Cirilo un carpintero de armas tomar. De Belfas
Por monelle elOct 26, 2009 | EnBelfas, CONTEMOS CUENTOS 12
Soy caliente por antonomasia, mi entrepierna sufre con frecuencia espasmos, fruto de mi furor uterino. El mío, un útero fogoso, encuentra con facilidad la forma de incitar a mi cerebro a consumar fantasías célebres.
Una reforma en mi cocina y el encargo de una mesa resistente, pues la anterior se rompió en un escarceo con mi marido, hizo que conociese a Cirilo. Un hombre atlético, que me recordó al pin–up que me avasalló en la última despedida de soltera de una amiga.
El tercer día llegó vestido con un pantalón pirata y una camisa desabrochada, que permitía ver su torso bronceado. Una forma sensual de despertar mi libido y ese instinto ancestral que llevo dentro.
Fue esa combinación de madera recién cortada, la fragancia de la cola, el adobo del solomillo y el aroma del sudor de su piel, lo que me hizo sucumbir. Mientras Cirilo trabajaba con la mesa, yo trajinaba en el horno. Ese día opté por un vestido blanco, casi transparente, que insinuaba un minúsculo tanga negro. Yo, miraba de soslayo... él, de una forma atrevida... mi sexo humedecido desprendía un aroma que, mezclado con el resto de fragancias impregnaba el aire de la cocina con la esperanza que Cirilo captase su excitación.
Agachada, miraba a través del cristal del horno buscando la forma de provocarle. Su mirada entró furtiva entre mis nalgas y tras su mirada, vinieron sus manos. Mi cuerpo a su tacto se estremeció, me hizo levantar y antes de poder decir nada, me beso en la boca. Yo, correspondí gustosa, me tumbé sobre la mesa dejando mi culo sobre el borde, mis manos buscaron ávidas su miembro grueso y duro; tras encontrar el ángulo correcto aparté ligeramente el tanga y lo introduje en mi sexo jugoso y excitado. Él, mientras, amasaba con habilidad mis pechos, y mis pezones firmes invitaban a su boca hambrienta. Mi cuerpo se arqueaba, gemidos de placer intentaban atravesar las paredes para anunciar mi furor. Bastaron unos cuantos movimientos acompasados para llegar al éxtasis juntos.
Me quedé aturdida sobre la mesa, cuando recuperé el sentido, vi a Cirilo alejarse con su caja de herramientas, se giró y una alegre sonrisa perversa fue el obsequio por esos cuarenta segundos de placer. Ya tenía mi mesa lista para próximos avatares.
Belfas 27/07/06
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