16
Oct

El arcano número 18. La Luna

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16
Oct

El arcano número 18. La Luna

Aprovecha las horas que le quedan para sentarse frente a sus ilusiones. Su mente vuela, pero la realidad es otra. Acaba de cumplir catorce años, tiene toda una vida por delante, toda una existencia para romper fronteras, conquistar colinas y corazones, pero el lastre de sus obligaciones es diferente a la complejidad de sus deseos, y se siente como un cincuentón que ha visto pasar, frente a él, casi todas sus oportunidades.
En su futuro, siempre abierto a cambios, se han cerrado ya todas las puertas, incluso aquellas que nunca deben tapiarse pues desconoce los caminos para llegar a ellas. Sólo el infortunio puede desviar su ruta.
La luna llena ilumina sus pasos, sus huellas, más oscuras que el chocolate, apenas si se distinguen. Los sueños se le presentan cadenciosos, la imaginación toma las riendas de sus deseos y le ofrece un panorama desolador.
No entiende de cosas divinas, suficiente tiene con las mundanas. Todo es porque sí. Las simonías, los tratos de favor, ni se las plantea.
Las lágrimas de la luna, en las que una noche se bañara, ya no le transportan a su paraíso perdido. Ahora tiene enfrente, todo un paisaje de pequeños reinos enfrentados. El caos de su incertidumbre, el miedo a saborear otra suerte de hechos y no lograr la satisfacción deseada, le hacen dudar. Las gotas del deseo se han convertido en llanto.
Su pequeña corte, aquel rebaño entregado desde su infancia a su cuidado, es quizás el sino que le corresponde. No debiera anhelar otro.
Se detienen junto a la laguna que, crecida tras el aluvión del deshielo, espeja en lo alto de la cima. Su cabaña pace. Mientras, él deshace sus dudas en la contemplación del reflejo de las nubes que, sobre el agua, dibuja reinos al mismo tiempo que los desvanece.

- Así debe ser la vida que no conozco. Así deben de ser los sueños cuando al abrir los ojos se disipan.

El día transcurre con la premura de las horas sin dueño.
La entrada de la noche le despierta de su letargo.
Ahora, el reflejo oscuro del agua, le entrega una luna resplandeciente, gracias a los rayos del sol que se resiste siempre a separarse de ella, de igual forma que la realidad nunca se aparta de los sueños.

Y mientras espera el nacimiento del nuevo día, los perros aúllan a los reflejos del astro nocturno.

Carmen Rosa Signes 160206

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14
Oct

Desde el mirador

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10
Oct

Los siete espíritus infernales

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5
Oct

Demonio de Ray Respall

Ray Respall Rojas

Ciudad Habana, Cuba (17 de abril de 1987).

Pintor y grabador, graduado de la Academia de Bellas Artes San Alejandro, especialidad de Grabado. Trabaja actualmente como profesor en dicha academia.
Página web:

http://rayrespall.mundoculturalhispano.com/

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3
Oct

Lucifer

Se despertó nervioso, bañado en sudor.
-Pareces enfermo.- Ella alargó la mano para tomarle la temperatura.
-¡No me toques!
Acostumbrada a los desplantes, se limitó a mirarlo con ternura, a pesar del rechazo.
-He tenido un sueño horrible. La desolación se extendía por todas partes, como en un complot. Miles de cuerpos deambulaban esquivando otros tantos caídos, cuyos rostros desfigurados por las fístulas, conferían un panorama sanguinolento. Por encima de ellos, un ser demoníaco de grandes alas, Lucifer dijo llamarse, sonreía mientras me ofrecía el remedio para aquel mal. Apenas lo recogí, todas las enfermedades me poseyeron, deshaciendo mi cuerpo entre intensos dolores.
-Amor mío, no me extraña que estés aterrado. Algún sabio debería descifrar el propósito de esta pesadilla.
Pasó varias semanas sin descanso. Envuelto en su aséptico mundo, nadie podía acercarse hasta él, pocos creían que existiera remedio para su cura.
Llegado de lejanas tierras, un hombre negro, un hechicero envuelto entre pieles y plumas, que portaba un manuscrito entre sus manos, cruzó como un bólido las calles de la ciudad. El monarca, creyó reconocer el sello del legajo, y lo recibió.
-No te acerques más o morirás.
-Entre vuestras manos deposito el libro del rey Salomón.
-Mentira. Ese libro es un mito.
-Podéis no creerme. Pero los dioses han querido que os lo entregue. Mi camino está hecho.
De pronto, mudando en forma de ave, e impulsado por sus amplias alas, desapareció. La magia del encuentro, sirvió para convencerle. Sucumbiendo a la ambición de poseer el conocimiento, no tardó en extraer la fórmula con la que convocar al demonio de las enfermedades, para dominar la capacidad del hombre de curarse o enfermarse; controlar el bienestar de cada uno de sus súbditos, de sus enemigos, de él mismo. Preparó la invocación, la llevó a cabo y Lucifer tuvo a bien entregarle el don. Con su sola presencia la gente enfermaba. Todos sucumbían a su alrededor, como en el sueño. Eso le aisló mucho más. Sus ministros, la mujer que amaba, incluidos sus hijos, cayeron víctimas de enfermedades, para las que él era inmune. Se quedó solo y la pena lo invadió.
Aquella tristeza derrotó su alma, y como en el sueño, el dolor de la muerte, de su muerte, se hizo insoportable.

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30
Sep

En ruinas

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17
Sep

Frimost

Y el odio creció en su interior como la espuma. Sintió dolor, un sufrimiento que sobrepasaba todo el conocido, mezcla de verdadera pena y desesperación. Intentaba asimilar la ausencia de sus brazos y caricias, de sus besos. Lo peor, que comenzaba a ser consciente de la realidad. Desde su razón desdoblada, un resquicio de humanidad luchaba por huir del vendaval de sentimientos nefastos, en el que se había transformado su mente. “¡Frimost!” fue el nombre que escuchó a sus espaldas. Pero, ¿qué significaba?
Había regresado a casa después del armisticio. Nadie le avisó. Llegó hasta allí confiado, y se derrumbó al ver el caos de los bombardeos. En un primer instante de locura, su instinto le llevo a revolver entre los cascotes, con la esperanza de recuperarla, como si ella tuviera que seguir allí, esperándole. Quería estrechar entre sus brazos los restos de su amada. Sentir por última vez el tacto de su cuerpo.

-¿Por qué nadie me avisó?- La rabia le contuvo las lágrimas.

Llegó la noche. Las ruinas iluminadas, por la luna, desenmascaraban su desolación. Junto a él, un hombre parecía querer consolar su pena.

-Siete espíritus infernales velan nuestros días. Frimost es uno de ellos. Sigue estas instrucciones, haz todo tal y cómo se indica, y Frimost te vengará.

Reunidos los elementos necesarios, marcó en el suelo los círculos concéntricos, grabó los símbolos mágicos, y sacrificó un gallo mientras decía:

-Recibe ¡Oh Frimost! Esta sangre.

Sin salir de allí, aguardó que el reloj marcara las once de la noche de aquel martes, y comenzó la advocación latina del conjuro. Con la última palabra apareció el hombre... Frimost. Era el momento de pedirle el favor.

-Por Ischyros, te mando me concedas el poder de sembrar el odio, el espanto y la ruina; perpetuar lo que me han hecho. Haz que se aparte de ellos la paz y el remanso. Desencadena el viento y las tempestades, haz caer granizo y rayos adonde me plazca...

Y Frimost le entregó una piedra rojiza portadora de todo el poder. Pero con ella entre las manos, continuó su desgracia. Sin protección, tocando directamente su piel, aquel talismán absorbió su alma.
Debió haber hecho caso a su clarividencia y rechazar el consejo.

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11
Sep

El arcano número 19. El Sol.

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10
Sep

El arcano número 19. El Sol.

Enredada con sus pensamientos, relaja los músculos. Se entrega por completo al astro rey que la contempla. En la placidez de aquel momento, libre de compromisos, se evade de la realidad. Ya no tiene que fingir.
Es tiempo para recapacitar, para hacer balance y contemplar los resultados, para valorar las cosas de forma positiva y digna. El por hacer no le preocupa: es feliz.
En el horizonte alejado, de dibujos nebulosos e imprecisos por la evaporación, ve desaparecer la luna medio envuelta por las nubes. Aquella luz tenue del comienzo del día que remarcaba las formas, agrandando sus sombras, deja paso a la claridad.

Junto a ella dos niños se disputan, entre bromas y risas, una pelota. En este enérgico y, a veces, violento juego, no hay maldad.
Los observa con mimo y atención sin perder detalle del juego que se llevan entre manos.
Comprueba que el compañerismo, entre ambos, no está reñido con la competencia y en ocasiones, cuando presiente que se alejan demasiado del alcance de sus brazos, los reclama, los lleva hasta almohada de sus senos y se regocija entre besos y abrazos.
Ellos representan el valor de las cosas bien hechas, de las cosas que han arraigado con fuerza en sus existencia. Todos los esfuerzos, toda la dedicación y el tiempo empleado en operaciones arriesgadas o no, son consecuencias de sus deseos, unos anhelos de los que no se arrepiente.
Examina su cuerpo y percibe la grandeza del paso del tiempo, la importancia de cada arruga o curva de más.
Retorna a la contemplación de los gemelos. Si fuera de otra manera, planificaría el futuro de sus hijos proyectando, en sus diminutos cuerpos, todas las inquietudes: estudios universitarios, trabajo, salud y amor... pero el presente es hoy, ahora... recuerda que mañana quizás haga frío, que no se puede prever nada más que lo que queremos para el "ya" y el "ahora" y que siempre hay tiempo para comenzar de nuevo.

El sol la baña con sus gotas cálidas traspasando sus sentidos, dejándole una sensación de bienestar y de renovado sentimiento. La sonrisa se pinta en su rostro complacido.

Carmen Rosa Signes 040506

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3
Sep

En amarillo

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2
Sep

Silcharde, o la fuerza del poder.

-“¡Silcharde! Por Saday, te ordeno me concedas el poder de dominar a todos cuantos hasta mi se acerquen, para conseguir de ellos lo que les pida.”
-No te daré nada si no me entregas un pergamino firmado con tu propia sangre. –le exigía el ser emergido de las tinieblas.
-Aquí lo tienes.

Antes de que el convocado le arrebatara el escrito, pudo arrojarlo al fuego como le habían indicado. Silcharde, de esa forma engañado, le susurró al oído aquello que tanto anhelaba, con la advertencia de que nadie debía conocer el secreto. Algo rozó su rostro. Sintió una comezón que le hizo reaccionar violentamente. La paloma, huyó desapareciendo por el hueco abierto de un tejado inexistente. El sol salía sin el canto acostumbrado; la bruma enmascaraba la realidad, con un velo difuso y débil. Todo le resultaba absurdo, pero ahí estaban los restos de la compleja invocación. Enfundó la espada de Adonay, y se dirigió hasta el campamento.
En las afueras de la ciudad sitiada, sus hombres aguardaban órdenes, aún excitados por la última batalla. Nada más arribar, mandó a un mensajero con una propuesta para el Emir rebelde. A las pocas horas, las puertas de la población abrían por sorpresa, y sus hombres, capitaneados por él y por las armas, arrasaban salvajemente a aquellos seres confiados. Pero la crueldad glaciar de sus actos, no quedó en la ignominia. Las noticias de la traición, de la masacre, partieron raudas, bajo la protección de las alas de una decena de palomas mensajeras, esparciendo la malandrina infamia en todas direcciones.
Don Alvaro, conseguía el poder con engaños y malas artes. Parecía cosa del demonio. Sus hombres, cabizbajos, rumoreaban la posibilidad de un trato con Satán, tal era la fuerza maléfica de unas acciones, con las que adquiría, migaja tras migaja, tierras, títulos, esclavos, y el poder que no le correspondería ni en centurias de esfuerzo. Así llegó a oídos del Papa, la cruel traición de un hombre, que había abandonado su fe y sólo pensaba en enriquecerse, sin hacer nada por la salvación de Tierra Santa. Como respuesta, a sus investigaciones, tan sólo consiguió el beneplácito de sus emisarios.
Cierto día, las tornas cambiaron. De pronto, todo se le torció, y ya nunca más consiguió doblegar a nadie. Durante la noche anterior, llevado por el alcohol y el desenfreno, sin recordar las advertencias de Silchader, una de las esclavas fue su confidente.

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27
Ago

Paseando por La Habana 2

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16
Ago

El arcano número 20. El Juicio.

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15
Ago

El arcano número 20. El Juicio.

Encontrar el dialogo, un cara a cara con los dioses, de aprobación o rechazo que le indicara que lo hacía bien, que se encontraba a su altura, era una máxima para él.
Demasiada poca fe en si mismo y un desafiante deseo por ser juzgado.
Rara vez, en su interrogatorio con el infinito no pisable, obtenía respuesta: algún cometa cruzando el cielo; la sombra de un objeto ocultando la luna o la lluvia de las estrellas, lenguaje celestial que interpretaba a su antojo.

Candaules, tenía todo lo que se le antojaba y, siempre, lo mejor. La tierra más próspera, los súbditos más leales, los mejores aperos y riquezas. Todo lo que hasta él se acercara debía ser considerado único en su categoría.
Castalio proceder que, el rey, exhibía con orgullo convencido de ser la prueba tangible de su alianza con las musas.
Constantemente necesitaba, para avivar su orgullo, ser portador de laureadas menciones con las que poder alimentarlo.

Nisia aglutinaba todas las virtudes y excelencias que jamás hombre alguno pudo tener.
Muchos años tardó en encontrarla. Contemplarla, disponer de ella, se había convertido en la obra cumbre de su egocéntrica obsesión.
Pero para su pesar, tan sólo él podía disfrutarla. Fue entonces que la frustración le tomó de la mano.
Si ningún otro mortal era testigo de su dicha, ¿de qué le servía?

Le excitaba la envidia. Se creía Dios y con todos los derechos. Hasta el último de sus enemigos, debía saberlo.
Sin prejuicio, mandó llamar a Giges, su más fiel consejero. Alguien debía dar fe de su divina suerte.
Despavorido, Giges, se negó en un principio, pero fue vendido por la tentación.
La noche que contempló el cuerpo desnudo de Nisia, enmudeció de amor.
Y aquel que debía ser los ojos del mundo, aquellos que juzgaran la más divina posesión del monarca, cayó rendido ante una ofendida esposa, que no podía perdonar el ser tratada de forma tan humillante.
Presa entre sus redes, Giges, se convirtió en maleable títere. Ni hombre ni Dios alguno, hubiese podido resistirse.

Sobre el arrecife pulido se rubricó en rojo una sentencia.
El rey Candaules murió. El juicio constante al que quiso ser sometido, le abrió las puertas de un abismo al tiempo que las notas discordantes, del ángel, que anuncian el fin y sirven de llave, cayeron sobre él por orden de los Dioses y de la mano de su fiel vasallo.

Carmen Rosa Signes 020606

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