la figura.... pero solo consigo recordar sus ojos. Al final saco la navaja de mi bolsillo... esa navaja que utilizo como único instrumento para todo.
Soy viejo y estoy cansado, pero cada vez que veo a esa mujer me siento joven, más vivo. Mis manos van tallando con destreza esa forma que recuerda mi mente, y poco a poco va apareciendo una figura que se le asemeja bastante.
La he terminado, y ahora contemplo la silueta del pequeño pedazo de madera al sol del ocaso. Pero no es su silueta solamente lo que veo, detrás del oscuro perfil aparece ella, ella que me está mirando con sus ojos tristes. De pronto sonríe y su expresión se vuelve amable. Quiero hablar con ella, acercarme, tocar su piel, conocer su olor... así que rebusco en mis bolsillos algo, un objeto bello, algo dable. Pero no lo encuentro... y mis dedos solo tropiezan con mi gastada navaja. Quiero levantarme, pero a pesar de que me siento joven mi cuerpo me resulta pesado y es ella quién se acerca a mí.
Sus labios tropiezan con los míos mientras su mano me coge y me lleva, lejos de la cabaña, lejos del otoño.
Es otoño, esa extraña estación que marca el paso entre la vida y la muerte.
Más allá del bosque, en el claro puedo ver la cabaña donde vivo, pero ya no hace falta que vaya. En el suelo del porche, bajo el alero, he dejado mi navaja.
Locomotoro 260406
Imagen: Árbol de la muerte. ©Verónica Guzmán (México, 1970) extraída de: http://www.veronicaguzman.com/
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