EL APRENDIZAJE (Antinanco capítulo 2) de Espantapájaros
Por monelle elJul 10, 2013 | EnEspantapájaros, CONTEMOS CUENTOS 32
Como el viento que galopa veloz entre los árboles, como el águila que surca rasante los cielos, Antinanco corre libre sin dificultad en la espesura de la selva. A sus nueve años ya tiene el porte de un guerrero. De larga cabellera azabache, de oscuros ojos y su piel color arcilla, es el orgullo de su raza.
A cada paso sus pies descalzos se hunden en la humedad de la tierra y sus pulmones se inundan de los aromas a hierba buena y encino. El cóndor lo observa con lascivia mirada desde la altura, envidioso de su briosa libertad y el Pangue –puma –acostumbrado a ser el rey de las bestias, baja humilde la vista a su paso.
A diferencia de los otros niños de la comunidad, Antinanco recibe una preparación diferente. Él será el futuro guía de su pueblo. El uso de las armas y la fortaleza física es de gran importancia en la educación, así como la sabiduría espiritual. Como mapuche su apego a la madre tierra es indisoluble y es por ello que dedica mucho tiempo a las enseñanzas que le entregan el anciano kimche –sabio –.
Sentado a orillas del lago Lleu Lleu, y bajo la sombra de un frondoso sauce, el joven mapuche pasa horas escuchando con perseverante atención las palabras del viejo.
La naturaleza es la más justa examinadora, es la ley, el azmapu que regula la coexistencia entre las diversas cosa que habitan la madre tierra, por ello se debe respetar, proteger y cuidar.
Los mapuche son hijos de la tierra, esto lo comprendieron tus antepasados. Por que todo esta hecho de lo mismo; las montañas, los ríos, las estrellas, la gente, las piedras y el gran espíritu.
Pero de todas las enseñanzas, lo que más gusta oír a Antinanco son las antiguas leyendas. Historias que lo hacen soñar y viajar en su mente. Traspasa mágicas ventanas de cristal donde transita por extrañas tierras, allí se encuentra con los señores de la luz y la sabiduría. Son sueños, imágenes que solo comparte con empatía y confianza a su maestro. No podía mostrar a nadie esa debilidad, no debía ser el hazmerreír ni avergonzar a su padre ni su gente.
Pero el Kimche, quien ve con ojos de sabio, vislumbra un extraño brillo en la mirada del muchacho.
El viejo cree que el destino le depara otro futuro, diferente al escrito por los espíritus.
Espantapájaros 07/05/2007
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