El arcano número 18. La Luna
Aprovecha las horas que le quedan para sentarse frente a sus ilusiones. Su mente vuela, pero la realidad es otra. Acaba de cumplir catorce años, tiene toda una vida por delante, toda una existencia para romper fronteras, conquistar colinas y corazones, pero el lastre de sus obligaciones es diferente a la complejidad de sus deseos, y se siente como un cincuentón que ha visto pasar, frente a él, casi todas sus oportunidades.
En su futuro, siempre abierto a cambios, se han cerrado ya todas las puertas, incluso aquellas que nunca deben tapiarse pues desconoce los caminos para llegar a ellas. Sólo el infortunio puede desviar su ruta.
La luna llena ilumina sus pasos, sus huellas, más oscuras que el chocolate, apenas si se distinguen. Los sueños se le presentan cadenciosos, la imaginación toma las riendas de sus deseos y le ofrece un panorama desolador.
No entiende de cosas divinas, suficiente tiene con las mundanas. Todo es porque sí. Las simonías, los tratos de favor, ni se las plantea.
Las lágrimas de la luna, en las que una noche se bañara, ya no le transportan a su paraíso perdido. Ahora tiene enfrente, todo un paisaje de pequeños reinos enfrentados. El caos de su incertidumbre, el miedo a saborear otra suerte de hechos y no lograr la satisfacción deseada, le hacen dudar. Las gotas del deseo se han convertido en llanto.
Su pequeña corte, aquel rebaño entregado desde su infancia a su cuidado, es quizás el sino que le corresponde. No debiera anhelar otro.
Se detienen junto a la laguna que, crecida tras el aluvión del deshielo, espeja en lo alto de la cima. Su cabaña pace. Mientras, él deshace sus dudas en la contemplación del reflejo de las nubes que, sobre el agua, dibuja reinos al mismo tiempo que los desvanece.
- Así debe ser la vida que no conozco. Así deben de ser los sueños cuando al abrir los ojos se disipan.
El día transcurre con la premura de las horas sin dueño.
La entrada de la noche le despierta de su letargo.
Ahora, el reflejo oscuro del agua, le entrega una luna resplandeciente, gracias a los rayos del sol que se resiste siempre a separarse de ella, de igual forma que la realidad nunca se aparta de los sueños.
Y mientras espera el nacimiento del nuevo día, los perros aúllan a los reflejos del astro nocturno.
Carmen Rosa Signes 160206
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