15
Sep

Flores azules

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13
Sep

El refugio de las almas

A Ricardo, mi amado, mi maestro

Arropado por los míos: dos nietas y un biznieto, fallecí. El respeto presente durante la agonía, fue quebrado en un instante. ¡Embusteros!
La jauría irrumpió con codicioso abuso rompiendo sellos de discreción, mancillando el acatamiento que durante años les impuse. Mi deceso ha sido como el disparo de salida de una carrera al desahucio. Ni tan siquiera esperaron a que mi cuerpo descansara en el nicho; aún caliente, fui despojado sin decoro de todo lo me rodeaba. El comedor familiar, aquel que albergara en su día los acontecimientos más jubilosos de mi vida, de sus vidas, se ha convertido en un mercadillo. Cada uno muestra sus piezas, como quién enseña los trofeos de caza. ¡Maldito saqueo! A mis espaldas, las hordas enemigas arramblan con lo que les viene en gana, como si temieran su desaparición instantánea. Pronto se encontrarán con mi más preciada posesión, y paradójicamente se quedarán helados, pues allí estaré yo para recibirles.
Por todos era sabido mi apasionamiento por la magia y el misterio, incluso se rumoreó un posible pacto con Satanás. ¡Cuánto me reí por ello! Gracias a mi incursión en lo oculto, conseguí crear un extraordinario espacio acotado, en un pequeño rincón de casa, en el que reservar mi alma asegurándome el transito hacia el más allá. Ahí me encuentro ahora.
Han dejado para el final la habitación en la que pasé la mayor parte de mi existencia, guarida de mis secretos. Allí se encuentra la llave que abre las puertas del “Refugio de las almas” o “Sala de espera del infierno”, así llamadas en alta magia. Me costó darle la forma para que funcionara. Muchos de mis amigos fallecidos pasaron por ahí, y están agradecidos. Con una simple pregunta, (¿quieres continuar o no?), las almas encuentran su destino. Ahora lo que temo es que los míos no sepan asumir el encuentro. En ningún lugar decía cómo pasar el testigo de tanta responsabilidad. Ese fue mi trato, y ahora espero que sea el de ellos.
Falta menos, escucho sus pasos y los objetos que mueven. Ya gira el gozne de la puerta, ahí está el primero, espero que comprendan que no pueden abandonarme, abandonarnos, espero que puedan entender… Espero… pero nada ocurre. ¡Se marchan! No se dieron cuenta.
La tropelía avanza poco a poco esparciendo contenidos reservados, deshonrando mi recuerdo e ignorando un refugio convertido en cárcel.


CRSignes 271007

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12
Sep

Un rincón de Correntilla

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11
Sep

El legado


Obligada a realizar el inventario de las pertenencias de mi abuelo fallecido hacía un mes, me propuse no sucumbir al sueño y terminar de ojear aquel legado. Saqué del armario un cofre y lo abrí. Lo primero que hallé fue la edición pirata de un calendario de pin-up del año 1950 en muy buen estado de conservación; sus ilustraciones me cautivaron. Al momento tropecé con una cámara Leica, y un grupo de encartonadas fotografías fuertemente atadas, separadas en pequeños montones, cada uno de ellos encabezado por una nota manuscrita. La primera decía: “Isabel, mayo 1944”. Aquellas instantáneas tenían como protagonista a una joven veinte añera rubia, que totalmente desnuda se dedicaba a masturbar a un hombre situado en primer plano.
Mi abuelo… ¿un libertino? Me sentí incómoda, pero al mismo tiempo alegre por haberlo descubierto. Hasta ese día, lo tenía como una persona religiosa, amante de su familia, de un ancestral y puritano proceder. Continué escudriñando, pues algo se había adherido a mi curiosidad: el morbo. Abrí el segundo bloque: “Teresa, septiembre 1945”. Teresa, tenía un hermoso cuerpo, sus formas redondeadas invitaban a la caricia sólo con verla. Tumbada en una cama, con un par de jóvenes, mientras uno la penetraba, el otro se entretenía jugueteando con sus senos. Tras de Teresa encontré a “Marta, enero 1946”, gozando de una larga sodomización; a “Sonia, mayo 1947” disfrutando del sexo oral y su justa correspondencia; a “Rosa, agosto 1948” en enloquecida cabalgada; y así hasta llegar a la última que, curiosamente, no tenía nombre. Todas ellas igual de jóvenes, todas entregadas a la pasión bajo la atenta mirada de una cámara fotográfica. ¿Sería aquella Leica que yo había encontrado? ¿Cómo había podido ocultar el abuelo aquello?
Por desgracia, no quedaba nadie al que pedir cuentas. Interrogar a mis padres resultaba embarazoso.
Antes de guardarlas, me entretuve un poco más con el último montón “Octubre 1950”. Cada foto allí agrupada, resumía en una instantánea los juegos eróticos de las anteriores; era extraño, pero parecía como si explícitamente se ocultara el rostro de aquella tan solícita joven, y el de su partenaire. La última toma desveló el misterio. Mis abuelos habían protagonizado aquella última sesión fotográfica.

CRSignes 250706

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10
Sep

Amapola

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9
Sep

Silencio, tiempo,... distancia

Quizás, de todos los poemas que le he escrito a Ricardo, éste sea mi preferido. Creo que resume bien la angustia de los enamorados cuando no están juntos, cuando se desean y no pueden ni tan siquiera mirarse a los ojos, hablar, o tocarse.

I

Tú, yo y la distancia...

Sin ti me siento perdida.
Sin rumbo, sin esperanza.
Saberte lejos me desorienta,
me disgusta, me molesta,
me entristece, me mata.
Acaba conmigo,
sin que apenas me de cuenta,
esta dolorosa afrenta que nos separa.
Que nos aleja.

II

Tú, yo y el tiempo...

Intento comprender
pero no puedo
esa siempre injusta
y maleable forma impuesta,
que parece querer llevarnos siempre
la contraria.
Cuando te tengo deseo que pare,
pero es cuando no estás ahí
cuando se calma.

III

Tú, yo, el silencio, el tiempo y la distancia

¡Shsssssss...! No hables.
No digas nada.
¡Por favor, calla!
¿Oyes algo amigo mío?
Escucha al tiempo, a la distancia.
Permanece atento y dime luego,
si no es triste y duro para el amor,
no sentir, no oír nada.

CRSignes 2003

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8
Sep

Mariposa

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7
Sep

El antojo

De quesos a frutas, de chocolatinas a regaliz se le antojaban a cualquier hora. Sucedió en el sexto mes de embarazo. Sus peticiones habían desbordado mi paciencia. Paseábamos cuando vimos en una charca, cercana al lago el rito de apareamiento de las grullas. El macho realizaba imposibles posturas con su frágil cuerpo, mientras que la hembra no perdía detalle de su ofrecimiento. Aquella danza no precisaba de más música que la propia del terreno: el sonido de los juncos mecidos por el viento; el croar de los batracios; y algún que otro grillo que acompañaba con su canto al de las aves. Aquel acompañamiento me hizo comprender que mis esfuerzos, por complacerla, resultaban insignificantes comparados con los que la propia naturaleza dotaba a sus criaturas. Ellos no necesitan fingir tienen el don de la sinceridad. Me sentí ridículo. Creo que Marta se dio cuenta por lo que quise adelantarme a sus deseos.
Allí cerca, en el apeadero, un anciano derramaba colores y formas sobre un lienzo. Comprendí que debía estar pintando a las grullas. Me acerqué sigilosamente, deseaba adquirir el lienzo si así era.

— ¡Buenas tardes!

No contestó.

— ¡Muy buenas! Disculpe, no le oí llegar.

Me quedé absorto. En la inmediatez de aquellos trazos acelerados, la tela contenía, gracias al virtuosismo de su arte, el instante que acababa de vivir junto a mi esposa. La escena se describía hasta el mínimo detalle: las aves danzarinas, con su gemelo reflejo en el agua; la hermosa figura de Marta, con su avanzada carga de meses; la expresión de mi rostro; y toda la belleza del paisaje cálido de finales de agosto. Aquella obra inconclusa tenía un enigmático espacio vacío.

— ¿Le gusta?
— ¿Cómo no me va a gustar caballero? Es usted un gran maestro.
—Gracias.
—Venía dispuesto a adquirir su obra, y eso es precisamente lo que deseo hacer a toda costa si me lo permite.
— ¡Suya es! Pero debo concluirla. Regrese junto a su esposa. En pocos minutos se la entregaré con sumo placer.

Y así sucedió. Se acercó hasta nosotros y con una gran sonrisa nos entregó el cuadro. Marta quedó sin habla. Allí estábamos todos: las aves, el lago, la charca, los colores que el cielo ofrecía en aquel momento, el lienzo en nuestras manos y la figura del viejo pintor alejándose, que fue lo único que pudimos alcanzar a ver cuando levantamos la vista del cuadro.

CRSignes 181205

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5
Sep

King Kong solidario

http://www.kingkongsolidario.com/

En este link encontraréis toda la información sobre un hermoso proyecto, que coincide con el 75 aniversario de la película dirigida por los estadounidenses Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, King Kong(1933). Una obra admirada siempre digna de revisión.
Una iniciativa de la revista Scifiworld con el que se pretenden, dentro del Festival de Cine fantástico y de Terror de Sitges, recaudar fondos para Médicos sin Fronteras. Pero mejor será que le echéis un vistazo al sitio, por que en él encontraréis también algunas de las ilustraciones originales, que diversos artistas han donado para subastar durante el festival. Os dejo con una de ellas.

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4
Sep

De Zarkov, Flash Gordon y batallas estelares


El alivio llegaba como el día, al abrigo de un sol que perfilaba el azabache de las montañas en ocres y rojos resaltando las nubes. Era precisamente ese el momento en el que dejábamos escapar la imaginación, despertando sueños, que a lomos de corceles o vehículos, disfrazaban una realidad convulsa. Batallas estelares y conquistas del espacio corrían parejas entre las sombreadas nubes, que adquirían la forma de nuestros caprichos. Poníamos imágenes a los cuentos y aventuras de unos héroes de tebeo: “Flash Gordon” o “El Hombre Enmascarado”, que no me cansaba de leerle a Rafael. Horas de espera mitigadas haciendo tiempo hasta la llegada de Don Esteban, portador del remedio. Si el cielo nos era grato, podía disimular mi pesar. A sus nueve años, Rafael tenía que soportar un lastre que le alejaba por una ruta sin retorno de mi lado. Él era consciente de su debilidad; sabía que las promesas de ayer se convertían en los juegos de una mañana cada vez más corta.
Don Esteban, siempre llegaba con una sonrisa, y alguna bagatela entre las manos con la que obsequiarle; era entonces que descargaba en su cuerpo la pequeña dosis química con la que soportar hasta su próxima visita, y que nunca era suficiente. Por ello inventamos los juegos. Cuando el dolor arreciaba, era fácil hacer de los quejidos, los gritos de una guerra lejana; o convertirlos en las aclamaciones por la conquista de un espacio misterioso, que dibujado a nuestro antojo se mostraba en el cielo, y en el que las naves de unos enemigos -aquellas nubes que cruzaban el firmamento- luchaban hasta que los dragones o monstruos, que defendían su territorio, se disolvían barridos por el viento. En ocasiones, la naturaleza nos regalaba con los efectos especiales, de rayos, centellas, y estrellas fugaces.

-Mañana, Rafael, -le dijo Don Esteban –intentaré venir más pronto para jugar con vosotros. Siempre quise ser como el profesor Zarkov y pilotar mientras combato a Ming.. Estoy convencido de que entre los tres lograremos cazar a esos furtivos que se resisten.
-Será estupendo.

Por la noche se durmió planeando la batalla del día siguiente. Aquella mañana se disolvió junto con las naves de sus héroes por última vez.

CRSignes 030607

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3
Sep

Paseando por La Habana 12

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2
Sep

Entre bambalinas

Le cuesta levantar la rodilla después de la reverencia. Espera escuchar, por derecho, los piropos, aquellas palabras que la inviten a retomar la canción que finaliza su repertorio o repetir la primera; pero sus sentidos, distorsionados por el vodka, la engañan. La intoxicación etílica, nubla su vista. El eco áspero del frufrú de seda envejecida, acartona sus reverencias dejando un único rastro sonoro. Nadie aguarda en platea, se marcharon todos antes de su último desmán. Vuelve a inclinarse mientras intenta mantener el equilibrio, pero le vencen las piernas.

Gira la llave despacio, la puerta se abre, alguien entra.

-Como verá todo se encuentra resguardado del polvo, los asientos protegidos, me las he ingeniado para que no se note tanto el abandono.
-Deje que le eche un vistazo, no sé si es lo que busco. Además está aquella historia.

Desanda el camino del escenario, se pierde entre los amplios cortinajes y hace mutis por un foro en penumbra, carente del calor de meses atrás. Intenta mantener sus párpados abiertos, para no equivocarse de camerino. “Deja pasar, - le grita insolente a la persona con la que se cruza, que parece no verla -¡Me reclaman de nuevo!” –comenta orgullosa mientras se arregla una horquilla. Sigue oyendo vítores dónde tan sólo queda el murmullo de los pasos alejados de aquellos que deambulan curiosos por la sala.

-¿Lo ha notado? Va a pensar que estoy loco.
-Temí que esto sucediera. Disculpe, también lo he notado yo. No es agradable.
-Sería hermoso que pudiera recuperar su pasado, pero si no se libra de la aparición, dudo que consiga nada.

Confiada, la sombra invade nuevamente el escenario. Aún los carteles de su última función, cuelgan desgarrados de las vitrinas, y la soga pende en escena.

-Deje que le cuente a mi señora que lo he presentido. No se lo va a creer, pero ella estuvo aquí aquel fatídico día, cuando aquella vieja gloria, se arrancó la vida.
-¡Qué desagradable! Salió borracha. ¡Vergonzoso! Llevaba días sin hacer caso de los avisos, y no pudo soportar el escarnio.

La llave gira en la cerradura oxidada sellando nuevamente el teatro.
Desde la puerta, el escenario apagado y sucio refleja por un instante las luces de las bambalinas que parecen encendidas; y allí asoma, nuevamente colgada en el centro, proyectando la sombra de su tronío, alargada y flácida.

CRSignes 190707

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1
Sep

Escalera del Rossí. Islas Columbretes

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31
Ago

Poema #1 De Ricardo Acevedo Esplugas

La balanza se ha roto.
La maldad se apodera del fértil Valle de That,
Donde las flores duermen
(e incluso roncan)

tu cuerpo no teme al castigo
el tribunal tiembla al dictar sentencia
-¿Sabias, que está prohibido hacer el amor en verano?
-¡Si!
Los jorobados e impotentes lanzan piedras sobre ella.

Deforman tu cuerpo con espejos
Mientras se escuchan trompetas.

-El Gran Viejo, ha visto.
Las lenguas venenosas, se tornan rosadas.
Exclaman los ciegos:
-Lo hemos visto.
Los blancos y asquerosos se suicidan en masa.
-“El Gran Viejo ha sido visto, mientras hacia el amor,
con una tierna criatura de nueve años. El primer día de Verano.”

Alguien en silencio ha reparado la balanza.
La maldición, se ha roto.

Pero tu cuerpo sigue descuartizado,
rodeado, de flores, que duermen (... y roncan)
en el fértil Valle de That.

©Ricardo Acevedo Esplugas

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30
Ago

Desde Mosqueruela

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