29
Sep

Juego de salón. (Mammon el demonio de la avaricia)

Me extrañó que pese al lujo de la entrada la sala estuviera amueblada tan parcamente. Apenas, en el periplo de la estancia, unos cuantos divanes colocados enfrente de los grandes portalones acristalados del jardín, cuyos livianos visillos se movían al compás de los bailarines; justo en el centro de la pista —suelo de baldosas bicolor que conformaba un dibujo sin lógica de incómoda sensación—, dos hileras de sillas, respaldo contra respaldo, aguardaban vacías. La lumbre de las lámparas, arañas de vidrio centelleante, teñía de palidez la piel de los presentes.
Paseé por entre los bailarines que parecían ignorarme. Ninguna música impulsaba sus acompasados movimientos a ritmo de un vals sordo. Me situé justo en el centro del salón, necesitaba desprenderme de aquella onírica sensación que me incomodaba, llegué incluso a mover una de aquellas sillas de dispar procedencia, momento en el que todo el mundo se detuvo. La indiferencia de mi llegada se transformó en interés, me rozaban a su paso, golpeándome la espalda reclamando mi atención. Acabaron conformando dos filas, espalda contra espalda, justo en el sitio que segundos antes ocupaban las sillas que ahora se encontraban alrededor nuestro.
Los portalones se abrieron de golpe dejando pasar a siete apócrifos seres de aspecto animal, que observaron sentados cómo al retornar aquel vals silencioso, que hacía vibrar los vidrios de las puertas y las lágrimas de las lámparas, las sillas comenzaron su danza. El baile continuó, nadie parecía querer moverse del sitio que tenía asignado.
Pude observar la variedad de formas del desfile de muebles, desde la sencillez de la rústica enea y el pino, hasta el complejo diseño barroco. Siete formas distintas paralizadas de golpe frente a otros tantos personajes. Creí que el juego habría concluido al no tener la suerte de ser seleccionado por una de ellas, pero todo lo contrario. Una vez tras otra, las personas que ocupaban el puesto en el que las sillas se detenían por azar, abandonaron la pista, hasta que quedamos tan sólo ocho.

Aquel hecho aportó luz a mi mente, me pareció que estaba de más, rezaba por que la pesadilla terminara. Conforme iban saliendo del juego, aquellas personas formaban grupos capitaneados por los animales: en el primero de ellos, el topo y los suyos estaban desparramados, ocupándolo todo; el lobo, se entregaba con su grupo a un opíparo festín, al que no faltaba de nada; los liderados por el perro, contenía la envidia en el consuelo de que nadie se había librado del rechazo; al contrario que los del león, que se sentían orgullosos de no formar parte de aquella pantomima; unos pasos más allá se discutía en acalorada lid junto al jabalí; el contraste se hallaba en el extremo opuesto, el asno aguantaba una paz tan calma que hasta las moscas parecían descansar; y qué no decir del último de ellos, resultaba embarazoso mirar a la cabra protagonizar los excesos de la carne con todo aquel que se le acercara.
Preguntándome en cuál de aquellos grupos me tocaría, la música y el baile se detuvieron dejándome fuera de la selección.

Al fin podría moverme, pensé, pero no logré avanzar ni un ápice. Me encontraba de nuevo solo en el centro del salón, las sillas se habían detenido y volvían a ocupar su posición original, respaldo contra respaldo. La música sonó, esta vez si que la oía, mis pies no pudieron reprimir el movimiento y danzaron desenfrenados alrededor de aquellos muebles.

Debes elegir. Ahora eres tú el que tiene que sacrificarse seleccionando una de ellas, y esta vez el azar no ha de tener nada que ver. —La voz surgió de un personaje nuevo de blanca piel y profunda mirada, que había sumido a todos en el silencio.
No pienso hacer nada, y de hacerlo me quedaría con todas. —Contesté con determinaciónAsí sea.

No puedo explicar que ha sido de mí, de mi persona, pues no tengo forma de comunicarme con nadie. Sólo sé, que desde hace algún tiempo formo parte del mobiliario de este salón, al que siguen asistiendo bailarines, que juegan de vez en cuando con nosotras, al compás de un vals sordo.

CRSignes 260908

Las fotografías que ilustran esta historia pertenecen a la serie titulada “Aves del Paraíso” de la fotógrafa argentina Gaby Herbstein, y están extraídas de su Web:

http://www.gabyherbstein.com/

No os lo perdáis.

free b2evolution skin
28
Sep

Paseando por La Habana 14

free b2evolution skin
27
Sep

Zumurrud. De Arturo Uslar Pietri

Os dejo con uno de mis cuentos preferidos de Arturo Uslar Pietri, venezolano, nacido en Caracas en 1906, galardonado en 1990 con el Príncipe de Asturias de Literatura.

Se da cuenta, "pero Alah es más sabio, que un pobre pescador llamado Eddin, humilde alma y ardiente devoto del profeta, con el alba había salido aquella mañana sobre el mar a echar las redes. Era pobre de toda pobreza, tan pobre como un guijarro en una charca.
Sobre Eddin había pasado el frescor de la aurora, cuando el mar era pálido como una lejanía de floresta; había caído el bochorno del mediodía tornando el agua de una coloración de zafiro denso; y. por último, le había sobrevenido el crepúsculo, cuando el océano era todo glauco con toques de cobre.
En la jornada había echado la red incansable y persistentemente, y entre las cuerdas húmedas no había visto platear ni una sardina. Estaba extenuado; un sudor frío le corría por la piel áspera. Desesperanzado, en la última penumbra de las luces del oca¬so, se resolvió a echar la postrera redada.
Pensaba en sus pobres hijos y en su mujer que no habían comido en todo aquel día, se imaginaba su regreso, cuando saliesen a recibirlo jubilosos y lo hallasen con las manos vacías, todo esto le apretaba el alma; así fue que irguiéndose en un último esfuerzo gritó a pleno pulmón: «En el nombre de AIah, el Clemente sin límites, el Misericordioso», y arrojó el artefacto a lo lejos, en la profundidad móvil.

Largo rato estuvo al acecho. Al fin tiró de las cuerdas y las sintió pesadas. Entre el tejido burdo emergió del agua una gran ánfora de bronce labrado que las luces crepusculares policromaban de una maravillosa pedrería.
Loado sea Alah, se dijo el pobrete, y comenzó a bogar hacia tierra con su raro cargamento. Entretanto se había escondido el sol y empezaban a encenderse las estrellas. Allá, en lo lejano, sobre el perfil opaco de los montes, asomaba la luna la punta de su disco de tiza.
Varó su bote en la arena suave y sentándose sobre una piedra se dio a contemplar su hallazgo.
Mientras más lo veía y dilataba las pupilas en la contemplación más lo tomaba la sorpresa, como un vapor de embriaguez.
Seguramente Alah le había puesto en su camino para hacerle dichoso y rico hasta el día de la Recompensa, allí no podía estar la mano del Maligno (confundido sea), ya que el nombre del Clemente la había hecho surgir de las aguas.
Eddin dilataba su admiración en un largo y cadencioso «Aaah»; después más exaltado dijo en su honor los versos del poeta:

I1uminaría la noche más oscura entre las noches;
Es como la letra Mim;
Ante ella se aplacarían el simún de los desiertos y la
tempestad del mar;
Es digna de que los califas se postren ante ella como
perros esclavos;
Sola bastaría para volver a la vida a los caddveres
en putrefacción comidos de los gusanos.

Y más luego soltó la fantasía, como un potro de bríos incontenibles, y la fantasía galopaba y galopaba por esa ilimitada llanura de las maquinaciones.

Eddin soñaba...

Dentro estaba el tesoro de los sultanes perdidos en lo lejano del momento y de la edad: las grandes perlas, grandes como ojos de bueyes o como lunas recién nacidas; las enormes esmeraldas verdes de aguas quietas como lagos muertos; los rubíes desmesurados que arden en reflejos escarlata como una hoguera en la noche; y. las turquesas de un azul ingenuo como los pedazos de cielo que se ven a través de las curvas ventoleras de las mezquitas.
Sería rico, tendría alcázares fabulosos de alabastro, semejantes a los que construye la espuma en la cresta torcida de las olas, sus siervos cuajarían los campos; la seda de sus ropones sonaría grata como la música de las dulzainas; la extensión de sus tierras sería mayor que la que se divisa extenuando la mirada, desde lo alto de una palmera alta.

Eddin soñaba... .

Pero también había oído contar allá en el zoco, cuando en los días de descanso se reunían los hom¬bres de trabajo, una historia sorprendente.
Un pescador, igual que él, un día entre los días halló en el mar una gran ánfora de metal que tenía en la tapadera el sello de un sultán antiguo y malévolo. Del envase abierto brotó una efrit descomunal y cruel que le ofreció la muerte.
Eddin rememoraba y tornaba a ver el ánfora, sobre la tapa había un sello de plomo, quizá sería el sello de Soleimán.
El miedo le tomó con un oleaje frío de la sangre.
También podría haber allí un efrit temeroso que cargase sobre su miseria las maldiciones inexorables que se cumplen porque alteran el sino de las vidas.
Bien podía castigarle el Misericordioso por su avaricia desmedida. Si pobre había sido hasta entonces, ¿por qué no podría seguirlo siendo hasta que le sobreviniese la Separadora de los Amigos?

La luna mediaba el camino del cielo y estaba toda la playa blanca como si hubiese llovido cal.

Eddin había tornado del sueño...

Llegóse al borde del agua y arrojó el ánfora con violencia. «En el nombre de Alah y de Mahomed, su profeta», sonó un chasquido seco el mar se prolongaba en su canción ahogada.
Por la vereda ululaba la brisa como un can de mal agüero.

No sé si esto es un cuento o una glosa: en el “Alf lailah oua líala” hay algo parecido, mas lo cierto es que si no ha sucedido nunca, bien ha podido suceder.
El ánfora es el sueño y Eddin la vida, y cuando se tiene el sueño lo mejor es arrojado lejos, como una mala parásita, ya que después de la muerte será «como si nunca se hubiese sido»...

Zumurrud, cuento extraído del libro de Arturo Uslar Pietri: Barrabás y otros cuentos)

free b2evolution skin
25
Sep

Flores amarillas

free b2evolution skin
24
Sep

Raimundo

No hay nada tan importante que no podamos olvidarlo. (Anónima. Alzheimer)

Alimentaba palomas desde su ventana en un primer piso, mientras sonreía dejando escapar un gracioso y chirriante sonido, bastante cómico, producido por su dentadura. Muchas historias corrían alrededor de la vida de Raimundo, posiblemente pocas se ajustaban a la realidad. Lo único cierto era que ya nadie podría averiguar su verdad; pues Raimundo ya no salía de su casa, ni hablaba con nadie, pues no podía. Hacía años que no conversaba con desconocidos, y para su desgracia estaba rodeado de ellos.
Había vivido mucho. Nunca supo el año de su nacimiento. “Fue durante la guerra,” le dijeron, “no quieras saber el secreto, no te gustaría”. Lo más que logró averiguar hacía referencia a un bombardeo, y a un recién nacido abandonado bajo la escalera de un carromato. Pese a ello tuvo suerte, sobrevivió a la hambruna de la guerra y la de posguerra. Nunca le faltó un plato que llevarse a la boca, o un catre en dónde dormir.
Raimundo creció pegado a una guitarra y a una baraja. Las curvas de aquel instrumento le proporcionaron mayores delicias que la de los amores ganados y perdidos. La baraja, logró sacarle de más de un aprieto, aunque también le ocasionó otros tantos. La vida, en fin, le mostró, a aquel pagano, cómo resistir con maña y pillerías, únicos conocimientos que maduraron su carácter.
Nunca se casó. “Tengo las hembras que quiero, no hay por que aguantarlas más”. La boca apenas si se le abría y la vista no se levantaba del suelo, cuando lo afirmaba. En el crisol de la amargura se forjaron sus rasgos. Los ojos caídos acompañaban aquella grave mueca para la que una sonrisa suponía tener que hacer mayor esfuerzo del normal, provocando aquel gracioso chirrido.
Cuando el estraperlo dejó de tener sentido, nadie consiguió que enderezara su actitud frente al nudo de la sociedad y su ley, es más, dijo que nunca nadie le obligaría a pagar un céntimo en vida. Así fue que resistió con el trabajo duro de la trashumancia del feriante, y las timbas de cartas, verdadero sustento de sus caprichos.
Desgraciadamente sus convicciones no contaban con el lentecer de la adversidad que convirtió un aislamiento voluntario, en obligatorio, por una enfermedad que no le dio razones para mantenerlas.

Ahora pasaba sus días sonriendo y dejándose cuidar, precisamente por aquellos de los que tanto receló, en una institución pública.

CRSignes 140908

free b2evolution skin
23
Sep

Ojo con la araña

free b2evolution skin
22
Sep

La mala fortuna

El sudor resbalaba por su rostro proporcionándole una falsa sensación de frescor; cargaba sobre la espalda el fruto de la jornada. Se detuvo unos instantes para sentarse bajo un olivo. Registró sus bolsillos confiando en que tal vez algún mendrugo de pan hubiese resbalado hasta allí, pero no halló nada. Desprendió del sujetador la bota de vino, y la estrujó sobre su boca, apenas un par de gotas cayeron, había bebido más de la cuenta. No alcanzaba a comprender el porqué de su agotamiento, el día no había sido más duro que los anteriores; le echó la culpa al calor, aunque distaba mucho de hallarse sobrio.

El cielo soleado se había transformado; la sombra de unas nubes, inusualmente oscuras, presagiaba una torrencial lluvia que podía dificultar su paso por la nava. Aceleró el ritmo al sentir la primera gota; pensó dejar su carga en algún recoveco de la montaña, de esa forma llegaría antes a su hogar; el aguacero hacía impracticable algunos tramos de la senda. Tomó el saco portador de su sustento, y cuando se disponía a dejarlo bajo una roca, vio algo brillante que asomaba por entre la tierra mojada, justo al borde del precipicio.

-¡Maldita sea! Tenía que estar precisamente ahí. ¿Es que nada me va a salir bien hoy?

Con esta diatriba, pegó un salto para alcanzar un punto más próximo desde el cuál averiguar de qué se trataba. Se agachó palpando con fuerza por entre el fango, y lo prendió.

- ¡Ah! –Gritó mientras comprobaba qué le había causado tanto mal.

La sangre mezclada con el agua que caía apenas si dejaba ver aquel alfiler que semejaba de oro.

-¡Qué bello es!

Pudo comprobar que se trataba de una verdadera joya. De la herida continuaba manando sangre, pero no le importaba. Se sentía demasiado atrapado por el brillo áureo. No contento con su hallazgo, pensó que algo tan hermoso no podía estar sólo. El torrente había continuado su camino destructor lo que hacía peligrosa la estabilidad del terreno. Retornó la vista y el corazón le dio un vuelco. La fuerza del agua arrastraba oro, plata y piedras preciosas hasta el desfiladero.

Se sentía torpe, pesado. Aún así saltó. La fuerza del impulso y lo endeble del terreno hicieron el resto. Las gotas de lluvia resbalaron por su rostro que descansaba al fin.

CRSignes 200606

free b2evolution skin
21
Sep

Serie El Viaje de Gabriel Pacheco

Disfrutad del bello arte visual de Gabriel Pacheco. Un placer para los sentidos y una fuente de inspiración que espero os anime para visitar sus blog, y de esa forma conocerlo mejor:
http://gabriel-pacheco.blogspot.com/
http://gabrielpachecoprint.blogspot.com/

Y ahora recrearos en este “El Viaje” una de sus series pictóricas.

free b2evolution skin
21
Sep

En la retaguardia

Largas horas de espera. Día y noche confundidos sin poder mirar más allá del camino vacío. Aún se escuchan los sonidos atronadores de las baterías de esta última incursión para conquistar las filas enemigas. No podíamos hacer nada más que esperar, que tener paciencia. La retaguardia, se había convertido en un inmenso hospital. A pesar del respetuoso sigilo que nos demandaban, era imposible acallar el lamento de los hombres heridos. Agotada la morfina, algunas raíces de regaliz hacían las veces de calmante en las bocas desencajadas.
El momento, que el rumor de la muerte acallaba, era aprovechado por las aves migratorias para retomar su partida. Marcha envidiada por todos. El cielo así poblado nos refrescaba. Remontando el vuelo desde la charca cientos de aves.
Proyectábamos nuestros deseos sobre ellas, pero esa representación concluía pronto. Al instante, el cielo viraba nuevamente a gris; la lluvia desvanecía las formas lejanas. Alguna grulla rezagada, sobrevolando el campamento, planeaba sobre nuestros suspendidos sueños imposibles, y desaparecía también.
Una balada acompañaba nuestros lamentos, era el rumor de los compañeros en su regreso. Sus pasos cansinos y derrotados, susurraban a la tierra el ritmo entristecido de su canción. Difícil es ganar a la muerte con el virtuosismo de su experiencia acumulada de siglos, perfeccionada con la ayuda del hombre. Nada nos puede impresionar ya.

Los cuerpos destrozados, machucados, sangrantes reclaman atenciones. Unidos por las mismas heridas, asemejan gemelos modelados a golpe de cañón. No hay lugar para distinciones. Amontonan los cuerpos, los clasifican. La única prisa es la que exige más hombres para la contienda.
Observo inmóvil el paso del tiempo, de las aves migratorias que tornan. Más sacrificios, demasiados muertos. De seguir así, no van a poder venir a por nosotros. Nos dejarán aquí, en esta tierra que de seguro lleva ya nuestro nombre. Las raíces rodean nuestros cuerpos, y la lluvia borra nuestro nombre prendido de la blanca cruz.

Sigo pendiente del camino. Me esfuerzo por encontrar una salida para este mal sueño. Me siento ridículo. ¡Nadie atiende a los muertos!

CRSignes 141205

free b2evolution skin
20
Sep

El paso del tiempo

free b2evolution skin
19
Sep

Constantemente me abandono en ti

Otro de esos textos surgidos en la separación que seguía lastimando, pero al tiempo era ese mismo problema el que fortalecía el amor que no cesaba de crecer a uno y otro lado del océano.

Constantemente me abandono en ti.
Prefiero perderme en tu recuerdo,
que vagar sin rumbo fijo
por la realidad que me envuelve,
pues entonces si que me encuentro perdida.
Irremediable y desesperadamente perdida.

Constantemente me abandono en ti.
Solo espero, que algún día tu me encuentres.

CRSignes 2003

free b2evolution skin
18
Sep

Plaza Redonda.

free b2evolution skin
17
Sep

Cabecera de cartel

Las voces procedentes del despacho del director eclipsaron las últimas notas de la marcha circense con la que concluía el desfile de cierre de pista. Apagadas las bambalinas todo recuperó la calma. Los animales encerrados recibían su alimento, y los mozos barrían la pista. Gabriel, el payaso más conocido del circo, salió refunfuñando de la caravana dando un portazo. El maquillaje no podía disimular su rostro mohíno. El director asomó por la puerta, soltando tacos a grito pelado. Gabriel caminaba arrastrando los zapatones, mientras con la mano intentaba borrarse el maquillaje. Se cruzó con los malabarista que revolotearon pelotas y aros por delante de sus narices; estuvo a punto de tropezar con el forzudo, mientras éste dejaba resbalar hasta el suelo una de sus pesas; traspasó por entre las piernas de los saltimbanquis en una de sus acrobacias; rozó las patas del elefante y saltó al domador que, tumbado, esperaba el paso del paquidermo. Su maquillaje iba menguando tan lentamente como su enfado.
Se detuvo un instante para limpiar, con una guata, el excremento que acabada de aplastar.

Algo de suerte parece que si que voy a tener —se repitió para sí. — ¡Es tan difícil no pisar el mundo que con estos zapatones...!

El humor ácido recuperaba el espacio que, momentos atrás, ocupaba el enfado en su mente.
Viró en redondo y aligeró sus pasos. Se desprendió primero de los pensamientos homicidas en contra de su jefe; de la chaqueta a cuadros; de los pantalones a rayas, rojas y verdes; de la camisa morada que, hecha una pelota junto con la corbata amarilla, lanzó hasta la jaula de los monos; los inmensos zapatos acabaron en el abrevadero de los caballos; y los calcetines se los ofreció a la equilibrista que perdió el equilibrio al no poder aguantar la risa y el hedor.
Cuando llegó nuevamente frente a la caravana del director medio en cueros, tan sólo conservaba los calzoncillos, aunque por poco tiempo pues, ante el asombro de todos sus compañeros, se los quitó al tiempo que los lanzaba hasta la ventana del despacho del jefe, que salió ante la algarabía formada.

Me marcho de aquí. Y se lo digo así, pues con el traje de faena no me toma en serio.

Tapando sus partes con la mano se alejó hasta su caravana. Al día siguiente, su nombre volvía a encabezar el cartel.

CRSignes 160506

free b2evolution skin
16
Sep

Paseando por La Habana 13

free b2evolution skin
15
Sep

Y mientras tú, segura, estás en el cielo. (Leviatan demonio de la envidia)

Nunca me gustó la oscuridad, y aquello estaba demasiado tenebroso. Sentía tu mano en la mía, aunque sabía que ya no estabas conmigo. Recordé haber comenzado este viaje solo. Me faltaba tu presencia, pero no se puede tener todo y ahora me tocaba a mí. Recordé cómo después de tu visita a Egipto, loaste su exotismo y elegancia; esto también te hubiera gustado, aunque quizás sea un tanto más extravagante. Un pequeño puente sirve de unión entre estas diminutas islas flotantes, me recordaban a tu descripción de Venecia y sus canales, aunque aquí el mar cambia de color constantemente.

Por un momento, creí estar en un cuento de hadas oriental. Todo parecía congelarse al paso de un individuo de presencia imponente, hasta el viento. Una ráfaga helada me produjo un escalofrío que recorrió mi cuerpo. Rodeado por un cortejo propio de otros tiempos, hizo un gesto indicándome que le siguiera. No puedo recordar el tiempo que vagué tras él, de un puente a otro, dejando atrás otras naves como la que me había llevado hasta allí, siempre repletas de pasajeros. Sin parar ni un segundo, dejábamos atrás decenas de puestos ambulantes, que engalanados con tejidos vistosos, eran portadores de apetitosas muestras gastronómicas: delicias turcas, frutas escarchadas, sabrosos dulces de llamativas formas y colores. Pero no podía detenerme, y ese nudo comenzaba a atormentarme. Al tiempo que fui consciente del lentecer de mi angustia, el entorno comenzó a mutar, la vistosidad circundante desaparecía, aunque lo más importante era que comenzaba a sentirme aliviado por tu ausencia. Logré atrapar una de aquellas frutas rebosante de azúcar escarchado. Al hincarle los dientes su jugoso contenido resbaló sobre mi barbilla, dejando tras de sí un amargo y desagradable sabor que me obligó a escupirla bien lejos. Sentí la risa sarcástica de mi guía que me miró complacido.

¿Quién eres tú para burlarte?
Soy Leviatán y me debes respeto.

Entonces hizo que me tiraran al agua helada de la que ya no he podido salir.
Ahora lo tengo claro. Atrás quedó el frío catre que guardaba el secreto de tu ausencia.
No tengo remordimientos. Imagino tu suerte, tan sólo este pagano cabe en el crisol de su condena; mientras tú, segura, estás en el cielo. Al menos al fin tengo algo que tú no tienes, aunque lo sufra. Ya era hora de que así fuera.

CRSignes 110908

free b2evolution skin