La cabina de Loli. De Aquarella
Por monelle elJun 21, 2009 | EnAquarella, CONTEMOS CUENTOS 9
En un pueblo como éste la vida se ralentiza en invierno, se escapa del frío y huye a la ciudad para volver solamente en verano. Precisamente fue un verano de hace muchos, muchísimos años, cuando la Loli llegó a nuestras vidas. Plantó su cuartel general al lado de la única cabina que había entonces: Una silla plegable y una pequeña sombrilla era lo único que necesitaba para revolucionarlo todo. Haciendo gala de su descaro empezó a exhibir lo que vendía, un cuerpo joven que hacía flamear las miradas de los paisanos y provocaba la indignación de sus mujeres
— ¡Pero dónde se ha visto algo así! ¡Qué vergüenza!
— ¡Quita esa cara de bobalicón y cierra la boca, que se está cayendo la baba!
En poco tiempo la cabina se convirtió en el punto de encuentro de los hombres, no sólo del pueblo sino también de los alrededores, y por supuesto de la cuadrilla que formábamos la peña de los destartalados. Para una pandilla de adolescentes con las hormonas aceleradas, cualquier excusa era buena para ir a echarle un vistazo a la Loli... un vistazo y lo que se dejara, claro. De poco servían las reprimendas de las madres para que no nos acercáramos a ella, nos pasábamos broncas y consejos por el arco del triunfo y ella agradecía el interés bromeando con nosotros
— Como sigáis mirándome así voy a tener que cobraros – y se echaba a reír con una risa juguetona y provocativa.
Entre las cosas que nos enseño, que fueron muchas, estaba la del ahorro. Consiguió que durante meses guardáramos nuestra miserable paga semanal para poder utilizar sus servicios. Fue en un mes de agosto, durante las fiestas, cuando por fin pudimos invitarla a nuestro zulo, el cuchitril en el que nos reuníamos y en el que – como ella decía – nos hizo hombres a todos.
Pero lo bueno se acaba. El verano siguiente apareció en el pueblo un guripa impresentable, un macarra con pinta de lolailo que supo engatusarla y nos la robó. Se llevó a nuestra chica dejándonos huérfanos de amor... y de consejos prácticos. Entonces nos pareció una tragedia que ahora, entre risas y cervezas, recordamos con cierta nostalgia. Han pasado muchos, muchísimo años, pero todavía hoy — cuando volvemos al pueblo en verano — seguimos quedando en la cabina de la Loli.
Aquarella 13/06/06
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