El sexo de los ángeles. De Aquarella
Por monelle elEne 2, 2009 | EnAquarella, CONTEMOS CUENTOS 4
En el mirador, abstraída, la vista se explaya en un horizonte que apenas percibo, mis ojos siguen atrapados en el vacío. Buceo en la memoria buscando una explicación. ¿Cómo pudo ocurrir? Empezó por casualidad, si es que la casualidad existe; tal vez se tratara de una broma del destino. Una página de poesía, una forma de escribir especial que me atrajo desde el principio, y el inicio de una amistad literaria que, poco a poco, se fue convirtiendo en algo más.
Era fascinante sentir un alma gemela, un corazón sensible tan cándido como el mío; la complicidad surgió de forma espontánea. Los comentarios poéticos dieron paso a las confidencias, una confianza difícil de explicar fue instalándose entre dos personas que, por unanimidad, acordaron que la suya sería una relación “epistolar”. Nada de teléfonos, nada de fotos, nada de citas, nada que no fuera palabras en la pantalla. Pero esas letras negras sobre blanco fueron cobrando vida, las emociones las empapaban. Adquirieron cualidad de tacto y el aspecto literario fue quedando en un segundo plano. La unanimidad del pacto empezó a resquebrajarse.
Un viaje de trabajo a mi ciudad fue la excusa perfecta, la curiosidad pudo más que la prudencia y me deje convencer para que nos conociéramos. Sentada en la cafetería esperaba impaciente su llegada. La única seña de identidad era un libro que habíamos acordado llevar ambos “El Misterio de las Coincidencias”, desde la ventana estudiaba a cualquier hombre que llevara un libro. Distraída como estaba me sobresaltó una voz femenina - ¿Amelia? – Miraba a la mujer que me hablaba intentado recordar de qué la conocía, no me sonaba su cara… hasta que mis ojos se detuvieron en el libro que, con la portada bien a la vista, llevaba en la mano.
No daba crédito a lo que estaba pasando, estaba confusa… aún lo sigo estando. La flecha de una ballesta lanzada al corazón no me hubiera hecho tanto daño. ¿Una mujer? ¡Me había enamorado de una mujer! Ni se me había ocurrido pensarlo, la magia que nos unía se evaporaba… me sentí engañada. De la larga conversación que mantuvimos sólo recuerdo una frase “No seas tan cuadriculada, el amor es asexuado” eso… y sus lágrimas.
El sonido del teléfono me devuelve a la realidad, es mi marido. Antes de salir cierro el secreter, como si se pudiera guardar bajo llave la confusión, junto a poemas, cartas y sentimientos.
Aquarella 28/03/06
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