6
Dic

Hechizo de amor

El roce de las rocas abría, a cada golpe, una nueva brecha sobre la piel de Ariel.
Temía mirarla. Le pesaba la responsabilidad por lo sucedido. De todos los días de su vida, este había sido el peor. Sin esconder la aprensión que le producía el tacto de la carne fláccida, buscó la forma de hacerse con ella para vararla hasta la orilla. En la laxitud de los miembros zarandeados por las aguas, creí ver movimiento real. Aquellos brazos parecían reclamar su ayuda; aquellos labios, los suyos; aquel cuerpo, que tantas veces deseó, la incursión de su sexo quizás por vez primera. Pronto llegaría a la orilla.
Ariel parecía dormida. Sin descansar ni un segundo reaccionó buscando el milagro que la resucitara. Había alcanzado la arena sofocado, y lo intentó derramando la totalidad de sus fuerzas. Pero su boca no insufló vida, ni sus brazos lograron animar el corazón encallado.
Abrió sus párpados esperando ver algún reflejo animado y amable, pero la masa vítrea de las pupilas se había apagado.

Seguía sin creer lo sucedido. El océano, cruel y hermoso, le había arrebatado, con la misma rapidez que se lo dio, el más preciado de sus tesoros. Pisó en firme por última vez, miró a sus espaldas, creo que intuyó mi presencia. Saltó con su amada entre los brazos. El cuerpo se tornó liviano al contacto con el agua. Retornó la fantástica sensación que momentos antes me hizo creer que ella le reclamaba. La sensual fuerza del vaivén, les meció, arrastrándoles cada vez más allá del seguro y seco refugio en el que había crecido, hacia el oscuro abismo de las profundidades.

Corrí desesperada. Con un gritó dejé escapar la angustiosa fuerza del miedo. Debía llamar su atención o lo perdería para siempre. En ese momento comprendí que nunca había sido realmente mío. No alcancé a calibrar como correspondía, el sentimiento que había unido a mi amado con Ariel.

El roce de las rocas acarició los cuerpos de los danzarines amantes, que el sensual empuje de las olas unía en la dicha de un amor consumado.

CRSignes 051009

Nota: Versión libre de "La sirenita"

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5
Dic

Playa de Guanabo

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30
Nov

Un tango por San Jehudiel

El exquisito sonido de aquel tango, sorteaba la tarde espesa y húmeda del arrabal bonaerense. El calor resbalaba sus gotas sobre las siluetas alargadas de los paseantes, que se dejaban acariciar por el embrujo de la canción surgida de un viejo gramófono… y bailaban, o más bien se deslizaban a su compás. Catalina aguardaba a su amante. Aspiraba despacio el humo de su pitillo, mientras sostenía con la otra mano una copa de coñac. Lejos de ocultar su pecado, lo exhibía sin reparo. Había dicho que su esposo no la deseaba, que sólo se había casado con ella por su belleza, que quería sentirse arropada por los brazos de la pasión, aunque sólo fuera con el baile. Por eso bailaba como nadie. Se lanzaba en brazos de cualquier compadrito, para pasar con él la tarde y, por que no, la noche. Nunca se dejó ver dos veces con el mismo hombre. Era sumisa en los comienzos, e implacable y cruel en las despedidas.

Manuel había entregado su vida a la persona equivocada, y ésta, en lugar de evitarle el escarnio, lo exhibía en los suburbios. Aquella situación le encendió los celos. Al adentrarse en el arrabal le pareció reconocerla a cada paso, en cada esquina, en brazos de todos los hombres con los que se cruzaba. Aquella sería su última aventura.
En la noche cerrada seguía sonando la música. Las baldosas barridas por las pisadas de los bailarines, brillaban. La pericia de aquellos hombres y mujeres le hipnotizó. Creyó reconocer en ellos, la pasión olvidada de su esposa. Mientras tanto Catalina seguía aguardando. Ni siquiera alcanzaron a verse.
De entre las sombras dos figuras surgieron al unísono. La primera se acercó hasta ella, la segunda se situó frente a Manuel, y dándole una medalla le dijo:

Es una historia vieja, una canción conocida, amigo mío. ¿Por qué dejarse atrapar por los celos, cuando fuera de este ambiente existe otro canto más amable y dulce?

Catalina se entregó al baile. El último giro terminó con ella. La sangre de la puñalada salpicó su rostro. Murió de la mano de un amante despachado. Se derrumbó sobre sus brazos con el ritmo final del tango. Sin comprender lo sucedido todo el mundo aplaudió.
Manuel se alejó de allí, sin ser consciente de nada. La figura que le convenció había desaparecido. Sobre su mano abierta una medalla de Jehudiel.

CRSignes 251009

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29
Nov

Los girasoles. De Daniel Schallbetter

Si deseáis saber más sobre este artista Argentino, excelente pintor y mejor persona, aquí os dejo el link de su página web:

http://www.schallbetter.com.ar/

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25
Nov

Me porté como quien soy, un gitano legítimo

Dedicado a Manel, Fran y Andrés por permitirme formar parte de este precioso juego

¡Oh Cuba! ¡Oh ritmo de semillas secas!
(Federico García Lorca, Son de negros 1930)



Aunque quisiera hacerse el duro, no lo era. Llevaba demasiado tiempo fuera de su Andalucía querida, y aquel viaje fue como un soplo de vida. Arropado por los suyos, admirado por todos a cuántos conocía, había desembarcado sin saber que lo que encontraría le iba a impactar tanto. En La Habana todo era sensualidad y belleza, todo era conocido. Aquellas calles, incluso sus gentes le hacían sentir como en casa. Los horizontes se agrandan para un Federico pletórico, que disfruta del aire dulce y cálido de Cuba, con aroma a palmera, café, brisa marina, y a hembra. Comenzó a sentir nostalgia de aquella tierra mucho antes de conocerla, y mucho más de abandonarla.
Lydia tenía motivos para sentirse feliz a su lado.
— Tienes que elegirlo —le dijo.
Con sensuales movimientos, la cubana se pasea frente a él. No evita el contacto, lo busca. Ha crecido una fuerte unión entre el grupo de escritores y poetas que le aguardaban, y se han estrechado los vínculos en un juego de admiración mutua, y fascinación.
— Sigue leyendo —le ruega ella.
—…En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos…
— No me conformo sólo con eso, continúa. Termínalo, te escucho. —Lydia no puede ocultar su excitación.
—…Sucia de besos y arena (Lydia le besa)
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios…
La musical esencia del poema, devuelve un rubor, años a desaparecido, a la cubana. Aquel cuerpo, abundante y altruista, toma con pasional admiración, las manos del poeta que concluye su texto.
—…Me porté como quién soy.
Como un gitano legítimo…
El ritmo de semillas secas que llega desde la calle, pone música a los últimos versos.
—...y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.
—Eres un descarado, Federico, pero te amo.
“La casada infiel”, fue uno de los poemas que marcaron la estancia de Federico en Cuba. Un poema sensual como la hermosa mujer y la tierra que se lo inspiró, y que jamás logró olvidar.

CRSignes 22/11/09

Como mis amigos Manel Aljama, Fran Rueda y Andrés Hernández (Anhermart) este texto forma parte de un homenaje que hemos querido ofrecer a la figura de Federico García Lorca, con todos nuestra admiración y respeto.
En mi particular homenaje he tomado prestado el poema La casada infiel, que pertenece al Romancero gitano, aunque realmente, por lo que he podido documentarme, es un poema anterior a su visita a Cuba, puesto que precisamente a Lydia Cabrera, a la que se lo dedica, la conoció en Madrid en uno de los viajes de la escritora cubana a España. Pero eso no le resta importancia, por el interés que le nace antes de conocer aquella tierra sus costumbres y sus gentes.
En estos enlaces encontraréis los textos que forman parte de este improvisado juego:

Manel Aljama en su blog El viajero de las letras nos ofrece el cuento Dale café, mucho café.
http://manelaljama.blogspot.com/2009/11/dale-cafe-mucho-cafe.html

Fran Rueda desde su blog ...y miro al mundo como rueda, nos obsequia con el cuento ¡Calla que vienen!
http://entrellat.blogspot.com/2009/11/foto-campo-de-olivos.html

Andrés Hernández (Amhenart)en su blog Andrés el Barbero, nos regala
Esa perturbadora ambigüedad
http://andreselbarbero.blogspot.com/2009/06/esa-perturbadora-ambiguedad.html

Disfrutadlos, merece la pena. Gracias amigos.

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23
Nov

Paseando por La Habana 36

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20
Nov

Una nueva vida le espera…

A Philip K. Dick con todo mi respeto y admiración

Inasible como el paso del tiempo, la nave barrió la ciudad. “Una nueva vida le espera en las colonias del mundo exterior. La ocasión de volver a empezar en una tierra de grandes oportunidades y aventuras. Un nuevo clima,…” Apática, escrutó la solitaria avenida decenas de metros bajo sus pies. Estaba nerviosa, dieciséis años sin pisar la calle. “Issobel, desaparece. Sobre todo hija mía, tu paradero debe ser secreto. Y no te fíes de nadie. ¿Comprendes?”. Su padre temía que los mataran. Miró al bebé, y mientras la abrazaba, agradeció la sensación de calor. Issobel al echar los cerrojos, activó todas las claves de seguridad, nadie más cruzaría el umbral de la casa.
¿Tienes hambre?
¿Qué hay para comer mamá?
Abrió el refrigerador y sacó un par de lonchas de bacón que picó bien fino. Revisó nuevamente el electrodoméstico, creía que aún le quedaban un par de frascos de huevos liofilizados. Con un poco de sucedáneo de leche y harina improvisó un mejunje pastoso, que una vez sazonado cocinó junto con el bacon simulando huevos revueltos.
Prométeme que mañana harás las tareas de casa.
¿Por qué no voy contigo?
Otro día mi vida, en otra ocasión.
De acuerdo.
Issobel elogió la obediencia de su hijo.
La ciudad casi abandonada —cien años de lluvia ácida mermaron las ilusiones de encontrar una solución— se había convertido en un supermercado para vagos y maleantes, “La gente honrada jamás viviría aquí”, rezaba una pintada en la fachada de la catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles. Issobel, ocultó entre su busto la pistola. Esperaba no tener que enfrentarse. Años atrás, había sido preparada para situaciones peores, pero las tornas giraron, y su libérrimo destino mutó en una reclusión voluntaria marcada por el miedo. Una turba descontrolada cruzó la calle sin verla forzando la entrada de un local. Estaba de suerte, aquel edificio había sido un comercio. Confiaba sacar de él suministros suficientes como para no volver a enfrentarse al peligro. Pacientemente aguardó a que se marcharan. Entró. Una presión en el tobillo la hizo caer. Rápida de reflejos, extrajo la pistola y disparó.
¡Muere pellejudo! —gritó.
La deflagración alertó al grupo, pero uno tras otro cayeron todos.
El mundo había sucumbido ante los Replicantes, pero mientras un Blade Runner quedase vivo, habría esperanza.
Recogió lo que necesitaba y regresó a casa, unos cuantos años más y su hijo estaría también preparado.

CRSignes 220709

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17
Nov

Venta ambulante

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15
Nov

Un GodSpell por San Uriel

Los acontecimientos habían sucedido demasiado rápido. Confiadas, acudieron a la cita discográfica que las lanzaría al estrellado. Habían pasado de la seguridad del coro GodSpel de la iglesia evangelista, a un peregrinaje por los clubes en donde poder probar fortuna como cantantes. Eran jóvenes y hermosas, en una época en la que, por su color, sólo el triunfo podría sacarlas de la miseria. Las promesas tomaron forma de grabación. Pero al llegar al estudio, las vendas que cubrían sus ojos, con ingenua ilusión, saltaron de golpe. El precio por ver cumplido su sueño —ser como Aretha, Rosetta Tharpe, Ella,…—, tornó en lujuriosos requerimientos.
Aquí sólo hay dos formas de conseguir la fama: con la cartera llena o dándome lo que os requiero —afirmó Mr. Foodward.
En el callejón resonó el impacto de la puerta al cerrarse.
A poco menos de dos cuadras, la Sagrada Familia. Con sus puertas siempre abiertas, a Coraline, se le antojaba el lugar perfecto en dónde calmar los ánimos.
¿Por qué no regresamos a casa? —dijo entre sollozos Ángela.
Coraline, atusándose la melena, no le contestó. Mientras atravesaban la basílica, tomó el pañuelo del cuello, y se lo colocó en la cabeza en señal de respeto, sus dos compañeras hicieron lo mismo.
Se recogieron ante un pequeño altar. En la imagen representada de tinturas policromas, las figuras de Adan y Eva avanzaban desconsoladas mientras el arcángel San Uriel, amenazante, conminaba a desaparecer, espada en mano, a la serpiente.
Me siento sucia. —dijo Rose.
No digas tonterías —contestó Coraline.
Deberíamos regresar con alguien. Darle su merecido… Mis hermanos…
Ángela, cuida tu lengua. Estamos en la casa de Dios.
¿Puedo ayudarlas? —el monje apareció de improviso.
Ángela y Rose, habían quedado paralizadas. Coraline, más osada, avanzó hacía el capuchino.
San Uriel tiene muchos devotos, —les dijo — en el amor a Dios encontraréis la respuesta a vuestras inquietudes. ¿Necesitáis algo?
No sería correcto. No pertenecemos a su iglesia —afirmó Ángela.
Dios es el mismo para todos.
Tras una profunda conversación, que les hizo comprender la importancia de dejar atrás el atolondramiento, las muchachas partieron hasta su casa acompañadas por el monje.
De regreso, Mr. Foodward salió al paso del capuchino. Cuidándose mucho de no rozarle, lo esquivó. La mano del religioso asió con fuerza su flamante espada, el aguijón que salvó a las muchachas de la envidia de un demonio, que no soportaba saberlas al servicio de su contrario.

CRSignes 111009

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11
Nov

Jugando

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9
Nov

Rosado impredecible

La sensación de placer y la ausencia de cansancio y de miedo, vinieron a sustituir los sobresaltos y el insomnio. Hasta ese momento cerrar los ojos había supuesto algo más terrible que el peor de los castigos. Con aquellas pequeñas píldoras rosadas, habían logrado calmar ese ser oculto en la mente de su hija, que la mantenía en el mismo estado de alteración, despertándola una vez tras otra, en un sueño que parecía no tener fin. Con gritos, llantos, empapada en sudor, y el pis impregnado en las sábanas y el colchón, que apenas si tenía tiempo de secarse, la encontraban.
Todo aquello había acabado. Los elogios comenzaron cuando las pastillas color rosa hicieron desaparecer los sueños que torturaban el descanso infantil.
Pero la tranquilidad volvió a mutar en preocupación. Cada vez las noches se hacían más largas para la pequeña, hasta el día en el que no quiso despertar. ¿Qué había sucedido? Los doctores no encontraban explicación, se comportaban con vergonzosa apatía. Mientras, en el rostro de la niña dormida se podía intuir el miedo, y en el de su madre la angustia. Temía lo peor, asumía la imposibilidad de despertarla, pero acostumbrada al contacto directo con el pánico y el miedo de su hija, se preguntaba sobre ¿dónde habían quedado los malos sueños? Y ¿quién la rescataría ahora del acecho de la bruja? La imaginó presa en la casita de chocolate. Inasible hasta el momento, pues siempre se despertaba a tiempo, ¿cómo se libraría ahora si no podía abrir los ojos?
Necesitaba saber el paradero de aquellos sueños malditos, por lo que tomó las pastillas rosadas ella también.
El camino estrecho y oscuro la guió hasta la conocida casa de dulces formas. Se sintió atraída, no creía lo que pasaba, solía ser dueña de sus sueños. La bruja asomaba el busto por la ventana. Acabó rendida ante aquella situación conocida de final impredecible, libérrima voluntad desconcertante. Temiendo el final del cuento, deseó que el sueño terminara, pero los barrotes se interpusieron en su camino. Ya no podía salir, y su hija estaba con ella. Temió el terror que se reflejaba en los ojos de la niña. Deseó con todas sus fuerzas poderla sacar de allí. Rezó.
Despertó empapada en sudor, estaban fuera, habían escapado. Cogió a la niña en brazos y siguieron el camino, aquella senda estrecha que conducía a la casita de chocolate.

CRSignes 170709

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3
Nov

Provisiones

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1
Nov

Diario de un rodaje

—Haga el favor de comenzar a leer.
—A sus órdenes…ejem, ejem…
“Día Uno
Después de dar vueltas como tontos hemos llegado a la localización propuesta por la esposa del productor. La mansión y sus alrededores tienen posibilidades, aunque un poco más digamos céntrica, hubiera estado mejor. ¡Está en el culo del mundo!
El director de fotografía me ha dicho que en cuanto tenga las copias reveladas, me muestra sus ideas, espero que sea pronto y no se eche para atrás, pues con la borrachera que llevaba por la fiesta de bienvenida ha debido terminar tirado con alguna de las chicas.
Me aseguraron que llegaría hoy mismo el material, sin él no podemos comenzar.
Día Dos
Algunos de los actores se han mostrado en desacuerdo con la organización. Cierto es que debería haber estado todo listo, pero no dependía de mí. Ya veré cómo negocio con ellos, hay que comenzar los ensayos con la lectura del guion, despegar este proyecto de una, aunque esperando el material y las fotos. ¿Dónde coño se habrá metido ese fotógrafo? Tenía que ser mi cuñado. Si no fuera porque le conozco me preocuparía. No sé qué sucede, todos muestran gran apatía por la casa, dicen que no se encuentran cómodos, que les asusta, sienten por ella un odio increíble, ¿qué esperaban de una casona del siglo XXVIII?
Definitivamente, mi cuñado se ha largado con otra, confesaré que no me molesta, ahora el problema es decírselo a mi hermana. Comenzamos los ensayos sin vestuario, sin atrezo, sin equipo de rodaje,… ¡Sin NADA! Me han asegurado que salió hace tres días.
Salvo alguna que otra gallina clueca y pichón desmelenado estoy contento con el plantel de actores, espero que memoricen bien el guion, sobre todo la protagonista que es un bellezón, una auténtica “Queen Screen”, además de muy complaciente… Las chicas ya andan practicando los gritos.
Día Tres
Continúan quejándose por la casa, vale que es oscura y tenebrosa, que se escuchan ruidos donde menos te lo esperas, eso es lo característico para una película como la nuestra y lo más económico. Menuda imaginación tienen.
Esa compañía de transportes ha escrito su epitafio. Hemos estado al borde de una rebelión, no ha sido sencillo convencer a estos actoruchos para que me ayudaran a rescatar nuestras cosas. A un kilómetro de la casa, abandonadas en medio del camino, las hemos encontrado. ¿Cómo les haya sucedido algo?
Día Cuatro
Se han marchado cinco más. Ayer otros seis. Supongo que se ofendieron por tener que hacer de mozos de carga. Esta mañana encontré en la entrada las maletas de otros cuatro, aún puedo convencerlos para que no se larguen. Voy a estudiar qué les ofrezco. Esto parece una epidemia, no sé qué están incubando.
Si sigue así, voy a enloquecer… ¡Esas tontas no paran de gritar! Me parece bien que practiquen. ¡Todo tiene un límite! ¡Encima el güisqui se acaba!
Hoy corrí hasta la biblioteca, no aguantaba sus estridentes alaridos y no había nadie. Hubiera jurado que salían desde allí, el “delirium” seguro. El problema es que siguen sonando, no sé desde dónde. Estoy comenzando a sentir respeto por este sitio. Tendré que retractarme de mis palabras, pues me estoy quedando solo. Esta tarde se fugaron la actriz principal y cuatro más del equipo, incluida la del vestuario. Vaya panda de cobardes. Tendremos que buscar otro lugar porque de lo contrario voy a empacar yo también y todo a tomar por saco.
Intentaré descansar. Tengo incrustados los chillidos en mi mente, debe ser por la falta de alcohol. A ver si regresa mi asistente, la envié al pueblo para comprar güisqui y aún no ha vuelto. Acabo de regresar del sótano y creo que contamos con el mejor de los equipos de FX. Vaya realismo, todo inundado en sangre. Se me puso la piel de gallina, creo que no volveré hasta mañana de día. De veras me impresionó.
No encuentro a nadie. ¿Dónde coño se metió todo el mundo? El silencio es aterrador, estoy comenzando a asustarme…”

...Y aquí termina señor.
—Gracias teniente. Hallamos el camión de transporte a kilómetro y medio de aquí. No rastro de los operarios. Y la mansión, supuestamente repleta de comediantes, totalmente vacía. Todos volatilizados. En fin, en cuanto terminen de recoger muestras, nos vamos. Este lugar me provoca escalofríos. ¡Ah! Se me olvidaba, al cerrar la biblioteca me pareció escuchar gritos. ¿Usted no los oyó? Estas casa viejas tienen este tipo de cosas. Otra cosa, si ve a mi ayudante dígale que venga enseguida, hace una hora que le mandé por un vaso de agua y aún estoy esperando.

CRSignes 060109

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27
Oct

Paseando por La Habana 35

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25
Oct

Más allá del sueño

Aurora, enojada, arrastraba a su hija a través del patio después de que ésta le desobedeciera para unirse al grupo de niños formado en torno al payaso. Hoy cumplía años, y estaba nerviosa. Alcanzó el salón, y fue de inmediato a hablar con su esposo.
¿Qué ha hecho ahora? —le preguntó.
¡Desobedecer! —afirmó ella.
Venga, no le des importancia, llévala con su ama, y tú Aurora regresa a tus quehaceres.
Media hora más tarde, estaba enfrascada entre cacharros, intentando organizar el banquete que se celebraría aquella misma noche en su honor. A él acudirían, como era acostumbrado, todos sus amigos y familiares. Sus padres hacía un par de días que se habían desplazado desde su retiro y, esa misma tarde, estaba prevista la llegada de sus madrinas.
Seis años atrás, en ese mismo lugar, la fiesta duró varios días, entonces Aurora cumplía dieciséis años de edad, y todo se auguraba perfecto. Pero apenas si lograba recordarlo. Eran tantas las cosas sucedidas desde entonces: la boda, el nacimiento de su hija, la jubilación de sus padres,… que una incomprensible cerrazón se había instalado en su memoria.
Arrullados por el trino de las aves, Aurora y Felipe, aguardaban a los invitados.
Por ti esperaría la eternidad entera.
Yo tampoco puedo imaginar la vida sin ti. Voy a buscar a nuestra hija, tuvo ya suficiente castigo —se compadeció ella.
Mientras atravesaba los corredores en dirección a los aposentos de la niña, bien por la soledad o por el silencio, sintió una música extrañamente conocida, y cómo las sombras parecían querer hablarle. Turbulentamente el presente se mezclo con las escenas de su pasado. Era el día de su dieciséis cumpleaños, y acababa de conocer a su amor. Negada a seguir los dictámenes de sus padres, se fugó. En su huída una insólita melodía, pareció guiarla astutamente hacia un corredor oscuro, en el que unas escaleras apuntaban bien alto. De repente, la sombra lunar de su mano se adelantó al roce punzante de la aguja de un huso, y perdió el conocimiento.
Abrió los ojos al reconocer la voz de Felipe y sentir sus labios pegados a los suyos, pero aquel no era su esposo, semejaba un anciano encorvado. Ante el avejentado entorno de ruinas desoladas sintió una fuerte opresión en el pecho.
He aguardado una eternidad entera por ti —le dijo.
Y Aurora, sintiéndose muerta, cerró los ojos buscando el retorno a la vida que había dejado atrás.

CRSignes 280809

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