Al Otro Lado Del Mar. De Fledermaus
Por monelle elFeb 7, 2010 | EnFledermaus, CONTEMOS CUENTOS 16
El verano había acabado. Estaba en la playa, hacía viento y no había ni rastro de bañistas. A lo lejos, una mujer lanzaba una pelota a sus perros. El viento era fresco, caía la noche, y entonces sería frío. No había nadie más. Las manos en los bolsillos le olían a un falso limón. El del lavaplatos perfumado. Un aroma que devenía asfixiante. Lo sentía corrosivo, más que el zumo de limón porqué esto no era limón, era algo químico. Y lo químico nunca le había parecido sano. Quizás extrapolaba una mala experiencia.
Ahora estaba tranquilo. No quería mirar atrás, el restaurante donde había pasado el verano trabajando quedaba a su espalda. Literalmente no quería mirar atrás. Contemplaba el mar, aquél era el único mar que conocía. Si bien todos los mares son el mismo océano, y todos el mismo charco de agua.
Aquellas jornadas entre columnas de platos sucios le había ofuscado. ¿Por qué tenía que pasarse el verano trabajando en aquello? Y oía las risas de los turistas maleducados, y quejicas. Les odiaba y hundía los platos en el agua como si fueran sus cabezas. Y uno, y otro, y llegaba a echarse en la cama, extenuado, con unas ganas enormes de llorar. El dinero no lo era todo. Pero era lo único que no tenía. Y todo consistía en aguantar.
Había venido por ese mar. Había arriesgado su vida, agarrado a la barcucha como musgo a la roca.
¿De qué le servían sus estudios aquí? ¿Y su experiencia de más de siete años como profesor?
Había esperado al patrón en la calle, al Sol. Llegó y le echó un vistazo. Lo mandó a la cocina, a lavar platos. ¿Era el trabajo que nadie quería?
Pronto escuchó y oyó cosas. La conclusión, de una lucidez alumbradora, le clarificó que la vieja Europa estaba incomoda que sus manos tocaran la comida. Sus manos, parecía, eran para los desechos, y aún así, la cocina no tenía ventanas y nadie le podía ver.
El mar le calmaba. El verano había acabado. Había transcurrido como el agua del grifo, días insípidos y fugaces. Y cada uno de ellos, le fue horrible, y ahora formaban, todos, una masa uniforme que le pesaba en el pecho. ¿Por qué?
Europa le había engañado.
Fledermaus 12/09/06
No hay opiniones, todavía
« Clara. De Mon | 11-S. De Suprunaman » |