20
Jul

Bienvenidos a la N.W.T (New Weapon Tecnology)

Montaje fuente imágenes Internet

A Ricardo

Las armas más crueles resultan
Humanitarias si consiguen provocar
una rápida victoria. (Adolf Hitler)

Bienvenidos a la N.W.T (New Weapon Tecnology). Atención damas y caballeros: se ruega no sobrepasen la cinta de seguridad y que durante aproximadamente dos minutos permanezcan con los ojos cerrados. La empresa no se hace responsable de las posibles lesiones provocadas por la negligencia de nuestros visitantes. Todas las normas de seguridad e higiene están incluidas y ampliamente especificadas en el catálogo anexo de la W.G.S. (Word Guns Simposium), y su simple presencia les obliga al total cumplimiento de las mismas.
Durante la dispersión nuclear precedida de un agudo pitido (momento en el que deben cerrar los ojos), serán testigos de su eficacia —la intensa luminosidad del proceso no impedirá que puedan contemplar lo que sucede pese a permanecer con sus párpados cerrados—. Este hecho no implica ningún riesgo para su visión. La fuerza lumínica generada por la deflagración, proceso que no será revelado —estaríamos tarados al hacerlo, advertimos la presencia de dos de nuestros competidores entre ustedes—, está convirtiéndose en una de las armas de destrucción masiva de mayor uso, sobre todo para aquellas conquistas en las que se busque el respeto a todo, menos a la vida.
Después de finalizada la visita se les entregará un cuestionario en el que podrán valorar sus impresiones y, por que no, si lo desean realizar una primera oferta sobre el muestrario.
Somos conscientes de la necesidad urgente que alguno de nuestros clientes tiene por nuestros productos y esperamos no defraudarles. Ahora, y con el fin de ofrecerles un pequeño refrigerio y unos minutos de descanso antes de la siguiente demostración, acompáñennos a una sala anexa en la que encontrarán: paños de hidrógeno líquido, atmósferas de éter fluctuante, un relajante yakuzy de metano, y debido a la presencia extraordinaria de mascotas como la carcoma espacial del general, un cajón para que pueda evacuar sus excrementos. Esperamos que comprendan la premura de esta visita debido al gran número de solicitudes abiertas presentadas para la misma, así que sean breves.
Les advertimos de que para la siguiente demostración se requiere de un tiempo no inferior a cuatro horas, debido a que nos trasladaremos hasta el emplazamiento preparado para la misma.
Para aquellos que finalicen de este modo la visita recordarles que nuestra empresa les hará entrega de unos recordatorios: souvenirs del planeta extinto que acabamos de aniquilar con nuestra bomba estrella.
Gracias por asistir y les esperamos en una nueva ocasión. No olviden pasar por caja antes de salir.

CRSignes 21/02/10

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29
Jun

Fotógrafos en las Islas Columbretes 9

Fotógrafos en las Islas Columbretes 9 ©CRSignes
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16
Jun

El Olor de la Cebolla de Joan Castillo

"Joan nos ha dejado" Con esta frase amanecí ayer. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, una sensación que aún hoy tengo. El dolor de la pérdida de un amigo, de alguien con el que has compartido, aunque sea en la distancia, tanto, es indescriptible. Tal vez es esa misma lejanía la que le da a este hecho un toque surrealista, pues nunca se ha tenido la amistad del todo, me refiero a que faltaba el contacto, el verse, sentirse, llorarse, y reírse juntos.
Durante todos los años en los que lo conocí (desde el 2002), la vida siempre sentí que se hacía fácil en su presencia. Era cordial, encantador, afectuoso y muy buena persona. Tenía talento, y lo mejor de todo, no era dado a los alardes, simplemente era natural. Es por esa naturalidad que la mejor forma que tengo de homenajear al hombre, al amigo, al hermano, a Joan, es dejando un texto de su autoría, de esos que tanto nos gustan por buenos, para que lo leáis.
En este El Olor de la Cebolla, se palpa el amor y la admiración que sentía por nosotras, las mujeres. Es un cuento con un erotismo desbordante, sensual. Olores, sabores y sensaciones que se alían en una historia palpitante. Al terminar de leerlo, te da la impresión de que has ejercido de voyeur, y has disfrutado haciéndolo.

¡Ay Joan! ¡Cuánto te añoraremos!
Espero y deseo que su familia, y las personas que le han querido más allá de todo, como yo lo he querido, comprendan y acepten mis palabras, pues han surgido desde la admiración y el cariño que he tenido y siempre tendré hacia esta gran persona, este excelente escritor, este gran hombre que es y será Joan Castillo.

Bill Brandt (3 de mayo de 1904 - 20 de diciembre de 1983)

EL OLOR DE LA CEBOLLA

Hace ya tanto tiempo que la abandoné, a Ana, que no sé si hice bien en regresar. Me parece que nada ha cambiado. No hago más que acercarme a nuestra casona y ya siento el desagradable olor de los condimentos, ese olor a carne tostada por la cual hace dos años me fui; antes de entrar ya molesta mi olfato ese tufo mezclado de pescado frito y manzana fresca, el mismo hedor por el que una vez me quejé y sólo me dijo que podía largarme cuando quisiera. Y me marché, y ahora no sé porque volví.

Acabo de entrar y ya tengo el estómago revuelto con la hediondez a huevos fritos con mantequilla en escabeche de oréganos y pimentones que inunda la sala. No quiero, aunque se que terminaré sentándome en ese sofá que hiede a bacalao precocido. Tendré que acostumbrarme de nuevo a verla llegando de la carnicería con esos filetes de res chorreando sangre que tanto me asquean y el olor de la cebolla, ese olor protervo que desencajan mis ojos en un rojo encarnado que me produce lágrimas hirvientes y dolorosas. Prefiero no subir a nuestra habitación porque ya sé como aturdirá los nervios de mi nariz esa repugnante emanación de vainilla, hierbabuena y azafrán que golpea fuerte desde que abro la puerta.

Volví, y puedo reparar que ella está donde le gusta, en la cocina, y sé perfectamente lo que está cociendo ahora solo por el ruido que hacen las cacerolas, porque hasta eso aprendí, sé cuando está cocinando una paella, un guiso, un asado, tanto por el olor como por el ruido que hace con los tenedores, los cuchillos y los cucharones; así como interpreto al dedillo los olores, por igual aprendí a identificar en los ruidos que salen del cuarto de la grasa —como suelo llamarle— sus estados de ánimo. Porque Ana cocina silbando, cantando, tocando las ollas, las cucharas, y comiendo. ¡Que barbaridad! Ahora mismo sé que está untando los pastelillos de la miel que cubre su cuerpo desnudo, lo que significa que está contenta, que espera a alguien. ¿No será a mí? Quiera Dios que no cante su detestable estribillo: ¨Amo mi cocina, laralalalara, amo mis guisados, laralarala…

Creo que ella no se ha dado cuenta de que estoy aquí, sentado en este sillón donde tantas veces hicimos el amor rodeados de frutas y cajas de chocolates bendecidos por el fétido olor del arenque estofado. Parece ser que quise perderme porque no podía soportar la pestilencia de las zanahorias escaldadas, ¡como detesto el hedor de los pescados y mariscos hervidos! Y ¡como tiemblo cuando escucho los golpes secos de la cuchilla sobre la madera cuando descuartiza un pollo fresco! Y ¡como lo disfruta ella!. Quizás ahí pueda estar la clave de mi regreso, el que no pude reconocer, y aceptar a tiempo que la cocina es su credo y su única religión, a la que debí someterme.

—¿Quién está ahí?

¿Cómo diablo sabe que hay alguien aquí si entré disimuladamente porque quise darle una sorpresa? Nunca vi unas manos más hermosas que las de Ana y sin embargo no recuerdo haberlas visto desprovistas de ese hedor combinado de ajo, cebolla, pescado, o vegetales. Nunca pude acariciar esos senos tan hermosos sin tener que soportar la terrible peste del vinagre, y besarla a ella —es innegable— es como besar a una diosa por esa lengua tan suave y su saliva siempre tibia y agradable ¡Pero me maltrata ese aliento de fresa, de limón o de chocolate! Y que decir de introducir la lengua con todo y boca dentro de su gruta caliente como un volcán apagado a recoger las almendras y nueces previamente introducidas por ella como si de un juego se tratara…

Ella no sabe que soy yo quien estoy aquí, desconoce que regresé, y está donde siempre, con sus amores de siempre, me la imagino introduciéndose los guineos por los agujeros de su estrecha vulva y su ano, mientras disfruta con deleite el golpeteo de la cacerola hirviendo las habichuelas, y el movimiento de las carnes cuando penetra la cuchara, escucho sus manos lanzando la harina para hacer los bollitos, mientras se introduce el cucharón, aún caliente, por su vagina. Estoy seguro de ello porque me llegan como un eco sus siseos, sus gemidos suaves de satisfacción. Esos ecos —supongo— llegaron hasta mi tranquila isla y al parecer favorecieron mi decisión de regresar.

¡Antonio, sé que eres tú, recibiste mi carta y volviste!

Si, claro, su carta que leí ayer, pienso que si, que esa carta tuvo que ver con mi regreso tan inesperado, la carta… la carta… aquí está:-¨Querido Antonio, ¿porque no vuelves a encerrarte en mi sudario de vellos negros para observar desde nuestra ventana la mediocridad de mis vecinos con tu estaca atravesada entre mis nalgas? Te necesito, Antonio mío, necesito ver tu pañuelo tapando la nariz porque odia el olor a la cebolla de mis manos, mientras tu proyectil perfora mis extrañas como si buscara mi alma, o quizás la encontraste y te la llevaste amor mío. Te la llevaste a esas tierras lejanas dejando mis agujeros vacíos de ti, de la rudeza de tu bate de carne caliente apaleando mis hendiduras ¿Por qué amor? ¿Qué te hice que no fuera mezclar tu semen con bizcocho para alimentarme y de esa manera complacer tus más sanos deseos? Regresa, Antonio mío, regresa a introducirte entero entre mi cueva para que puedas observar la oscuridad que te aterra, y a comerte mis labios, y beberte mis caldos mientras trituro y acaricio con mi lengua las fresas del otoño. Aún te quiero, Ana.¨

¡Antonio, coño, no te hagas el de rogar, sé que estás ahí, volviste como todos!

¨!Como todos!¨. Sí, todos regresan a Ana, todos, hembras y varones, regresaron como regresé yo. Y seguro estarás pensando hacerme lo que a ellos, lamer sus nalgas después de 30 días sin bañarse, recoger a lengüetazos y beber sus sudores de ajo, de cebolla y de mugre. Eso les hizo a todos, a varones y hembras que hoy la reniegan, y eso tratará de hacerme a mí: Meterme un rábano por el culo para chuparlo y comerlo mientras acaricia mis testículos; empujar un huevo hervido en su vagina para que yo lo saque con mi lengua, lo pele con mi boca y no los comamos entre ambos sin utilizar las manos. Es lo que ha hecho con todos y por eso la temen.

¨!Como todos!¨. Por eso la carta, me imagino que esa misiva se la hace a todos, y me llama a la cocina para hacer el amor sentados en la estufa con sus hornillas encendidas ¿Cuántas nalgas de hombres y mujeres habrán salido de esa cocina achicharradas? Desea la cocina para escuchar el aceite hirviendo y combinarlo con el sonido de mi sangre que también hierve cuando se sienta encima del refrigerador, abre sus piernas y con sus dedos abre sus labios para mostrarme el último reducto de su intimidad, se introduce un vino de cocina entero y agarra mi cabeza con dos cucharones y me obliga a beberlo hasta la última gota.

¡Antonio, coñazo, si deseas puedes irte por donde mismo llegaste!

¿Podré irme? ¿Tendré fuerza para abrir esa puerta, o la abriré y después no podré llegar al aeropuerto? ¿No habré regresado para comprobar el insólito placer que disfrutaron sus anteriores amantes cuando orina en sus bocas abiertas llenas de galletitas y luego le restriega su vulva para comprobar que se tragaron hasta la última pizquita? ¿Acaso no volví para conocer el secreto placer de sentir un cigarrillo encendido en mis testículos mientras Ana acaricia mi pene atado con hojas de vergel y de albahacas mientras me obliga a degustar un bistec encebollado? ¿O para ser colgado con la cabeza hacia abajo para azotar mis nalgas con un plátano hasta que el dolor produzca una erección a mi falo y un posterior orgasmo? ¿O para que yo recoja con mi lengua las hormigas feroces que coloca en sus nalgas mientras aprieto su cuello hasta dejarla sin aliento? ¿No es eso lo que quiero? ¿Carne al carbón con mermelada de ajíes? ¿O que me baje al sótano amarrado y desnudo para que horrorizado, me huelan y laman sus lobos hambrientos? ¿Acaso no fue la búsqueda de esos dolorosos placeres por lo que regresé? ¿O acaso la amo?

¡Antonio, coño, acábate de ir y déjame para siempre!

De nuevo me llega ese maldito vaho de la cebolla y de nuevo no sé porque estoy aquí. Pero no puedo negar que me embriaga, me dejo envolver de esos olores apestosos de huevos, rábanos y apios guisados…y cebolla; y camino –no lo puedo evitar- Me dejo ir en pasos cortos y titubeantes hacia esa cocina donde no hay duda que me espera una experiencia perversa e inevitable.

Y la encuentro, a Ana, como siempre, en un rinconcito, descalza, frágil como una muñequita de porcelana desnuda, titiritando de frío y de miedo, con un racimo de uvas blancas que muerde con tanta impaciencia que algunas caen en su regazo y se humedecen de sus lágrimas; me descubre y penetra sus grandes ojos azules en los míos en una mirada carente de sensualidad, pero con un deseo enorme de ser amada afectuosamente, decentemente.

Mientras el rugir de las ollas me asegura un suculento manjar de bienvenida… me pierdo en los universos de su vorágine… en el olor de la cebolla.

Como los otros: varones y hembras.

©Joan Castillo
28 de Noviembre 2005

Podéis leer más creaciones de Joan Castillo en los siguientes enlaces:

http://www.servercronos.net/bloglgc/index.php/chajaira/joancastillo/
http://www.servercronos.net/bloglgc/index.php/chajaira/2010/06/22/barna-075-jpg
http://www.servercronos.net/bloglgc/index.php/chajaira/2010/06/17/pb260210-jpg
http://www.servercronos.net/bloglgc/index.php/chajaira/2010/01/10/image065-2-jpg
http://marimorgana.blogspot.com/2010/06/joan-castillo-no-te-has-ido-del-todo.html
http://www.servercronos.net/bloglgc/index.php/monelle/2009/07/17/jazz-en-el-infierno-de-joan-castillo
http://www.grupobuho.es/biblioteca/17949/el-olor-del-cuchillo
http://www.grupobuho.es/biblioteca/17848/la-ira-de-la-serpiente
http://www.grupobuho.es/biblioteca/17569/venganza-ciega
http://www.grupobuho.es/biblioteca/16895/la-soga
http://www.grupobuho.es/biblioteca/16378/una-persecucion-implacable
http://www.grupobuho.es/biblioteca/17950/los-guardianes-del-bosque
http://www.grupobuho.es/biblioteca/17877/la-mercancia
http://www.grupobuho.es/biblioteca/16894/la-chica-del-campo-de-magnolias
http://www.grupobuho.es/biblioteca/16377/mi-nombre-es-rencor

Amigo Joan, allá donde estés deseo que seas feliz. Te quiero mucho.

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15
Jun

Fotógrafos en las Islas Columbretes 8

Fotógrafos en las Islas Columbretes o ©CRSignes2008
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8
Jun

Regreso a casa

©CRSignes2010

Había oído hablar de aquellos lugares repletos de desperdicios y miserias, pero nunca pensó que encontraría allí a su padre. La última vez que lo vio, discutía con su madre por la custodia de los hijos. Sorprendentemente y a pesar de haberla conseguido quería desaparecer.
¡Fantasías! Cómo puedes afirmar que lo haces por ellos.
Tú siempre tan suspicaz. Todo es efímero —concluyó.
Nunca más supieron de él, hasta dos días atrás. Albert recibió una notificación en la que se le convocaba para el retiro obligatorio del ciudadano Albert Ripling de Back-out Distrit, el vertedero de la ciudad. Un sector frecuentado por vagabundos y maleantes.
Temía averiguar en qué se había convertido su padre. Sentía vergüenza como cuando de niño le preguntaban sobre él y no sabía qué decir.
Un oficial le servía de escolta.
Sabemos que la medida puede incomodar, pero el alcalde quiere quitar de las calles a todos los hombres buenos.
¿Buenos? Está hablando del hombre que nos abandonó.
El condado no juzga los hechos personales. En ningún archivo consta que Albert Ripling haya cometido delito alguno. Por lo tanto la custodia corresponde a los familiares si los tuviera, en caso contrario a algún centro público.
Pues llévenlo allí, no quiero saber nada de él. Ojo por ojo…
Si persiste en su actitud deberé informar de su anormal comportamiento.
Tendría gracia. ¿Por qué no se le persiguió al abandonarnos?
El ciudadano Ripling cumplió alistándose en la expedición New Celux. A su regresó, herido y agotado, nadie le atendió a pesar de que todos los familiares recibieron las correspondientes indemnizaciones. Cuatrocientos millones de cromo laser por los perjuicios que la separación pudiera haber ocasionado.
Aquella narración le dejó pensativo. Recordó que su madre un día llegó con mucho dinero.
Venga niños, nos mudamos. Vuestro padre al fin pagó una parte de lo que nos debía por ley.

Un hombre agazapado, que se encogió con temor, miraba de reojo.
Ya me robaron ayer. ¡Márchense!
Albert reconoció la cadencia de su voz.
Levántese, este hombre ha venido a buscarle —dijo el oficial.
Alargó la mano lo justo para que Albert pudiera tomarla, y vio en su rostro aquello por lo cuál de niño lo admiraba. Comprendió muchas cosas que ya no importaban, era el momento de recuperar el tiempo, el amor, abandonar el rencor.
Venga padre, no se asuste. Es hora de regresar a casa.
¡A casa! Sí volvamos, tu madre debe estar esperándonos.

CRSignes 11/10/08

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31
May

Fotógrafos en las Islas Columbretes 7

Fotógrafos en las Islas Columbretes 7 ©CRSignes2008
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19
May

El oasis portátil

©CRSignes2010

El cortejo de la princesa recorría el mundo en una caravana sin escalas. El derroche de medios, que hacía de la misma un espectáculo extraordinario, quedaba eclipsado por la soledad reinante a cada paso.
El rey no soportando ver que su hija tuviera que crecer rodeada de aquella inconmensurable sequedad, ni quedarse anclada en un punto fijo del mar de dunas que cubría el planeta, puso a trabajar a los ingenieros y científicos en la construcción de una nave autosuficiente. Aquel vehículo sería portador de un microclima que les protegería de la desertización, el calor y una muerte segura fuera en aquel medio. Árboles y plantas de las especies más tupidas impedirían que el sol alcanzara el piso, permitiendo mantener en su interior un ambiente húmedo eternamente regenerado por un sistema que aprovechaba la energía solar para crearlo.
Aquella muchacha ni tan siquiera recordaba la belleza del cielo azul, ni el brillo de las centellas nocturnas; fue encerrada en el ingenio mucho antes de que concluyera su construcción. Creció al tiempo que la vegetación que la protegería. Su padre no pudo ver el proyecto terminado.
Acompañada por una corte de fieles sirvientes se lanzó en la búsqueda de aquel futuro que soñaran para ella. Por eso después de soltar amarras, navegó rumbo al horizonte desdibujado por el calor en busca de alguna señal que les condujera hacia otro oasis.
Aprendieron a vivir hacia dentro. Cedieron ante el destino incierto y dejaron de tener comunicación con el exterior. Con el tiempo, en aquel vehículo que mantenía la ruta fijada, cualquier contacto o el recuerdo de la vida tal y como fue, se olvidó. Habían dejado de confiar en encontrar ese algo durante tanto tiempo anhelado.
Dentro del mundo creado por un padre que no hubiera visto con buenos ojos las relaciones que su hija comenzó a tener con uno de los técnicos de mantenimiento, relación que culminó el día en el que se casaron enamorados y felices, se convirtió en el principio de una nueva era.

Por su aspecto en la lejanía su contorno invitaba a engaño. Para aquellos viajeros que habían confiado su suerte en las bondades, casi inexistentes, del desierto en el que una gota de agua podía hacer surgir un perfil verde, vital, llegar a él podía significar la diferencia entre la vida o la muerte. Muchos fueron los que tarde, en su último hálito, descubrieron la imposibilidad de alcanzar aquel oasis portátil y murieron en el intento.

CRSignes 16/05/10

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27
Abr

Fotógrafos en las Islas Columbretes 6

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18
Abr

Tras el impacto brillante que repartió amargura

Malos vientos arrastraron, de punta a punta del planeta, fragmentos punzantes que traspasaron pieles y vidas. Aquella arbitraria y compleja infección, producto de la malévola ambición de un diablillo perverso que vio destrozado su invento al querer enseñárselo a Dios, dejó al mundo partido en dos. De una manera u otra, nadie quería saber o hacerse cargo de aquel destino cambiado y disconforme. Unos por no comprenderlo y otros por no ser conscientes. Así sucedió que, en mi búsqueda, topé con un individuo perfecto: un niño, un alma pura que en su desesperante cambio era incapaz de reconocer los vínculos más cercanos. Se había vuelto insensible y distante.
Observé desde las alturas, mientras repartía mis gracias, cómo las criaturas simples, sobrevivientes al impacto brillante que repartió amargura, intentaban aliviar la baja temperatura con juegos. La nieve en su cara más amable, cuando comienza a ocultar los objetos, sirve para desenvolver las más variadas artes de diversión. Y en eso estaba él, intentando reír las gracias de una muchacha de su misma edad, que no comprendía el porqué de su serio rostro, de su tristeza, de su distanciamiento. Ante la negativa del muchacho por divertirse no tardó en quedar solo.
Lo sentí cercano, era como yo hermoso y frío. Aquel fragmento clavado en su retina oscurecía su visión; y el del corazón, sus sentimientos. Ambos seríamos felices. Por eso, sabiendo que nadie nos miraba, le ofrecí el cálido cobijo de mi abrigo, y lo rapté.
Atravesamos el cielo hasta acomodarnos en palacio. Parecía sentirse bien, tocaba mi rostro, me alisaba la melena. Con un beso logré que resistiera las gélidas condiciones a las que yo estaba acostumbrada, pero sólo en apariencia, pues no logré mitigar los efectos que le hacían. La tintura de su piel fue tornándose cada vez más oscura. Al poco tiempo, las costras y heridas que la congelación le causaba afearon sus rasgos, y me cansé de él. Su compañía me resultó tediosa. El mundo no paraba, y yo debía partir para seguir administrándolo, continuar mi búsqueda.
Cuando regresé había desaparecido. Como únicas huellas de su paso por palacio: la cartera que le había regalado, en la que guardaba los pedazos de hielo con los que jugaba a construir palabras y formas; dos fragmentos diminutos de aquel espejo endemoniado; y en el suelo helado un agujero que aún guardaba el cálido contenido en lágrimas, que consiguieron salvar su alma.

CRSignes 181009

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12
Abr

Fotógrafos en las Islas Columbretes 5

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8
Abr

…et bête

Parece asombrarse de sí misma, de cómo aguanta el tipo después de haber sido capturada y encerrada. Intenta guiarse por un hilo de luz al principio apenas perceptible, que entra a hurtadillas en aquel húmedo habitáculo en donde descansa del pánico. Aquella rendija dosifica, a partes iguales, el hedor acre de las inmundicias de años de clausura, y la blanca línea —que desaparece por momentos— con la que pudo dibujar los contornos. Teme, y con razón, que la interrupción intermitente de la luz, se deba al paso de las figuras que la aguardaban al otro lado. “¡Prudencia!” Suspira imperceptible. Comprende que su destino no es terminar en aquella oscura y maloliente sala.
Cuando su renacido valor toma posesión de su ánimo, se alza para avanzar siguiendo la pared. A lo lejos, puede contemplar una primera forma, más o menos conocida, que se le insinúa como un obstáculo que debe ser sorteado, pero como por arte de magia, aquella silla desaparece. Su aventura no vería su fin, hasta que lograra salir.
Fuera como fuese, con pericia, pese a ser consciente de que todo en su entorno —sombras difusas de silueta conocida— se mueve, alcanza el corredor cerrado por una gruesa puerta de madera que abre.
La húmeda y fuerte ráfaga de viento, le hace retroceder. Un relámpago ilumina el pequeño patio interno de aquella construcción ciclópea y fría, que corona las alturas con gárgolas de piedra de formas amenazantes.
¡Creí haberla encontrado!
La lluvia irrumpe con fuerza y entra en una nueva estancia. La luz de las velas y candelabros titilantes tranquilizan su ánimo. Se acerca hasta la gran chimenea para calentar su cuerpo aterido, y aguarda fregando fuertemente sus manos, para devolverles el calor.
El tiempo transcurre lento…no pude dejar de mirarla.
Se envalentonó, era una muchacha de fuerte talante. Decidida a escapar de palacio, guía sus pasos hacia la entrada. El lujo exquisito deslumbrante, que la rodeaba, la entretiene, despierta su ambición, y entonces…
Se repite la historia por cuarta vez. Ninguna de ellas ha mostrado la sumisión y respeto anhelado. Debemos seguir aguardando.
Su rostro desencajado —me gustaría creer que no por mi aspecto de animal salvaje, sino al contemplar a mis sirvientes transformados en las piezas lujosas, antaño inanimadas, que me envanecieron y me hicieron presa de la maldición de la que tal vez podamos salir pronto—, me confirma que debo seguir buscando.

CRSignes 011109

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25
Mar

Fotógrafos en las Islas Columbretes 4

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20
Mar

El Rock'n'Roll de Miss Samuels

La música llegaba con fuerza desde la calle. La ventana abierta permitía aquella intrusión que pronto fue interrumpida por la rápida intervención de Miss Samuels, que reclamaba la atención sobre el cálculo matemático que Carol intentaba desentramar.
A los alumnos les había resultado graciosa la penetración en clase de aquella antigua canción.
Miss Samuels, se acercó hasta el encerado y comenzó a correguir los errores de su alumna, antes de concluir el ejercicio.
El timbre que avisaba del final de la clase sonó. Los alumnos abandonaron el aula como locos. Carol, aún en pie, esperaba algún comentario de su profesora.
Aproveche el fin de semana, señorita, la juventud no dura siempre, no corra el riesgo de perderla.
Los sones volvieron a violar el silencio. El vehículo, un Buick descapotable, un clásico, aparcado en la calle, volvió a la carga con el volumen a mayor potencia.
Miss Samuels tomando el bolso salió. En el ambiente seguía flotando aquel Rock’n’Roll. Miss Samuels, comenzó a generar chasquidos rítmicos con sus dedos. Los que se cruzaron con ella, tuvieron que esquivarla, pues aquella tranquila mujer, ahora se desplazaba ligera contoneando el cuerpo siguiendo el ritmo de la canción. Su rostro sonriente parecía haber recuperado la lozanía.
Pasados unos minutos, y antes de alcanzar su destino —la sala de profesores—, la música paró, y ella comenzó a palidecer de nuevo.
Entró como pudo en el aseo donde se encontraba Carol, preocupada por disimular las espinillas de su piel.
Tiene mala cara. ¿Llamó a su esposo?
No, pequeña, no. No estoy casada. Abre mi bolso, por favor, y si encuentras un pequeño monedero dámelo.
Miss Samuels extrajo de él una diminuta medalla de plata, que besó antes de colgársela del cuello.
San Zadkiel, me devuelve la alegría y las ganas de vivir. Esta es la medalla de mi novio. Murió días antes de nuestra graduación. Aquel día íbamos a asistir a un concurso de baile. Bailábamos el Rock’n’Roll como nadie, pero un accidente de coche se lo llevó.
La voz y el ritmo pegadizo del rey, sonó de nuevo. Miss Samuels cerró su bolso, pellizcó cariñosamente el moflete de la joven, y se marchó.
Dos días más tarde, encontraron a Miss Samuels muerta en su domicilio. Calzaba unos hermosos zapatos de gamuza azul, y el disco de Elvis seguía sonando en el tocadisco con su inconfundible voz.

CRSignes 17/01/10

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11
Mar

Fotógrafos en las Islas Columbretes 3

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3
Mar

Las mujeres que amó

Alejarse del hogar ya fue todo un logro. La soledad forjó su especial forma de sentir, de creer, siempre en oposición a sus pensamientos. No podía seguir así. Debía descubrir, conquistar, convertirse en el ser ambicioso que hubiera querido aquella madre que murió demasiado pronto entre sus brazos. “Hijo mío, algún día conquistarás a una mujer”. Y ¿cuándo será eso?—Le preguntó. “Tú sabrás cuándo”. Su madre, hermosa como pocas, no había tenido tiempo de educarlo, quizás se precipitó. Sabía que de ella había heredado el cabello rubio y la sonrisa, pero no los ojos. ¿De dónde le venía aquella penetrante mirada de azul intenso? Si hubiera conocido a su padre, seguramente éste le habría dicho aquello de que las mujeres son engañosas y falsas, y se lo habría creído.

Le tiraba la piel, tenía frío. El sol estaba levantándose. Agradeció la llegada de tan cálido aliado.
Una noche en vela dando vueltas a su deseo le animó. Apareció a tientas por la esquina de la casa. Desde el quicio de la ventana, el humeante pastel dejaba escapar su aroma en dirección a sus pasos. Lo tomó presto, era su primera conquista.
Vociferando, aquella mujer salió buscando al ladronzuelo. ¿Gruñía? ¿Qué extraño lenguaje era ese? Le recordó a su madre. Los ojos azules eran la señal que estaba buscando.

Lo había tramado minuciosamente. La llevaría a casa, más adelante ya pensarían en mudarse. Aunque él era reacio a abandonarlo todo.
Apenas sintió el tacto frío y escamoso alrededor de su tobillo, se desmayó. La tomó en brazos, ya podía regresar. Sintió alivio al notar el húmedo fango bajo sus pies. Poco a poco se fue adentrando en la ciénaga. Tenía ganas de despertarla, de enseñarle todas sus cosas, de explicarle la razón de su conquista, de su necesidad.

El agua del pantano no llegaba nunca a calentarse, el sol con dificultad apenas si alcanzaba el fondo. El frío húmedo pudo más que la impresión, y despertó.
Miró el tímido pero aparentemente complacido rostro de aquel monstruo rubio, sin comprenderlo, antes de gritar y convulsionarse desesperadamente. Los decepcionados ojos de un azul intenso de la bestia se desdibujaron del reflejo del agua cuando se sumergió con ella entre sus brazos.
En el fondo pantanoso de la ciénaga ahora descansa la bestia junto al los restos de las dos única mujeres que ha amado.

CRSignes 060209

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