Elixir. De Monelle
Por monelle elNov 9, 2008 | EnMonelle, CONTEMOS CUENTOS 2
Era el mejor ejemplo para todas aquellas gentes perdidas ante la adversidad. Poner énfasis en sus palabras, destacar sus hechos, hubiera sido un error. Faltos estaban de un redentor, alguien que consiguiera encarrilar nuevamente su camino. Pero eso era algo que no iban a consentir.
Habían tardado mucho en lograr que el desencanto y la moralidad se derrumbasen, se apartasen de aquellas gentes para someterlos mediante las premisas que les favorecían y, el resurgimiento de aquella figura, desmoronaba sus planes.
En AP-58/34, más conocido con el sobrenombre de “Rudo-5”, uno más de los satélites empleados para la explotación minera, el desánimo había llegado a extremos de difícil arreglo. Los resquemores y miedos por la constante amenaza de la pérdida de la autonomía, debido a la escasez de recursos naturales como el agua, sucumbieron en disturbios y éstos, en una desesperanzada lucha de difícil solución.
Pero los dueños de las minas habían conseguido llegar a un acuerdo, tenían en sus manos la solución y no podían dejar que se les escapara. Así que, hicieron desaparecer toda prueba de la existencia de aquel individuo que, con su temperamento, hubiera logrado incluso convencer a más de uno de ellos. El diálogo y los razonamientos vencerían a la represión, y eso no podían consentirlo, pues si cedían, ¿qué nueva concesión les aguardaba?
Si aquellos habitantes querían milagros para mantener su fe, ellos se los proporcionarían.
Sobre un solar abandonado después de años de agotador expolio, hicieron surgir, ante los incrédulos ojos de algún incauto, un manantial de cristalinas aguas que no cesó de manar hasta crear un torrente, que discurrió formando un río que fue creciendo y creciendo.
No había mejor elixir para curarlos que aquel líquido y puro elemento.
No se preguntaron nada, tal era su entusiasmo; pero bajo aquella tierra se escondía un laboratorio en el que, desde un matraz, se creaba el elemento madre sutilmente mezclado con una sustancia de efecto sedante, que consiguió calmar los ánimos de todos los insurrectos, proporcionándoles un alto grado de docilidad y sometimiento sin que se dieran cuenta.
Y así continúa la vida en aquella lejana y diminuta mota de polvo en el espacio. En espera de que, quizás nuevamente, surja alguien que levante la voz por ellos y tenga mayor suerte.
Monelle/CRSignes 28/02/2006
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