15
Jun

Missing time

¡No, estúpida es M U R C I É L A G O! Lo ves Marco. ¡Ojala pudiera llamar!

Pero Marco ni veía ni tan siquiera podía escucharla, yacía conectado a los aparatos que sustentaban su vida artificialmente.

¡A-7! —gritó. — ¡Pero qué tontos! Imagina que en lo que llevamos de mañana ya habría ganado 12.000 euros —suspiró.

La tele seguía entreteniendo las horas de encierro y la inquietud de una madre que aguardaba un milagro.

Hablar ayuda a las personas como tú. Veamos, lamento no poder decirte cómo tu padre entró en mi vida, si era un desastre o iba como un cromo, más bien, ni me di cuenta. Hasta tu llegada, no reparé en la posibilidad de aquel encuentro. Te lo puedes creer, algo tan importante y no lo puedo recordar.

Cuatro hombres con escafandras entraron obligando a salir a María. Mientras, unos operarios desconectaron durante unos minutos a Marco buscando alguna reacción, un movimiento involuntario o reflejo en su cuerpo.

¿Qué le hacen animales? No han tenido suficiente. Por su culpa se encuentra así —dijo mientras la entraban de nuevo.
Nada señor. Ella es muy suspicaz y no coopera, y el chi…co… Él…Él, sigue sin reaccionar.
Si no sabe cómo denominarlo, llámelo por su nombre. ¿Probaron la desconexión?
Así es señor, pero o es muy listo o las lesiones de los primeros exámenes se escaparon de nuestras manos, y los daños son irreversibles.

María se tiró las manos a la cabeza y miró a su hijo, pero no dejaron que se acercara a él. Tan sólo la soltaron al abandonar la celda en la que se encontraban.

No los pierdan de vista. Tarde o temprano nos puede sorprender, no es el primero que nos engaña. Todas estas criaturas tienen mayor aguante.

María tomó la mano grisácea de su hijo y la besó con ternura.

Lamento Marco que el encuentro con tu padre fuera tan efímero. No haberlo conocido conscientemente. Las aducciones no deberían existir. Tú eres hermoso hijo mío. No sé por qué tu padre tenía que ocultarse de mis recuerdos. Cuando todo esto termine, cuando estas bestias nos suelten, buscaremos a papá y nos iremos con él. Así debía haber sido desde el principio. Te lo prometo.

La cadencia del pulmón artificial era un fondo acústico demasiado duro para María, y la televisión vino nuevamente a enmascarar su angustia.

CRSignes 121008

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14
Jun

Serie "Primavera" nº 45

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11
Jun

El mar haría el resto

Las primeras llaman los sabios artes adivinatoria,
y de éstas aún hay dos maneras… porque una de
ellas (las supersticiones), son para hacer pacto o
concierto con el diablo…
(Capítulo III de la “Reprobación de las supersticiones
y hechicerías” P. Sánchez Ciruelo)

Sor Doña Inés de la Estrada y Suárez de Hinojosa, junto a Doña Manuela debían apurar el embarque. Partían rumbo a España. El calor asfixiante de final del verano apenas si era aliviado por la brisa, que desde el mar calmo del amanecer, arribaba. A Sor Doña Inés las fuerzas le fallaron, un pequeño vahído le hizo perder el equilibrio. Dos hombres de la tripulación evitaron que cayera al agua. Sus pies hinchados y henchidos, aquel calzado le oprimía, habían tenido parte de culpa; aunque el ceñidor ajustado al pecho y el verdugado, también fueron responsables. Ya en el camarote, Doña Manuela asistió a su señora aligerándole las ropas, y dejando al descubierto el motivo de su marcha.

Soltaron cabos, levaron ancla e izaron velas. Pronto añorarían la bahía de La Habana, las costas de Cuba que simulando una línea coloreada a estribor, durante horas serviría de guía de navegación antes de adentrarse en el océano. A las ocho en punto, comenzó la misa.

Doña Manuela, esperamos que Sor Inés se encuentre mejor.
Gracias Vuecencia. Ruego disculpe a mi señora, no deseaba perderse el oficio, pero está indispuesta.
Descuide, más tarde yo mismo pasaré para ofrecerle los sacramentos. Debo velar por el alma de ustedes.
Nos complació saber que Su Excelencia viajaba también. Una dama sola, entre tanto hombre, y durante un largo viaje…, existiendo la posibilidad de cruzarnos con malandrines, piratas…
Ni lo penséis. Yo velaré por su fe, dignidad y honra.

Doña Manuela informó a su señora de las intenciones del Obispo. Ambas se afanaron por ocultar la verdad.
Doña Sor Inés, recién había cumplido veinte años, doce de los cuales los había pasado recluida, su severo padre así lo quiso, en la orden de las Betlehemitas en La Habana. Su avanzado estado de gestación, no podía ser descubierto. Su honra se vería dañada, y posiblemente debería cambiar el rumbo, huir hacia otro lugar. Aún teniendo motivos con los que justificar su estado, una dama de su posición ingresada además en una orden, sería pasto de la inquisición en el peor de los casos, y más teniendo en cuenta las circunstancias que las había relacionado directamente con otro tipo de rumores, que hacían referencia a ritos muy alejados de la fe cristiana.
Lo tenían todo calculado. El parto, debía ocurrir a mitad de travesía, y cualquier indisposición la achararían a los mareos propios del viaje. En cuanto al bebé… el mar haría el resto.

Eminencia, ¿qué motivo os retorna a la añorada España?
No se asusten señoras, pero es el Diablo. Corren rumores de que la situación se ha vuelto insostenible. Una peste de supercherías: adivinos, magos, astrólogos, y algunas prácticas irrespetuosas en congregaciones y órdenes, están asolando la fe. Por toda España, se pronuncian bulas, se realizan juicios, y se condena a todo aquel que osa adorar a Satanás. Y vos hermana, ¿por qué regresáis?
La grave enfermedad de un familiar me obliga. Me va a disculpar, vuelvo a sentirme indispuesta. —A punto estuvo de sucumbir a la tensión del interrogatorio.

Pero aquel avispado representante de Cristo desconfió de Sor Doña Inés y su dueña. Sin mayor referencia que el instinto de la elite inquisitorial, repasó los informes que portaba en diligencia al rey. No tardó en encontrar los datos que las relacionaban con la congregación, y el apremio de su partida. Es por ello que las espió y mandó vigilar. Misteriosas luces y extraños rezos, alertaron a los encargados de la misma. Pese a las evidencias, el Obispo decidió aguardar.

“… Los gritos cruzaban la nave de punta a punta. El cielo se nubló totalmente. El oleaje nos zarandeaba de una forma demoníaca, como si el mismísimo Lucifer, jugara con nosotros. De entre los goznes y rendijas de la puerta del camarote de Doña Sor Inés y Doña Manuela, pudimos observar movimientos poco habituales. Ocultos, aguardamos lo peor. Pasada la medianoche, cuando la tormenta descargaba su furia sobre nosotros, salieron ambas visiblemente afectadas. Doña Manuela se dirigió con un bulto entre las manos hasta cubierta. Allí, entre lágrimas y risas, pronunciaron conjuros diabólicos. Ellas misma confesaron inmediatamente después que se trataba de un niño. Los hombres lanzaron redes, pero no pudieron rescatarlo. Fue entonces que todo se descontroló. Enfurecidos, aquellos marineros lanzaron una tras otra al agua a ambas mujeres. No puedo justificar ninguno de estos hechos, sé que su Majestad sabrá confiar en mi palabra. Aquí tiene esta carta con todo lo acontecido. Disponga de mi cargo como crea conveniente. Pero confío en que permita a este su humilde representante, continuar con la labor que le ha encomendado.
Suyo servidor por la Gloria de Jesucristo…”

CRSignes 070609

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10
Jun

Serie "Primavera" nº 44

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9
Jun

Seguimos jugando 3. Ricardo Acevedo y CRSignes

Como todos nuestros juegos, nacían y continuaban enlazándose con el anterior y hace un tiempo que subí el segundo lo encontraréis en este enlace por si queréis leerlo, aunque os recuerdo que todas estas cosas, van a parar a la categoría denominada "Cosas que contarle a... Monelle":

http://www.servercronos.net/bloglgc/index.php/monelle/2009/04/05/seguimos-jugando-2-ricardo-acevedo-y-crs

Y así seguimos jugando…

Precioso, déjame ver como me pongo a tu altura...
comienzo por tu primer verso:
En un espacio callado y quieto,
nuestra pasión se extiende arrasadora
confunde al proyecto SETI,
crea el pánico en la bolsa de Tokio
eleva el precio de los tulipanes
borra a la Estrella de la Muerte (hasta hace poco
paraíso gay)
los planetas infestados claman
por una nueva dosis de amor
despiertan de su letargo nuevas criaturas
en un viejo planeta llamado Tierra
todas las botellas de todos los náufragos
llegan a sus destinos
ella le lee a él su poema del unicornio
el ultimo deseo de un niño "un helado que no se
derrita nunca"
el ultimo verano de los zombis
el primer beso en un taxi
la primera guayaba
un te amo y una risa telefónica
... Ellos (el bufón y la dragona) están juntos de
nuevo

©Ricardo Acevedo E. 2005

Dejaré escapar ese barquito que apartaste de mis manos,
urticante nave que enciende la risa
en el espacio perdido del reducido hueco que queda
bajo una cama rota, un preservativo reventado,
en el mínimo espacio que separan dos cuerpos por amor unidos,
zarandeados por la tormenta,
con la música suave de algún teclado,
perdidos en la contemplación del uno
en el cuerpo dormido del otro,
entregados a la lectura de poemas de amor,
descubriendo sabores, olores, formas,
encontrándose en cada rincón de sus sueños:
una torre repleta de libros,
una canción infantil,
un cuento de cuando eran niños.
Pasear de la mano, perderse entre calles oscuras,
parques escasamente iluminados en donde tocarse sin miedo,
abandonarse en caricias, respirar, susurrar, confesarse.
Reírse, mofarse de la extraña alquimia que los une,
de lo complicado que es todo,
de ese mago que juega con ellos, de la espera, de ella, de él... del, y
cambiando los términos, del dragón y la bufona.

©Carmen Rosa Signes 2005

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8
Jun

Serie "Primavera" nº 43

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6
Jun

Las rubias tontas...

"A través del cristal, podía verlo. No tardó en llegar su madre, agarrarlo fuertemente con el cinturón de seguridad, y evitar así que pudiera ser testigo de la desagradable escena del rescate del cuerpo sin vida. Al instante la caravana de coches avanzó.
En la orilla, la lúgubre belleza del cadáver se dejaba ver. Tendría diecisiete años. Ahora, debían confirmar su identidad y comunicar la terrible noticia a los familiares. La región se volvía a teñir de luto. En las dos últimas semanas habían aparecido los cuerpos de tres jovencitas. Sin aceptar que un loco caminara suelto, intentaron enmascarar los crímenes como accidentes, pero las víctimas seguían aumentando…”

A Juli le gustó Manu. Sus amigas le advirtieron de que no debía confiar en desconocidos, pero no les hizo caso y aquella tarde aceptó ir con él al auto-cine. A Manu no parecía importarle la película, no le quitaba los ojos de encima a la rubia que tenía al lado.

“…En el salón principal del cementerio se celebraba el sepelio, a últimas horas del día. Lisa, una de las mejores amigas de la fallecida, caminaba con rapidez por entre las tumbas del campo santo, hacía tarde. Una mano, surgida como por arte de magia, la hizo caer…”

De un salto, Juli se pegó a Manu, que con sutileza aprovechó para agarrarla por los hombros, mientras decía:

— ¡Las rubias tontas siempre mueren!

Ella aguantó la escena siguiente como pudo, le disgustaban ese tipo de películas, pero le agradaba Manu pues la consolaba con ternura.

“…Los crímenes no parecían tener fin, ni la llegada del FBI cortó los impulsos del asesino…”

La película estaba próxima a terminar, y Manu no se había atrevido aún a dar el primer paso. “Seguro que no es ningún canalla.”, pensó Juli. Manu, al contrario, cada vez aparentaba más intranquilo, se movía nervioso, y tirando mano tras su asiento rebuscó algo que al fin encontró. El brillo de la hoja afilada compitió con el de la luna cuando se abalanzó sobre Juli, que luchó con fuerza, cuando…
…Un corte de luz les privó del final. Los encargados del auto-cine, coche a coche entregaron cupones vigentes durante una semana, para que pudieran ver la película completa.
Encontraron a Juli sentada en tierra, sin poder explicar lo sucedido. Al entregarle el cupón lo rompió.

—Las rubias tontas… no siempre mueren. —Dijo.

Realmente no le apetecía saber cómo se terminaba la película.

CRSignes 150808

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4
Jun

Serie "Primavera" nº 42

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3
Jun

El paciente

Salió de la casa con el convencimiento de haber hecho lo que había podido. Pensaba que le iban a recriminar su actuación, pero no fue así.
Descendió por la colina satisfecho de su trabajo. En el camino alguien le llamó a gritos. Giró su mirada y se quedó atónito. Frente a él se hallaba la persona a la que había atendido. Con una sonrisa y muy buen aspecto le dio las gracias.
La noticia de su muerte llegó al mismo tiempo que él al pueblo.

CRSignes 2003

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2
Jun

Serie "Primavera" nº 41

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1
Jun

Promesa cumplida

Desde el otro lado de la línea telefónica, su voz sonaba lejana y débil.

¡Iremos al hogar de los gigantes!
Anda ya abuelo, no me engañes.

Si su abuelo hubiera podido verle los ojos abiertos como platos, se habría reído mucho.
Esperaba no decepcionarlo. En primavera, precisamente en las fechas en las que el niño nunca podía viajar hasta el pueblo, era el encargado de capitanear el desfile de los gigantes; estructuras de madera con forma humana, que bailaban salvajemente al son de la música popular, y que rivalizaban con los cabezudos.

¡Qué sí! Dentro de tres semanas estaremos juntos, y prometo que lo primero que haremos será visitar ese lugar.

Pero el tiempo corrió en su contra.
Pedro entraba despacio de la mano de su padre. Sebastián tenía miedo de no encontrar las palabras adecuadas, de no saber explicarle bien lo que había sucedido, y se sorprendió.

Hace tres meses a Lolo le pasó lo mismo.
¿A qué te refieres hijo?
Lolo vino llorando a clase por que su abuelo se había muerto, y la “seño” nos habló sobre la muerte.

En parte, Sebastián se sintió aliviado. Continuó avanzando aparentando tranquilidad.

Pedro, quiero que comprendas lo que vas a ver. Entraremos en ese cuarto, ¿vale? Ahí está tu abuelo. Lo verás como dormido, pero ya no puede contestarte. Será sólo un segundo, y nos iremos. Era muy mayor, sufrió una crisis cardiaca. Murió cuando dormía.
Papá, entonces… ¿ya no podré ver nunca el hogar de los gigantes?

Los niños, son capaces de disociarse rápidamente de los hechos incómodos. Sebastián estuvo a punto de enojarse, pero comprendió que con seis años, Pedro, no era consciente de lo que sucedía. Entonces recordó, volvió a su infancia. Cierta melancolía le hizo reaccionar, y tomando a su hijo en brazos, salió de la casa.
Un escalofrío recorría su cuerpo. Todas sus moléculas se estremecieron, y las lágrimas recorrieron su rostro.

No llores papá. Nos dijo la “seño”, que los que mueren, se quedan dentro del corazón de los que les quieren. Yo siento al abuelo. ¿Tú no?
Claro hijo mío, pero debo acostumbrarme…

Abrió la puerta de la fantasía en la mente de su hijo, como antaño hiciera su padre con él. Y contemplando aquellos magníficos seres, comprendió la importancia de mantener la ilusión que tantas veces le quiso hacer comprender su padre.

CRSignes 041105

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29
May

Serie "Primavera" nº 40

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28
May

El salto

Dio las últimas puntadas. Se aseguró de que quedara firme. No podía fallar. Lo dobló cuidadosamente, y atándolo a su cintura saltó.
Quien le iba a decir a aquel desencantado sastre, que salvaría su vida gracias al cargamento de tejidos y máquinas de coser que portaba en su recién estrenado oficio de piloto.

CRSignes 2003

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27
May

Serie "Primavera" nº 39

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26
May

El 163

Las calles apenas transitadas de la ciudad que crece, que se moderniza, son un cúmulo de sorpresas. “Lo traen los tiempos —dicen—, hay que acostumbrarse”. Pero la expectación despierta tantos recelos como ilusiones.
Hace un mes que monté a mi hijo, al pequeño de apenas seis años de edad, por primera vez en el tranvía. Pensé que sería más terrible para él. Subimos en Paseo de Gracia, miré su carita y comprendí que aquello era grande. No sé el porqué me lo había imaginado asustado, agarrado a mi cuello o enredado entre mis piernas, suplicándome que le bajara de aquel cacharro que corría tanto, pero no fue así. Él mismo insistió en que le soltara. No paró de saludar a las mujeres, a los ancianos, y como no a los niños. Vi en sus ojos el orgullo que despierta sentirse envidiado.
El paseo se alargó un buen rato. Delante de nosotros el trajín de la ciudad acelerada, de los vehículos rodantes, de los carromatos y carruajes tirados a caballos, de los ciclistas desafiando al vehículo, no cesó. Algunos intrépidos peatones se cruzaban en el último segundo, confiados en su agilidad y los reflejos. Las carreras improvisadas de los ciclistas que atraviesan zigzagueando delante de nosotros siguiendo los rieles, son divertidas. El fulgor del sol se cuela por los cristales, su fuerza se refleja en ellos, y te deslumbra. Por un momento el recorrido se detiene para que el 168 siga también su marcha. Otro día subiremos en él. Mi hijo no se cansó. La ciudad se muestra hermosa, resplandeciente, parece nueva sobre el tranvía.
Cuando lo creí conveniente, tomé su manita y lo aupé. Bajamos antes de que se detuviera. El niño rió con gusto. Ya en el suelo corrió a su lado hasta agotarse, pero su excitación aún perduró un rato. Estirando de la chaqueta me dijo. “Papá, papá, quiero más”. Con mi negativa no conseguí que callara, siguió insistiendo. Tuve que prometerle que volveríamos a subir a la siguiente semana. Y así lo hicimos.
Hemos convertido estos paseos en una costumbre, en un mal vicio dice su madre. “Las calles se han vuelto peligrosas con tanto tráfico”, comenta. Ella y sus manías.
Mañana montará con nosotros por vez primera. Creo que podremos hacerle cambiar de parecer.

CRSignes 240509

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