29
Ago

La niña quiere ser artista


Se lanzó al mundo de la farándula con el único apoyo de su abuela, una sevillana “mu resalá” reconvertida a valenciana desde hacía más de cuarenta años, pero que no había perdido ni una “mijica” de su gracia.
Manuela había dejado los estudios como quién cuelga la sotana.
El día que Manuela se lo dijo, preparaba un “arrós a banda” para toda la familia. El mortero, repleto de ajos, aguardaba la paciencia de la anciana experta en preparar “all i oli”.

- ¡Menudo elemento estás hecha! “¡Ozu mi arma!” “Filleta meua*”, ¿has pensado lo que dirán tus “pares”?
- No abuela. Me imagino que se negarán en redondo, pero he decidido que quiero ser artista y no cambiaré de idea.
- No te preocupes Manuelilla. Ya me encargaré yo de ellos, pero debes hacerme caso y esperar. Te comprendo, cuando niña también yo tenía mucha “grasia” y estuve a puntito de “haserme” artista... Eran otros tiempos y no tuve “er” coraje suficiente. Recuerda que con lo devotos que son tus pares pueden montar un “la de Dios es Cristo” que ni te imaginas.
- Gracias yaya. ¡Eres la mejor!

Con mucho mimo continuó con su “all i oli” mientras Manuela, por detrás, la agarró de la cintura para darle el más grande de los besos en la mejilla.

Durante un año la abuela fue allanándole el terreno, repleto de tinieblas e incertidumbres, hasta conseguir que su hija y su yerno consintieran al menos para que la niña lo intentara.

- Mire abuela,- dijo el padre de Manuela a su suegra - no quiero parecer agorero, pero dudo que mi hija tenga futuro.
- ¡Mira que puede llegar a ser “malaje” tu “mario”! - Dijo dirigiéndose a su hija que ya se temía una acalorada discusión - ¿Qué te apuesta?
- Prometo llevar... – giró rápidamente la vista buscando algo que agarrar y tiró del asa de un cacharro para alzarlo sobre su cabeza mientras decía - Prometo llevar esto en la cabeza - lo levantó bien alto - por casa, durante el tiempo que me diga y, tan sólo me lo quitaré para dormir.

Las risas de las dos mujeres comenzaron a resonar al ver a aquel hombre con el orinal en alto.

- Jajajajajajajaja Pues Lolo ya puedes comenzar a ponértelo que la semana que viene tu niña “zale” por la tele y creo que comprobarás “enceguida” el salero que ha heredado de su abuela.

CRSignes 140406

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29
Ago

Capblanc de Columbretes

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28
Ago

Castrati

“Como en todas las Iglesias de los Santos, las mujeres cállense en las Asambleas, que no les está permitido tomar la palabra (...)”.
San Pablo, en la I epístola a los corintios

Arrebujado bajo una manta pensó que tal vez si cerraba los ojos, al abrirlos, todo acabaría siendo un mal sueño. Pero antes de la salida del sol vinieron a por él. Se derrumbó. Ni en sus peores pesadillas hubiera imaginado lo funesto de un destino, del que aún desconocía lo peor.
Lo arrastraron sin miramientos, parecía un animal acorralado. Ni una palabra amable pudo hacerle entrar en razón. Por su comportamiento arisco tuvieron que atarlo y amordazarlo con fuerza.
Habían pasado varios días. ¿Cuántos? Imposible recordarlo. En sus oídos aún repicaba el sonido de los pasos; la bolsa de monedas; y el llanto de una madre conmocionada e inconsolable. No había nada que pudiera apartar de su mente el daño que acababan de infligirle, ni el porqué de tan irracional acción. Un sentimiento de reproche creció en él, enredándose en su corazón, aprisionándolo con fuerza.

Lo tuvieron encerrado hasta que consideraron que se había recuperado. “Al menos, —pensó —la comida es abundante”.
El paisaje cambió un día. Las dulces palabras de aquella matrona, contrastaban con la mirada aviesa del personaje que la acompañaba, el mismo que le había guiado hasta la sala de tortura. Fue descubriendo un ambiente alegre, aunque combinado de amargura. Decenas de muchachos se arremolinaban a su paso, le señalaban, le sonreían, le hablaban. Un gran portalón se abrió, jamás había visto tanta belleza. Dorados refulgentes; ángeles por todas partes; un suelo brillante y liso, reflejando toda aquella grandiosidad; paredes y techos decoradas con las más bellas escenas terrenas y celestiales; y una música que le había transportado. Un infierno convertido en cielo.

¿Estaría muerto? La dulzura de las voces, acarició sus sentidos. Entonces fue que lo vio. Le dio la bienvenida, le habló de esperanzas, de ilusiones, del bien al que se debía, de su obligación para la iglesia, para Dios. Aquel fanático personaje, de lujoso y colorido atuendo, le había engañado, creyó haber estado ante la mismísima presencia del Altísimo, y tan sólo era un hombre. No obstante se sintió complacido. Comenzaba a formar parte de un nuevo mundo. Se sintió importante.
Pero el camino no era fácil, ni para él, ni para ninguno de sus compañeros en el dolor —el dolor por la hombría perdida— y la lucha, demostrando ser el mejor de todos, el más dotado. Extinguido cualquier vínculo familiar, imposible ser temerario, ir en contra de aquella vida para la que seguramente nunca serviría. Se dejó guiar en la enseñanza estéril; ilusionado con la promesa viviente del goce de los sentidos más allá de la vida terrena.

CRSignes 260808

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27
Ago

En el campo

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26
Ago

Paraíso

Para Ricardo con todo mi amor.

Mortíferas palabras proyectaba la voz gutural del ser alado, que amenazando con una espada flameante, nos exhortaba a salir.
Sorteamos los ruinosos fragmentos de un tejado que, a intervalos, dejaba caer sus piezas destapando un cielo oscuro ausente de luces y nubes, coronado por una luna de tono apagado. Hacíamos esfuerzos para encajar el significado de sus frases, y en el recuerdo emergía el antiguo libro sagrado, cuando aquellos que denominaron nuestros primeros padres, fueron expulsados del paraíso. De un golpe aquel ser lo había derribado, esperando que la impresión del estruendo y su peligro nos hiciera reaccionar. Frustrado ante nuestra indiferencia, había tenido que recurrir al viejo truco, al discurso recurrente y al fuerte peso de la tradición confiando en que la memoria tuviera mayor efecto que sus golpes.
El universo se debatía entre disputas ajenas a nuestra existencia, y sus batallas se prolongaban más allá del tiempo. Ya no había sitio para nadie, y los propios dioses, se veían en el triste papel de renovar el emplazamiento de sus huestes. El remanso de paz, que hasta hacía bien poco nos rodeaba, había desaparecido, y nosotros, olvidados de todos los conflictos, abandonados hacía ya demasiados años para recordarlo, preferimos ignorar.
Sin remordimientos nos dijeron que aspiraban a más, que colapsábamos sus ansias de poder, que deseaban probar de nuevo en otro lugar, que habían descubierto nuevos universos, y que puesto que confiaban en nosotros, no temieron dejarnos. ¿En qué íbamos a creer entonces salvo en nosotros mismos?
Pero no contaron con la competencia, se creían únicos, y al poco de comenzar su búsqueda, se vieron reflejados en el espejo de la ambición, en otros dioses que, como ellos, aspiraban a lo mismo. Y surgieron las disputas y la destrucción.

Aquellos hacedores de vida, casi la aniquilan. En la primera tregua, buscaron un emplazamiento para recuperarse, y como no quedaba nada, se acordaron de nuestro paraíso.
En lo alto, el ángel destructor parecía recordarnos lo insignificantes que éramos. Pero su vuelo rastrero, nos devolvió la confianza. Cayó abatido al primer disparo. Ahora aguardamos de los dioses, como antaño, una respuesta, aunque hace un par de noches que el firmamento resplandece de forma inusual.
La batalla parece continuar allí en lo alto, y quizás no llegue a tierra.

CRSignes 010807

La ilustración titulada Batalla del cielo está extraída del blog Los cuatro elementos http://loscuatroelementos.wordpress.com/

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26
Ago

Paseando por La Habana 11

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25
Ago

El ladrón

Un beso legal nunca vale tanto como un beso robado.
Guy de Maupassant (1850-1893)

Tenía diez años de edad cuando comencé. Sucedió en clase. Antes de salir del colegio vi a Violeta y sentí un impulso inexplicable. Ni tan siquiera pensé en las consecuencias, me aproximé decidido hasta ella y, al llegar a su altura, la besé. Los dos salimos corriendo.
Durante el verano fui perfeccionando la técnica. Mis amigos me admiraban. Logré robarle besos a todas las niñas del barrio.

Y así llegué a la adolescencia. Sabía lo que quería y cómo, sólo tenía que fijar mi objetivo. Era ver una hembra y sucumbir a la tentación.
Veía pasar a mis amigos con sus novias recelando de mi presencia y con motivo. Pronto acabaron odiándome.
Por antonomasia terminé con el sobrenombre de “el pirata”, y al igual que estos ancestrales caraduras desperté tantas pasiones como odios.
No había cumplido aún los diecisiete años de edad, cuando me di cuenta de que ya no sentía la alegría del principio. Era el tío que más mujeres había besado del instituto, pero me dolía pues ninguna quería tener tratos conmigo.
Fue entonces cuando comencé a buscar alternativas. Si ellas no deseaban relacionarse con alguien como yo, no me merecían. De hecho, desde un tiempo a esta parte, mi popularidad ha aumentado de nuevo.
Ahora es fácil verme con una amplia sonrisa. Ya nadie me odia, y todo desde que he cambiado de estrategia.
Si hubierais visto la cara de aquel camionero, cuando me pilló pegando el morro en la portechuela de su camión decorado con una preciosa pin-up. Y ¿la de mi tío, el de la sastrería? Esa si que quedó como un poema, por no comentar la historia que llegó hasta mis padres, pero es que no pude resistir lanzar sobre mis brazos el maniquí del escaparate de su negocio.

Como veis sigo robando. Besos grandes o pequeños; fríos y cálidos. Los he robado rápidos o pausadamente; por el día y de noche; mientras jugaban a la comba o esperaban en la cola del pan; en la parada del bus y en la playa; a solas o en compañía. No tengo ningún reparo al hacerlo.
Aunque los que más me gusta robar son los de mi madre, que de vez en cuando me visita en el centro y me ofrece su mejilla para que se los robe con ternura.

CRSignes 200706

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25
Ago

En la margarita (Detalle)

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22
Ago

Recordando el futuro De Luís Oliver Guasp

Este será el segundo texto que aparece en el blog de mi buen amigo Luís Oliver Guasp. Hace años, dediqué gran parte de mi tiempo, ilusión y esfuerzo a la radio. Miembro fundadora de una emisora libre en Castellón, llevaba un programa semanal en el que leía cuentos y poemas de escritores noveles y grandes literatos. Hasta él llegaron las cartas de Luís, que como veréis en el texto que sigue, aportaban al programa algo más que los deseos de colaborar. Este texto, junto con el anteriormente publicado aquí “Hablar como el agua”, fueron regalos que me hizo. Maravillosas muestras de amistad que ya de paso alimentaron mi ego, pues estaban creados para mis palabras, para mi voz.
Gracias amigo Luís, estas pequeñas joyas, todas y cada una de las que enviaste, las guardo, además de en un lugar destacado de la estantería, en el corazón.
Os dejo con este pequeño cuento que rubricaba una de las cartas que me mandó.

Déjame recordar el futuro.
Tendré que pedir auxilio a algún trovador inspirado, como nuestro amigo Bernat de Ventadorn, para que cante, a medias con su laúd y al pie de tu ventana, la canción de la alondra.
Al romper el alba, entre sueños, te llegarán las notas melancólicas de una música lejana, que viene de una Edad Media remota; y entre las palabras occitana de una voz acariciante, tal vez entiendas algo de una alondra enferma que se deja caer al fondo del corazón herido.

A unos pasos del cantor, yo estaré atento a sus versos flotantes en la penumbra, para aprender en ellos el arte del buen trovar... ¿No te asomarás, aunque sea un instante, a recibir el obsequio de esa poesía?...
Sí, seguro que lo harás.
De ese modo, cuando él y yo nos retiremos, huyendo del sol que todo lo descubre, podré interrogarle sobre ti. En una taberna oscura, soñolientos por la noche en vela, brindaremos con grandes copas de rocío campestre, que una cuadrilla de gnomos ha recolectado en el bosque...
¿La has visto, amigo trovador?
¡Si la hubieras escuchado reír...!
¿Has visto cómo se reclinaba en la ventana, posando sus manos blancas en los hierros forjados?...

Amigo trovador, tienes que componer una canción que hable de sus encantamientos, desde la claridad de su frente y el légamo de sus labios, hasta la flor de sus pasos...
Todo esto le diré al bueno de Bernat, pero ya se habrá quedado dormido, echada la mano en el hombro de su antiguo laúd.

También yo quedaré dormido, y cuando despierte, su lugar en la mesa estará vacío, y nadie sabrá decirme adónde ha ido; lo que sí me contarán es que las bellísimas canciones del trovador, una por una, han sido compuestas con el corazón y el pensamiento anegados en ti; cualquiera del castillo lo sabe, y está dispuesto a referirlo prolijamente.
Estoy literalmente rendido: no sabes lo cansado que es recordar el futuro.

©Luis Oliver Guasp 1993

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22
Ago

En la margarita

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21
Ago

La línea blanca. (Beellzebub demonio de la gula)

Los destellos del firmamento atraparon su atención al abrir los ojos. Volvió a cerrarlos, aún estaba oscuro, pero no pudo dormir, sentía su cuerpo como adormecido, acartonado. Su mente le llevó de vuelta a la línea blanca, larga, inconstante, aquella que había delimitado su camino.
Antes de salir a escena, preparó la droga. Le aguardaban miles de admiradores ansiosos por respirar, por vivir de su música; ya no importaba su estado y eso le complacía. Hacía mucho que la lucidez en escena había dejado paso al exceso. Las luces, rítmico acompañamiento de los compases -fruto descontrolado de su ingenio-, le ayudaban a crear la atmósfera que le trasladaba al séptimo cielo.

Un único problema: se estaba cansando. Agotado de las multitudes, de las giras, las modas, de la puta hipocresía de la promoción, de los conciertos. Quería dejarlo, abandonar, pero le habían advertido.

—Si desapareces, me encargaré de que éste sea el último concierto que hagas. Y olvídate de todo, hace mucho que firmaste el contrato que te une a mí hasta la muerte, esa es la única manera en la que te librarás. —Su manager sabía muy bien lo que se hacía.
—Recuérdame que para el próximo álbum sea yo mismo quién proponga la idea de la portada. —La pausada forma de hablar daba cuentas de su estado. Tomo una cámara que había por el camerino y disparó, deslumbrándole. Rió a carcajadas. — Esta foto… —se tambaleó. —… con esta foto buscaré quién la diseñe, y te aseguro que tu rostro será tal y como lo veo. Se verá reflejado el diablo que llevas dentro. Maldito Beelzebub.
—Vale, vale… Se hará así. Por cierto, después de la actuación no te largues. En el salón te esperan para una entrevista.
— ¡Eres un cabrón! Ya la haré mañana.
—Es importante. Harás lo que te mande.
—Si estoy en condiciones. —De un empujón apartó a una de las del coro, esnifando la coca que ella tenía preparada. No paraba de reír.

Al volver a abrir los ojos, se sintió desorientado. Las rayas de la carretera ¿qué carretera? Las rayas de polvo blanquecino, enfiladas muescas de su memoria. Tenía sed. ¿Por qué no había nadie junto a él?

— ¡Quiero un bourbon con hielo! —su voz resonó seca en la lejanía.

Salieron de la ducha. La mezcla de alcohol y drogas era evidente. Él la portaba a la grupa. Sin pudor alguno paró para hacerle el amor, pero no pudo.

—¡Baja! ¡Vete! —poco faltó para que le hiciera daño.
— ¡Eres un canalla! ¡Olvídame!
— ¡No sé por qué hablas, zorra! ¡Volverás! —Rió mientras se ponía algo de ropa.
— ¿Ya vas a atenderme? —La habitación estaba en penumbra, tan sólo la luz de una vela, iluminaba el rostro de un personaje que se le antojó lúgubre y siniestro.
—Venga tío. ¡Qué susto me has dado!

Sobre la mesilla, apenas un pequeño bloc y un vaso de güisqui.

—Veo que ya estás servido. Voy a por un bourbon.
— ¿No has bebido demasiado?
—Posiblemente sí, pero no es asunto tuyo. Entrevístame, tengo prisa. ¿Es esta tu tarjeta? ¡Qué heavy! Tienes que decirme quién es tu diseñador, estoy pensando en una portada… precisamente así, con demonios. —Se la guardó.
— ¿Hasta dónde eres capaz de llegar?
—Ya llegué. Tengo todo lo que necesito y más, y si no seguro que lo consigo.
— ¿Quieres decir que estás satisfecho con lo que tienes?
—No conozco a nadie que se conforme por mucho que sea, puede que no. Pero nada me impide seguir elevándome.
— Y ¿qué harías para conseguirlo?
—Venga acabemos, estoy cansado y me apetece antes dar una vuelta. Tengo la vida, que no el alma, vendida. Todo lo que poseo, aunque parezca eterno, está tan vacío como este vaso, y no es suficiente. Además dicen, que estoy condenado, quizás estén en lo cierto; pero esa condena está vigente sólo en vida. Estoy harto de que me manipulen.

Salió disparado. Tomó las llaves de su deportivo, subió en él sin atender los reclamos de su equipo que insistían en llevarlo. Hacía mucho que quería probar aquel desmesurado chorro de adrenalina con ruedas, y éste era el momento y el lugar. El desierto de Arizona se abría ante él con sus grandes distancias.

Líneas largas, blancas, inconstantes que delimitaban un camino quebrado por una curva cerrada que no vio. Abrió los ojos por enésima vez. Vislumbró el principio del día; o quizás fueran los focos del escenario; o más bien los faros de algún coche transitando por la alejada carretera. Su cuerpo acartonado, no tenía fuerzas ni para pestañear. Así que cerró los ojos, y descansó. Se había liberado.

CRSignes 180808

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21
Ago

Mosca de campo

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20
Ago

L' Utile

Utile había nacido libre. Libre y abandonado a su suerte, como sus padres.
“Los dioses así lo han querido, y ni tan siquiera los hombres podrán hacerle perder el privilegio”, rezaba su madre mientras lo acunaba entre sus brazos. Como quiera que las deidades tienen un extraño sentido del humor, la libertad de Utile se extendía por un pequeño islote en medio de un mar recóndito lejos de corrientes y mareas, en dónde ni tan siquiera anidaban las aves. La tierra que le vio nacer, exenta de siluetas, apenas una línea en el horizonte sin cordilleras que la elevaran un palmo, era un páramo en el que no se encontraba ni un triste árbol que bañara de sombra y hojarasca el suelo. Como un camaleón se camuflaba en la inmensidad del océano. Posiblemente por eso nadie arribó hasta allí en demasiado tiempo.

Dieciséis años atrás, un error de navegación propició la arribada al islote de un barco negrero. Encallados y sin posibilidad de seguir ruta, construyeron una balsa en la que tan sólo partieron los tripulantes dejando allí la carga, que pagaba así con sangre y vida su pasaje. Así abandonados, con una promesa incumplida, expectantes, aguardaron una ayuda que jamás llegó.
Pasaron los años, y aquellos infelices esclavos vieron, pese al peligro que seguía representando permanecer allí siempre al azote de las tormentas sin poder resguardarse, una forma de escapar de un destino más desdichado, de una vida de trabajos y sufrimientos exenta de libertad. Nadie se acordó de ellos, desprenderse de sus vidas fue sencillo, y de no ser por que la supervivencia en aquel lugar se hacía insostenible, se podría llegar a imaginar que habían alcanzado el paraíso.

A Utile, no le aguardaba una vida sencilla, aunque la sencillez de su entorno podía semejarlo. Fue a poco de nacer que perdió a su padre, y su madre a su esposo, engrosando una cifra de caídos que ya nadie recordaba.

Apenas cuatro mujeres y un niño fueron rescatados. La expedición que después de más de una década arribó a aquellas costas, quién sabe si no por azar, rompió los sueños que la madre de Utile tenía para su retoño.
“Ya no podrá morir libre” fueron las palabras que en su lengua pronunciaba desesperada, mientras subían al barco los únicos supervivientes del barco negrero “L’Utile”, que encalló a cuatrocientas cincuenta kilómetros de Madagascar, allá hacia al año 1761.

CRSignes 310307

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19
Ago

Paseando por La Habana 10

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19
Ago

Doña Teresita

Nadie se atrevía a pronunciar aquel nombre. Aún así, pensaban que tarde o temprano Doña Teresita caería en la cuenta de la falta que le hacía Don Manuel, de lo absurdo que era descargar de esa manera su frustración.
Sin escrúpulos, había dado por cierto todo lo que se le planteó: que su marido le había sido infiel; que sus amigos la habían traicionado. Definitivamente se sintió sola, tanto, que no volvió a confiar en nadie más. Y desoyendo todas las voces que le hablaban de los engaños confundiéndola, no tenía oídos más que para aquellas palabras que le hacían aparecer como víctima. Transformó una conducta recta, y volvió veleidosa su existencia.

Y así como aquél almanaque olvidado bajo la escalera, único testigo de la realidad transitable y del paso del tiempo, fue haciendo mella, el estado mental de Doña Teresita se desquebrajaba como sus hojas raídas. Se le había metido en la cabeza, que puesto que el mundo se había vuelto del revés, así debía figurar todo lo que le rodeara. Comenzó ordenando que se sujetaran en el techo los enseres del salón, luego los de los dormitorios, la cocina, los baños... Aquella casa se convirtió, al tiempo, en poco más que un museo de los caprichos inconscientes de una mujer trastornada, por la que nadie se atrevía a dar nada. Los pocos que se habían mantenido fieles a su lado no tardaron en dejarla a su suerte. Aquellos sirvientes desencantados, que en un principio interpretaron como broma temporal todas sus extravagancias, no resistieron aquella presión. Fue en ese momento, cuando Doña Teresita se dio cuenta de su error. Pero creía que ya nadie le haría caso. Sólo un milagro podría ayudarla.

Sujeto en la aldaba de la puerta, un macho aguardaba el regreso de su jinete. Don Manuel se había introducido en el vestíbulo, y cogiendo las manos de Doña Teresita e hincando las rodillas en el suelo, juró que no cesaría en su empeño hasta que ella accediera a darle una oportunidad. A un tiempo, ambos se buscaron. Los goznes del portalón hicieron tope, y en el interior de la casa reinó una paz interrumpida a intervalos, por la risa radiante y feliz de dos maduros amantes, que no podían demostrar su amor más que en el suelo. Hecho éste que les hacía mucha gracia.

CRSignes 211205

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