21
Sep

En la retaguardia

Largas horas de espera. Día y noche confundidos sin poder mirar más allá del camino vacío. Aún se escuchan los sonidos atronadores de las baterías de esta última incursión para conquistar las filas enemigas. No podíamos hacer nada más que esperar, que tener paciencia. La retaguardia, se había convertido en un inmenso hospital. A pesar del respetuoso sigilo que nos demandaban, era imposible acallar el lamento de los hombres heridos. Agotada la morfina, algunas raíces de regaliz hacían las veces de calmante en las bocas desencajadas.
El momento, que el rumor de la muerte acallaba, era aprovechado por las aves migratorias para retomar su partida. Marcha envidiada por todos. El cielo así poblado nos refrescaba. Remontando el vuelo desde la charca cientos de aves.
Proyectábamos nuestros deseos sobre ellas, pero esa representación concluía pronto. Al instante, el cielo viraba nuevamente a gris; la lluvia desvanecía las formas lejanas. Alguna grulla rezagada, sobrevolando el campamento, planeaba sobre nuestros suspendidos sueños imposibles, y desaparecía también.
Una balada acompañaba nuestros lamentos, era el rumor de los compañeros en su regreso. Sus pasos cansinos y derrotados, susurraban a la tierra el ritmo entristecido de su canción. Difícil es ganar a la muerte con el virtuosismo de su experiencia acumulada de siglos, perfeccionada con la ayuda del hombre. Nada nos puede impresionar ya.

Los cuerpos destrozados, machucados, sangrantes reclaman atenciones. Unidos por las mismas heridas, asemejan gemelos modelados a golpe de cañón. No hay lugar para distinciones. Amontonan los cuerpos, los clasifican. La única prisa es la que exige más hombres para la contienda.
Observo inmóvil el paso del tiempo, de las aves migratorias que tornan. Más sacrificios, demasiados muertos. De seguir así, no van a poder venir a por nosotros. Nos dejarán aquí, en esta tierra que de seguro lleva ya nuestro nombre. Las raíces rodean nuestros cuerpos, y la lluvia borra nuestro nombre prendido de la blanca cruz.

Sigo pendiente del camino. Me esfuerzo por encontrar una salida para este mal sueño. Me siento ridículo. ¡Nadie atiende a los muertos!

CRSignes 141205

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