L' Utile
Utile había nacido libre. Libre y abandonado a su suerte, como sus padres.
“Los dioses así lo han querido, y ni tan siquiera los hombres podrán hacerle perder el privilegio”, rezaba su madre mientras lo acunaba entre sus brazos. Como quiera que las deidades tienen un extraño sentido del humor, la libertad de Utile se extendía por un pequeño islote en medio de un mar recóndito lejos de corrientes y mareas, en dónde ni tan siquiera anidaban las aves. La tierra que le vio nacer, exenta de siluetas, apenas una línea en el horizonte sin cordilleras que la elevaran un palmo, era un páramo en el que no se encontraba ni un triste árbol que bañara de sombra y hojarasca el suelo. Como un camaleón se camuflaba en la inmensidad del océano. Posiblemente por eso nadie arribó hasta allí en demasiado tiempo.
Dieciséis años atrás, un error de navegación propició la arribada al islote de un barco negrero. Encallados y sin posibilidad de seguir ruta, construyeron una balsa en la que tan sólo partieron los tripulantes dejando allí la carga, que pagaba así con sangre y vida su pasaje. Así abandonados, con una promesa incumplida, expectantes, aguardaron una ayuda que jamás llegó.
Pasaron los años, y aquellos infelices esclavos vieron, pese al peligro que seguía representando permanecer allí siempre al azote de las tormentas sin poder resguardarse, una forma de escapar de un destino más desdichado, de una vida de trabajos y sufrimientos exenta de libertad. Nadie se acordó de ellos, desprenderse de sus vidas fue sencillo, y de no ser por que la supervivencia en aquel lugar se hacía insostenible, se podría llegar a imaginar que habían alcanzado el paraíso.
A Utile, no le aguardaba una vida sencilla, aunque la sencillez de su entorno podía semejarlo. Fue a poco de nacer que perdió a su padre, y su madre a su esposo, engrosando una cifra de caídos que ya nadie recordaba.
Apenas cuatro mujeres y un niño fueron rescatados. La expedición que después de más de una década arribó a aquellas costas, quién sabe si no por azar, rompió los sueños que la madre de Utile tenía para su retoño.
“Ya no podrá morir libre” fueron las palabras que en su lengua pronunciaba desesperada, mientras subían al barco los únicos supervivientes del barco negrero “L’Utile”, que encalló a cuatrocientas cincuenta kilómetros de Madagascar, allá hacia al año 1761.
CRSignes 310307
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