Entierro prematuro. De Suprunaman
Por monelle elMar 7, 2009 | EnSuprunaman, CONTEMOS CUENTOS 6
Constantino Castellano era el menor de tres hermanos, sus padres siguieron el negocio familiar, el tráfico de alcohol. Constantino no llegó a terminar octavo curso, los algoritmos no eran lo suyo y empezó a integrarse en la familia.
No era un gran asesino, era más bien un negociador aunque no renegaba de las pistolas.
En poco tiempo la vida de Constantino se volvió excelente, su fama aumentaba y sus propuestas dables, cada vez gustaban más a los miembros de la familia, que veían aumentar sus cajas de caudales.
Vivía en una mansión enorme, fue entonces cuando Constantino conoció a Linn, una joven a la que contrató como asistenta. Pronto surgió entre ellos algo especial, a Constantino le parecía estar viviendo un cuento de fantasía.
Eran tan felices que hasta decidieron casarse, Linn empezó a preparar todas las cosas de la boda, en unos cuantos meses estaría todo preparado.
Pero los negocios de Constantino dieron un giro, todos sus envíos eran incautados por el FBI, empezó a perder puntos entre la familia, no acababa de entender que es lo que ocurría, probablemente había un chivato entre ellos.
Era el día de la boda, Linn estaba preciosa, vestida de novia, Constantino paseaba nervioso por toda la casa, al llegar a la cocina escucho unos pequeños zumbidos, la cocina era el lugar donde realizaba gran parte de sus negocios, y movido por un impulso miró bajo la mesa descubriendo un micrófono escondido, fue a la habitación de Linn y le preguntó:
-¿Qué es esto Linn? ¿De dónde ha salido?
-No lo se Constantino.
-¿Quien ha estado aquí? Dímelo. -dijo con un tono de voz alterado
-Vino un hombre, -dijo ella llorando
-Dios mío, ¿el FBI?
-Me dijeron que sabían de tus negocios y que te encerrarían a menos que tuvieran información de tus compradores.
-Dios Linn, te han utilizado como un instrumento en mi contra y ahora ya no hay solución.
Constantino hizo una llamada y aparecieron dos tipos en un coche familiar beige, rematado por un alerón.
- Vamos Linn -dijo Constantino
-¿Dónde?¿Dónde? -dijo llorando, su tez blanca tenía ahora unos chorreras negras que le resbalaban por la cara. Constantino le tapó los ojos con una venda y le dio un beso.
Estaba oscuro allí dentro, olía a tierra húmeda, estaba metida en una caja aterciopelada, por más que gritara, Linn ya estaba muerta.
Suprunaman 24/04/06
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