19
Abr

Serie "Primavera" nº 23

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18
Abr

La chica Biograph

A Florence Lawrence (2 de enero de 1886-28 de diciembre de 1938)

“La chica de Biograph” gritaban, y se hacía un corro a su alrededor. Había conseguido, primero que nadie, convertirse en estrella de la gran pantalla. Su candor en la interpretación y su belleza aniñada obraron el milagro.
A Florence al principio no le importó que su nombre no trascendiera, ningún actor salía en los créditos; pero a poco ella saltó a otro escalón. Se alimentó su vanidad, y junto a ella la ambición de quién sí supo ver en todo aquello un negocio.
La industria cinematográfica crecía, y lo que hasta hacía bien poco no dejaba de ser un fenómeno casi de feria, comenzaba a verse, sin exagerar, con los ojos del arte. Las masas buscaban sensaciones renovadas, y en aquel siglo, el XX, recién estrenado, todo tenía sabor a nuevo. Pronto casi ya ni podía salir a la calle, la gente la buscaba, le escribía, incluso la imitaba; la adoraban. Con una buena campaña publicitaria lograron elevarla al nivel de los mitos, ya no era esa chica de las mil caras, sino Florence Lawrence, una estrella. Pero la fama es voluble y tan efímera como la que consigue un jugador que, en el último minuto, marca el tanto que salva a su equipo del descenso. Y los suelos tapizados en rojo se fueron decolorando. Pronto los demás estudios descubrieron la picardía de ensalzar sus propias estrellas, y por momentos, el cielo se iluminó con los favoritos de un público creciente, exigente. A Florence le siguió Mary Pitford “la novia de América”, Douglas Fairbanks, Valentino, Chaplin, y tantos y tantos otros que entre ellos casi eclipsaban el fulgor de sus antecesores. Por si eso fuera poco, después de recuperarse de un accidente en un rodaje, le dieron la espalda; inventó una y mil formas con las que sobrevivir, y durante veinte años lo logró. Pero a Florence le pudo la soledad. Había sujetado la antorcha de la gloria en solitario, y no asimiló bien pasar el testigo del éxito. No soportó transitar del todo a la nada. El vestigio de su travesía, por ese Olimpo renovado, calló en un saco sin fondo. Nadie la contrataba, nadie la recordaba ni la deseaban. Y se abrió una grieta en su corazón.
Florence, dejó el mundo una tarde de diciembre de 1938 en la habitación de un hotel, sola. Una sobredosis de barbitúricos cerró sus ojos para siempre.

CRSignes 200807

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16
Abr

Serie "Primavera" nº 22

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15
Abr

La caja de música

María y yo habíamos llegado a un acuerdo. Aficionados a las antigüedades, nos faltaban tanto los medios como los recursos para adquirir cuanto nos apetecía, así que el trato consistía en comprar objetos que no sobrepasaran nuestro ajustado presupuesto.

¿Dónde está el truco? – Preguntó María. —Seguro que te ha costado más.

Su forma ovalada escondía una mariposa metálica que parecía real; bajo ella, una llavecilla; y tras el llavín, la cerradura que ocultaba el resorte, que precedido por un silbido, avivada el insecto y disparaba la música persistente que acompañaba sus movimientos.
Conseguí la caja de música en un rastrillo. Aquella delicada pieza encerraba un secreto que posiblemente había pasado inadvertido. Temí que fueran a pedirme una fortuna por tan extraordinario artilugio, pero no fue así. Era tal su encanto que dejabas cualquier cosa que tuvieras en mente para entrar en un estado de relajación perfecto. Por tal cualidad decidimos acomodarla en la habitación de nuestro bebé.
Despertamos con el llanto de la pequeña y el sonido ralentizado de la caja de música que había caído a tierra. Sabedores de su cualidad pacificadora, le dimos cuerda y regresamos a la cama. Un segundo después, el llanto desconsolado volvía a acompañar al sonido desacorde del ingenio. En esta ocasión, María decidió quedarse con la niña.
Pasado un rato, resolví intercambiarme con ella. Caminé despacio para no hacer ruido; aquella musiquilla sonaba dulce. A pocos pasos de la habitación, los sones se tornaron tétricos. Entré. María, con la tez blanca estaba paralizada viendo como la niña, suspendida en el aire, era zarandeada por un engendro mecánico surgido de las entrañas de una caja irreconocible, que había mutado tanto de tamaño como de forma. La mariposa había metamorfoseado a gusano. El cuerpo de la pequeña, que se agitaba nerviosa mientras lloraba, volvió a caer sobre la cuna. Como pude, la tomé en brazos y junto a Maria huí de la casa espantado.
Regresé con el día esperando que al terminar la cuerda la caja hubiese vuelto a su estado primigenio, pero había desaparecido.
Durante más tiempo del esperado, no nos sentimos con ánimo de dejar sola a la pequeña. Hacíamos incluso guardias nocturnas hasta que comprendimos que había desaparecido el peligro. Ese mismo día, la prensa destacó en titulares la misteriosa desaparición de un bebé. La foto que encabezaba el artículo, mostraba sobre la cómoda situada al lado de su cuna, una caja ovalada.

CRSignes 280308

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14
Abr

Serie "Primavera" nº 21

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13
Abr

Couture *

A Ricardo

Se unió a la tripulación en Puerto Príncipe. Elegante y fino, muy fino, distaba mucho de la clásica imagen del pirata. Le ofendió que lo asignara para la limpieza de las bodegas. El aire viciado de las entrañas del navío le molestaba, estábamos impacientes de verlo en días de marejada, cuando hasta el más veterano de la tripulación era capaz de echar por la boca tantos exabruptos como despojos de comida., pero nos sorprendió. En batalla surgía su coraje. En aquél preciso momento, todas sus finuras se transformaban lanzándose sin mirar, con certeros toques arrebataba la vida de aquellos que intentaban hacer lo propio con la suya. Era tan diestro con el sable, que pocos eran los que no quedaban rendidos a sus pies solicitando una clemencia que de inmediato él concedía. No le gustaba derramar sangre innecesaria, me confesó.
Dicen que una vez fue capitán, y que a duras penas pudo salvarse de una traicionera tripulación que intentó venderlo al gobernador de las Antillas.
Pese a sus mariposadas me gustó, y quise tenerlo bien cerca. Fue durante el primer reparto del botín que volvió a sorprendernos al no querer ni joyas, ni doblones de oro o monedas plata.

Pero ¿cómo os honraré?
No os inquietéis Capitán. Sabré encontrar la recompensa.

Al día siguiente comenzaron los cambios. Habló conmigo sobre la necesidad de mejorar nuestro aspecto, de cuidarnos más, según él eso nos haría ganar respeto. Verle trastear entre los equipajes, intentando convencer a los hombres de aquellas cuestiones, resultó curioso. Se paseaba por cubierta, pidiendo opinión sobre mezcla de colores, largaria de mangas, ancho de perneras, o la ornamentación de sombreros y pelucas. Reconozco que no me molestaba.
Pero sucedió lo inevitable. Un grupo de hombres decidió poner fin a tanta mariconería. Fue en nuestra siguiente parada dónde lo abandonamos a él y a sus innovadoras ideas. Tuve que resignarme.
Años más tarde, cuando el infortunio sustituyó el pañuelo y las chorreras de mi cuello por la soga, me llamó la atención el atuendo de alguna de las damas y de muchos de los caballeros asistentes a mi ejecución, tanto, que pregunté. Como respuesta me hablaron de cierto personaje de oscuros antecedentes, que alcanzó la corte de los delfines de Francia gracias a sus ideas sobre cómo mezclar de colores, la largaría de las mangas, el ancho de la pernera o los abalorios de sombreros y pelucones.

CRSignes 300109

*Couture = Del francés “alta costura”

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12
Abr

Serie "Primavera" nº 20

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11
Abr

El abominable

Negó todas las posibilidades, en su mente no cabía ninguna. Su juicio, su sentencia había sido irrevocable. No quiso atender a las razones que los demás estudiosos del tema le intentaban explicar, lo tenía clarísimo. Aquello, según él, había sido una vulgar confusión, un equívoco que había crecido por la mala interpretación de la lengua autóctona.

La gente durante años lo ha pronunciado mal —aseguraba—“Meti” es como nuestros anfitriones nombran al oso tibetano. Parece ser que alguien no lo comprendió bien, y ahora todo el mundo se cree esa tontería del abominable hombre de las nieves. ¡Cómo se puede llegar a ser tan ingenuo!

Salió del recinto en el que se celebraba el 25º Congreso Internacional sobre Criptozoologia, el aire viciado de aquel espacio reducido le obligó a ello. Estiró los brazos al tiempo que cogía una gran cantidad de aire.
El “Yeti” se alejó de allí portando bajo el brazo a un hombre que en ese momento no sabía como llamar en señal de auxilio.

CRSignes 2003

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10
Abr

Serie "Primavera" nº 19

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9
Abr

Grotesco

Sin temor a equivocarse, se adentró por el laberinto de calles de la parte antigua de la ciudad. Las imágenes de un pasado remoto, embrollos en su mente, le confundían. Tenia la sensación, más que la certeza, de que su destino estaba próximo.
Un accidente había borrado su pasado. Cansado de reinventarse regresó al único lugar en el que podía reconstruirlo.
Sentó su intención y sus ganas en el poyo de una iglesia situada frente a una fuente.

¿Qué mira? Márchese.

Lo cierto era que el anciano, que parecía no quitarle la vista de encima, no tenía el menor interés por él, es más, sus ojos apenas si distinguían formas. Con la inercia del enfado fue derecho hacia la fuente para meter la cabeza bajo el chorro antes de zambullirla, buscando quizás purgar su ira. La posibilidad del suicidio pasó por su mente. ¡Sería tan sencillo! Como pudo giró la cabeza para contemplar en el reflejo espejado bajo la superficie del agua la grotesca mueca con la que el fuego había moldeado su rostro. Aquellos ojos, irremediablemente abiertos, descansarían. Había llegado el momento.
Un fuerte tirón le sacó. Su primera intención pasaba por reprochar al rescatador aquella acción que había frustrado su fallecimiento, pero no halló a nadie. La muerte se le volvía a resistir.

¡Tengo el mismo derecho que los demás! ¿Por qué me la niegas de nuevo?

Con la llegada de la noche, en la palidez de las horas nocturnas, recordó el día fatídico en el que se desfiguró su vida.
Ya quedaba menos, doblar una esquina y podría reencontrarse. La memoria le devolvió de una sola vez: imágenes, nombres, sensaciones, rostros, y el tiempo que creía perdido y lejano. Hasta él regresaron los olores de un ambiente cargado y espeso. Aquel día, entre el juego de las llamas, lazos ardientes en un rodeo mortal, mientras músculos y piel se descomponían presa del fuego, perdió algo más que la memoria. Había comenzado un proceso que no podía parar, principio y fin de la historia que había atrapado su alma.
Sin temor a equivocarse se adentró por el laberinto de calles de la parte antigua de la ciudad. Por vez primera una fuerte sensación de dejà-vu le confundió.

CRSignes 110408

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8
Abr

Serie "Primavera" nº 18

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7
Abr

El plato principal

Pelar, cortar, trinchar, batir, amasar, mantener los fogones encendidos y a plena potencia, preparar los platos y mantenerlos calientes. Ultimaba los detalles, que harían de aquella presentación gastronómica la mejor de su carrera. Empuñando su cuchillo, el chef Roque De Bon Matin, cortaba las cebollas, los champiñones y demás guarnición en finos pedazos a una velocidad pasmosa. Le observaban atónitos sus pinches que buscaban entre sus movimientos o gestos algún truco que les facilitara la labor.
-¡Pero que hacéis gandules! Dejar de mirarme y daros prisa en prepararlo todo como ya os he indicado.
En el exterior desfilaban los invitados a la cena en honor del embajador de Australia recientemente nombrado. No cesaba el trajín, no había lugar para la calma, ni dentro ni fuera.
Llevaban tres días preparando aquel banquete. De nada le valdrían los años de fiel y cumplido servicio, ni tan siquiera los galardones si fallaba. Roque estaba nervioso. Había comenzado como pinche. Tuvo la suerte de sustituir a su jefe un día en que éste enfermó, y las cosas salieron bien. Roque De Bon Matin era consciente de que sus esfuerzos no eran debidamente recompensados. Él tenía un nombre, un prestigio, y a pesar de trabajar en una casa como cocinero jefe, por más importante que esta fuera, se sentía infravalorado. Los veía a todos insolventes e incapaces para valuar debidamente su arte.
Roque De Bon Matin, en claro soliloquio, enumeraba sin descanso el orden de los platos y la lista de ingredientes y tareas, mientras que con la vista acompañaba sus palabras. Nunca antes recayó sobre él tanta responsabilidad, siempre había confiado en su talento, y sobre todo en su intuición. Así que él mismo dedicó las últimas horas a la elaboración del plato principal, la mayor rareza que había cocinado: carne de canguro. Atendiendo al recuerdo vivo de su abuela, que siempre le repetía: “no hay carnes mal preparadas, sino mal acompañadas”, puso su empeño en la salsa que la custodiaría, y que poco a poco, iba condensando la mejor de las sustancias, para hacer de aquel manjar el más destacado de la noche.
Horas más tardes los platos rebañados, pese al feo que representaba en el refinado protocolo, evidenciaban el triunfo que una vez más había conseguido.

CRSignes 151105

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6
Abr

Serie "Primavera" nº 17

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5
Abr

Seguimos jugando 2. Ricardo Acevedo y CRSignes

Una eterna Venecia con callejones misteriosos
donde se esconde el más tierno de los besos,
fragmentos de libros escritos en clave,
el último tango en Valencia
tocado por una banda con los ojos tapados,
rozar el cielo raso con el último beso de la semana,
alcanzar el orgasmo en el medio de un tren del metro
ante los embrutecidos pasajeros,
horas de caminata lunar con Martinis y aceituna,
la gran marea de refrescos burbujeantes
que asola nuestra costa privada,
vampiros de Armani que nos protegen
contra comandos de paparatzi,
la banda sonora de Sergio Leone en cada uno de duelos.

©Ricardo Acevedo Esplugas 2005

En un espacio callado y quieto,
después del sonido vibrante del silbido
de “la muerte tenía un precio”,
momento preciso de sincronizarme
con tus pulmones en el aire tibio
de una noche de verano en los fiordos,
o respirando el último aliento de oxígeno
tras una despresurización espacial,
aguantaríamos tan solo por mirarnos a los ojos
plenos del reflejo de las estrellas,
y pasarnos el uno al otro con la mirada,
con las manos, el ansioso contacto,
el apasionamiento y caprichoso deseo,
del primer helado,
de la primera golosina dulce y fresca
en la boca de algún niño en el Coppelia.
Todo y más nos perderíamos
en el interior de un mundo constantemente bombardeado
por deseos, palabras del pasado, del futuro,
que hablaran de hipotéticos encuentros
rodeados de cine de terror,
del mejor que conocemos,
nos atraparía la tela de la araña del menguante,
jugando con flores al lado de un ser nacido del trueno,
vigilaríamos a los misteriosos vecinos,
esquivaríamos desagradables
vómitos y escupos de algún endemoniado.
Todo y más en la noche,
con la brisa del malecón rozando nuestro cuello,
cerrándonos el uno al otro sin retenernos.

©CRSignes2005

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3
Abr

Serie "Primavera" nº 16

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